Artes plásticas

“El Mono” Quintero y los recuerdos de un arte vallenato en formación

Redacción

08/01/2013 - 12:14

 

Efraín Valledupar es una tierra de cantores, pero también de pintores. Artistas que se formaron de manera empírica y otros que salieron a estudiar en tierras lejanas, queriendo acariciar los secretos de una expresión universal.

Para entender el recorrido que ha seguido la pintura en Valledupar, existen diversas fuentes fiables pero  nada resulta tan interesante como conversar con  Efraín “El Mono” Quintero, artista y actual decano de la Escuela de Bellas Artes para entender ese proceso.

Con él, el tiempo vuelve a reconstruirse con una perfección fotográfica, liando uno a uno los capítulos de una novela que debuta a mediados del siglo XX y donde los actores foráneos y nativos se entrecruzan para formar una historia que, hoy, sigue creciendo.

Un tíntico nos sirve de introducción. El aroma nos permite ubicarnos en el tiempo y en el espacio. La sala del decano en la Escuela de Bellas Artes representa un perfecto escenario de entrevista.

Entre los primeros capítulos debemos mencionar el nombre de Jaime Molina, pintor nacido en Patillal que supo en los años 50 conquistarse al público vallenato y enraizar una tradición artística, donde la expresión iba profundamente ligada con la bohemia.

Jaime Molina fue un pintor que se formó de manera empírica, sin enseñanza, que logró aplicar sus conocimientos de diseño para crear imágenes llamativas y emprender un diálogo con el entorno. “Aquí los artistas se dedicaban sobre todo a hacer avisos –explica Efraín Quintero–. En un pueblo como el nuestro sólo había 3 pintores. A eso se resumía la pintura en aquel entonces”.

El ambiente de Valledupar era bucólico. Las actividades sociales y culturales escasas. Las parrandas marcaban la agenda y en ellas aparecían con frecuencia Jaime Molina, Gustavo Gutiérrez y otras figuras características del Valle.

Pero quien marcó especialmente la trayectoria de Efraín Quintero fue Kajuma. “Lo tuve de profesor a los 12 años –manifiesta–. Era el vallenato con más oficio y, de manera natural, empezó a darnos clases a Celso Castro y a mí”.

Así pues, Efraín Quintero inició el camino de las artes, dándose poco a poco cuenta de la atracción que ejercía ese mundo absorbente y complejo. Los primeros pasos no eran fáciles. En aquellos tiempos, conseguir el material para pintar era una verdadera peripecia. “La única persona que vendía oleo era un fray español que lo traía especialmente –recuerda mi entrevistado–. Y Jaime Molina pintaba con sapolín y broches de pelo de burro”.

En el colegio Loperena, Efraín Quintero consolidó esas inquietudes artísticas participando en las carteleras literarias de la institución y dibujando a personajes de la dramaturgia y literatura colombiana. “Ahí empecé a hacer caricaturas –indica–. Jaime me lo insinuó”.

El boom latinoamericano se hacía notar. En 1967 aparecía la célebre novela de Gabriel García Márquez y en la misma década se editaron otras obras influyentes de escritores latinoamericanos con grandes efectos en las expresiones culturales de Colombia.

“El boom nos dio una visión mucho más amplia –argumenta Efraín–. Junto con Jorge Maestre y otros compañeros, empezamos a caricaturar políticos, profesores y todo tipo de personas. El Tite Socarrás, al ver su caricatura, se escandalizó y no volvió a dar más clases”.

En esa misma época, Efraín Quintero recuerda la aparición del artista Álvaro Martínez (su futuro compañero en el grupo V4) con una exposición que tuvo una repercusión notable en la sociedad vallenata. El hecho que se organizara en el Club de Valledupar generó una expectativa sin precedentes y logró captar la atención de la flor y nata valduparense,

Se gestó así una transición crucial entre el Café Molina  (frecuentado habitualmente por Jaime Molina) y el salón social. “Aparecen ciertas señoras de la sociedad –sostiene Efráin Quintero–. Y en ese momento es cuando se habla de organizar grandes exposiciones”.

La creación del departamento y de la Casa de la Cultura en 1968 corrobora esa tendencia. Pintores extranjeros como Pablo Obelar o Francisco Ruiz llegan a Valledupar atraídos por esa euforia artística y el discurso cultural que se establece.

Valledupar conoce en esos años una de las mayores aperturas de su historia. Una época que permite nuevas representaciones y nuevos métodos de creación. Es el momento que elige Efraín Quintero para viajar a Bogotá y luego a Estados Unidos con el fin de formarse y contribuir él también a esa espiral artística.

 

Johari Gautier Carmona

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