Artes escénicas

Las Pilanderas, entre lo paródico y el travestismo

Álvaro Rojano Osorio

20/11/2020 - 04:55

 

Las Pilanderas, entre lo paródico y el travestismo
Manifestaciones diversas en las danzas de pilanderas de la costa Caribe de Colombia

 

La editorial barranquillera La Iguana Ciega acaba de lanzar el libro “El Transformismo en el Caribe colombiano. Danzas, disfraces y expresiones religiosas”, en el que participé como investigador y escribiendo algunos textos, del que copiamos este artículo.

Las pilanderas están clasificadas como una danza de labor debido a que su puesta en escena describe la realización de actividades para procesar el maíz y transformarlo en harina para hacer bollo. El investigador Emirto De Lima (1942) la caracteriza como alegre, evocando bellas escenas campestres, llenas de suave gracia, luciendo vistosos trajes, y que transportan un receptáculo de madera, piedad o metal. Ha sido tradicional que la danza lleve utensilios propios de la labor que simbolizan, como el catabre, el balay, un pilón y sus manos, totumas.

La danza, que se caracteriza porque cada uno de sus miembros tiene asignada una actividad laboral en tiempos de carnaval, tiene como escenario las calles de poblaciones o ciudades. Lo tradicional a esta expresión cultural ha sido que salgan a las vías públicas después de las doce la noche del sábado o del domingo de carnaval. Sucedía en Barranquilla, la comparsa, como la denomina De Lima, salía el sábado en la noche y se mantenía hasta las seis de la mañana visitando las casas de los conocidos. Tocaban la puerta, ubicaban el pilón, ofrecían la danza y comenzaban a bailar y a cantar coplas.

Igual sucedía en Valledupar donde los participantes, en lo que Maestre (2005) señala como comparsa, salían en el tiempo en que las hacedoras de bollo fabrican su producto, la madrugada, a las calles del otrora pueblo a danzar llevando un pilón de madera.

Aun en Nerviti, ubicado a orillas del río Magdalena, bajo la jurisdicción del municipio de El Guamo, Bolívar, Las Pilanderas visitan las viviendas de esa localidad a partir de las doce de la noche del domingo de carnaval, llevando un pilón y un balay al que le introducen trozos de vidrios para hacerlos sonar. Hasta las cinco de la mañana están en las calles bailando y cantando. Unos de los versos de El Pilón, en Guamal, Magdalena, hacen mención de la madrugada y las implicaciones de la visita de la danza, en horas de la madrugada, a las viviendas:

“Despiertas si estás dormido

Que en noche clara y serena

Solito se deja al nido

Para conjurar las penas”.

En Riohacha, los miembros de esta danza bailan y pilan en pareja alrededor de un pilón de madera al que le introducen dos manos de mortero. El origen de esta expresión dancística está asociado con los amores frustrados entre el capitán Encarnación “Chon” Bermúdez y una mujer conocida como “La Maye”, en el siglo XVIII.  Ella habitaba a orillas de “La Quebrá”, que es un brazo del río Ranchería, y era cortejada por él, argumentando, entre otras cosas, la belleza de su pelo, al que acariciaba.

Ella, para demostrarle que no aceptaba su cortejo, optó por cortarse el cabello, cuando “Chón” se dio cuenta, se decepcionó y echó mano de la dulzaina para cantarle:

“Yo te quería era por el pelo

Oa

Te lo cortaste y ya no te quiero

Oa

Pilà, pilandera, mové, molendera

Oa

Quien pilá, pilandera,

Oa

Quien muele, molendera”.

Esta danza, identificada por Edgar Rey (1995), como típica de los carnavales de los pueblos grandes y pequeños de las riberas del río Magdalena, se mantiene vigente en Tenerife, Guamal Magdalena, Nerviti y Mompox, Bolívar. En estos lugares esta expresión comparte similitudes y diferencias, pero los ha unido una particularidad, el travestismo de sus participantes.

En Barranquilla, donde se mantiene vigente la danza, a mediados de siglo pasado los hombres lucían un vestido de variados colores, camisas escotadas en los hombros, collares de cuentas que colgaban del cuello y flores variopintas adornando sus cabezas. De esta, en Guamal, Magdalena donde la tradición tiende a desaparecer en los carnavales, señala Gnecco Rangel Pava (s. f) que los participantes acostumbraban a reunirse en un sitio, junto a los músicos, llevando pilones.  De sus participantes, dice el autor, que eran hombres que bailaban los pies y se conducían a mujeres que tenían carta de maestría en la dulzura del canto y en el arte de acompasar el golpe de pilón con las notas musicales. Mientras que, en Tenerife, los hombres vestidos travestidos usan trajes de variados colores, brasieres, pelucas, además de pintarse los labios. En Mompox, utilizan faldas, abarcas, pañoletas, paraguas, collares y aretes.

Del travestismo dice Samuel Mármol, más conocido como “Abundio”: - Yo no me visto de mujer para serlo, sino para divertirme. Es el transformismo el que motiva el humor entre quienes los ven danzar. Es la forma como lo hacen los participantes es la que hace divertida esta danza, al decir de Rangel (s. f). La comicidad se hace evidente a partir del momento en que los danzantes abultan sus nalgas y sus senos con trapos o globos plásticos. Tanta es la importancia de estos atuendos que Samuel Mármol, los destaca como un atractivo de las “Las Pilanderas de Mompox” que dirige.

Para Abigail Meza, director de Las Pilanderas de Nerviti, el desorden está en llevar la falda y cargar el pilón. En esta localidad los danzantes bailan al sonido del tambor y entrelazándose, hacen, además, volteretas y entremeses. El sonido del tambor es interrumpido para que el cantador vocalice los tradicionales versos que son respondido con un coro cantado por las demás mujeres

El número de personas que participan en la danza es variado, en Mompox, fluctúa entre 4, 8 o 20 miembros, mientras que en Tenerife son 5 los participantes, y en Nerviti pueden ser 2 o 3. En la estructura de la danza está un cantador: en la primera localidad lo es Enrique Mojica Villamizar, en Mompox, Abundio, y en la última localidad, Abigail Meza, al que le imponen la regla de que no se puede transformar en mujer.

La diversión de la danza está en el remedo que hacen de las mujeres que toman parte en el rol domestico de pilar el maíz en pilones de madera de que se proveen los parranderos para adornar el compás con el golpe característico de la pilá (Rangel, s. f). Además, los danzantes van bailando y pilando el maíz, también lo limpian, lo ventean y tras molerlo y transformarlo en harina, lo amansan para hacer bollo. En Tenerife le agregan otra actividad, la de vender el bollo.

La danza está estructurada sobre un personaje identificado como “La Mama”, que travestido se encarga de cantar los versos propios de la danza; figura parecida a la existente en Las Farotas.  En Las Pilanderas, este personaje tiene la función de guiar la puesta en escena, por lo que se ubica en el centro de los danzantes mientras canta. En Tenerife es ella quien, además de cantar, ordena a sus hijas a realizar actividades domésticas, como barrer el lugar donde van a ubicar el pilón para pilar el maíz, y el proceso completo para transformar ese grano en harina.

Ubicada la danza en la puerta de una vivienda inicia el proceso de remedar a las mujeres en el proceso de hacer bollo. “La Mama”, que ha ordenado a las hijas barrer el lugar donde se van a ubicar, es avisada por una de sus hijas que el maíz, después de pilado, venteado y molido, se encuentra dispuesto para ser transformado en bollo.

En Tenerife, la hechura del bollo es de los momentos más cómicos de la puesta en escena de la danza, por cuanto “La Mama” lo hace sacándose piojos del cuero cabelludo que introducen en el producto, rascándose, uñas sucias que meten en la masa, simulando, además, que se arranca los vellos de las axilas y del vello púbico.

El papel protagónico de la Mama, la lleva a ser considerada como una mujer desaseada por sus prácticas al momento de fabricar el bollo, pues, además de hacer lo mencionado, acostumbra a suavizar con su saliva la pita o atadero, que utilizan para amarrar el producto. Ella baila mientras lo amasa y manda a las hijas a realizar oficios domésticos, o labores propias de la actividad que representa, y escoge a la persona para quien lo fabricará y a quien le cantará versos.

Enrique Mojica Villamizar, “La Mama” de Tenerife, clasifica como callejeros los versos que canta al iniciar su periplo por las calles o para invitar a los demás componentes de la danza a ir a un lugar determinado:

“Vámonos mis hijas,

Vamos para la playa,

Que ya el Loro está cayendo,

Junto con la Guacamaya.”

La playa es la manera de identificar en los pueblos a orillas del río Magdalena a los playones aluviales que surgen el surco de éste en el verano, donde en el mes de enero los cultivadores acostumbran a siembra semillas o tallos de pan coger. Las tareas relacionadas con el procesamiento del maíz, en esta danza, principian, simbólicamente con su siembra y cuidado para que el loro y la guacamaya no se coman el grano.

Tras haber cantado este verso de iniciación, sigue cantando versos alusivos a la actividad que dispone para sus hijas:

“Tenemos un compromiso,

Que lo tenemos que hacer,

Ya van a comenzar el oficio,

Que se pongan a barrer.”

 

“Nosotras las pilanderas,

Pilamos y más pilamos (bis),

Oficio de majadera,

Ni para el afrecho ganamos.”

 

“Nosotras las pilanderas,

Lo bien que nos sacudimos,

Si en la madrugada pilamos,

En la mañana cernimos.”

 

“Me dicen la María,

Díganle que venga acá,

Que ya el maíz está cernido,

Que se pongan a ventiar.”

“Estas hijas mías,

No quieren obedecer,

Yo les digo todos los días,

Que me ayuden a moler.”

 

“Donde está la vieja,

En la calle del arroyo,

Ya la masa esta molida,

Que venga amasar los bollos.”

 

“Los bollos que hace mi vieja,

Esos bollos no se los pago,

Que amarren el bollo grande,

Y se lo entreguen a Santiago.”

Mojica, que canta los versos compuestos y cantando por su padre Carlos Mojica Vargas, que por años hizo parte de esta danza organizada en la otrora villa, en 1910, consideró agregar un verso al conjunto de composiciones tradicionales, con el que invita a sus hijas a ir de un lugar a otro:

“Pobre de mis hijas,

Yo no sé lo que les pasa,

Que ya dejen de bailar,

Vamos pa’ la casa.”

Otra historia es la de las Pilanderas de Mompox, su origen se encuentra en un grupo de llamado “Las Rezanderas, que para carnavales organizaba el poeta Miguel Ángel Gutiérrez. Era un grupo hombres que, vestidos de mujer de color negro, cubriendo su rostro con un velo negro, iban por las calles, de puerta en puerta, leyendo sus letanías en la que hablaban de lo general y de lo particular destacable que hubiera sucedido en esa localidad.

Dice el escritor Zapata Obregón (2015) que fue en 1922, cuando el poeta Gutiérrez hizo la combinación de los versos empleando en su grupo letanías con la música de la danza “Las Pilanderas”. Por su parte Samuel Mármol, director de Las Pilanderas de Mompox, dice que siendo aún un menor de edad vio al poeta en carnavales recorriendo las calles de esa población con su grupo de danza. También recuerda que éste una vez lo invitó a Barrancabermeja para que cantara los versos compuestos por él, cuando ya no cantaba.

Esta danza no es la del poeta Gutiérrez, yo formé otra, pero la mayoría de versos que cantamos son de su autoría.  Son los mismos que grabaron en Soledad. Ellos llegaron por acá en unos carnavales y grabaron esos versos. Acá en Mompox dicen que en Barranquilla se robaron la danza, yo les digo que no, que esa danza existe en varios lugares de Colombia. Fíjese que nosotros conocimos de esa danza cuando algunos pueblos río arriba venían bajando para los carnavales de Barranquilla y llegaron a Mompox. -Sentencia Samuel Mármol.

Los versos a que se refiere “Abundio” es el de las Pilanderas Momposinas, grabadas por Efraín Mejía y la Cumbia Soledeña, la que reconoció la autoría de Gutiérrez, entre los que mencionamos:

“Nosotras las pilandera',

“Pilamo' y más pilamo' (Bis),

Cuando vamos a venteá',

Ay, que todo el cuerpo, ay lo meneamo'.”

“Pilemos sin mucho embrollo,

Pilemos por caridad (Bis),

Pilemos pa' hacele' bollo',

Al alcalde de la ciudad.”

 

“De las hijas de Ño Concho,

Yo soy la que más venteo (Bis),

Que tiene que usar un corcho,

¡Porque si no se les salen los JUM!”

Éste, Mármol, también ha compuesto versos que ha incorporado al tradicional repertorio de la danza:

“No me acuesto más con tu marido,

Porque es muy perillón,

Anoche dormí con él,

Y le hizo un hueco al colchón.”

La tradición de la danza de las Pilanderas en Nerviti se remonta a los años 40 del siglo pasado, según lo señalaba su desaparecido director Abigail Meza. Fue su padre, Pablo Meza, quien la organizó y duró por más de 60 años liderándola, así como las fiestas del carnaval. Tras la muerte de su padre fue él quien heredó el liderazgo de ambas tradiciones de la tradición. Tras su escogencia como el cantante en la danza, estando en una parranda uno de los bebedores le dijo que se iba a disfrazar de mujer. Con mucho respeto comenzamos a ganarnos a la gente con este disfraz, a partir de allí fueron diciendo que se disfrazaban dos o tres. Ellos se transforman para las fiestas del carnaval, pero no son maricas.

El director de la danza señala un tiempo en el que se produce el travestismo de alguno de sus pobladores, el carnaval y admite que en otras fiestas no se puede, pues se aprovechan de la libertad de esta fiesta para hacerlo. La libertad que menciona Meza no es tan amplia como la sugiere, pues es explícito al señalar que ni en carnavales acepta gay en la danza: Eso no me gusta, mejor andamos solos. En el pueblo ellos están por ahí, pero los tenemos identificados y ellos no están en el baile. A mí me enseñaron y eso no me gusta.

De gay en oportunidades han tratado en Barranquilla y en otros lugares del país a los miembros de las Pilanderas de Mompox, y lo hacen por la manera como visten y bailan. Nosotros a esa vaina no le paramos bola. Cuando nos dicen marica uno lo que hace es meterse en el disfraz y lo hace más “mariquiao” para que se pongan bravos, aunque terminan riéndose. -Señala Mármol.

Lo de “mariquiao” es una manera de bailar de forma jocosa, imitando de manera exagerada a una mujer, también lo hacen de manera coqueta, al ritmo del tambor y de los versos del poeta Gutiérrez cantados por Abundio:

“Ayer que fui al mercado,

A comprar un par de chancletas,

De las hijas de mi Mama,

 yo soy la más coqueta.”

 

Álvaro Rojano Osorio

 

Bibliografía

De Lima, E. (1942). Folklore Colombiano. Barranquilla

Maestre. M. (2005). Manual de Danzas Folclóricas de Colombia, Caribe y Bajo Magdalena. s. d.

Rangel, G. (s. f). Aires Guamalenses. Bogotá.

Rey, E. (1995). El hombre y su Río.  (s. d).

Zapata. J. Mompox y su cultura musical. (una visión histórica y social 1540-1993). Barranquilla.

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

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