Opinión
Editorial: Las viviendas de doble filo
Hasta las ciudades más desarrolladas del planeta experimentan problemas de integración en algunos de sus barrios periféricos.
Es el caso de París (Francia) que en el año 2005 conoció una oleada sin precedentes de disturbios con jóvenes que consideraban que no tenían futuro y que no se les brindaba oportunidades para su crecimiento e integración.
También se observa algo parecido en algunos barrios de la ciudad de Barcelona (España) donde, a pesar de ser considerada como una de las ciudades con mejor planeación de las últimas décadas, la policía no se atreve a entrar en ciertas zonas por temor a ser atacada.
En Manchester, una de las urbes más poderosas en términos económicos de Gran Bretaña, 2000 jóvenes encapuchados salieron a las calles en el año 2011 para expresar su descontento tras la muerte de un joven de 29 años abatido por la policía.
Todos estos hechos se produjeron en ciudades que cuentan con políticas avanzadas de integración social, y sin embargo, éstas no fueron suficientes para evitar el enfrentamiento con las autoridades. La desesperación y la sensación de abandono estallaron de la manera más violenta.
En Valledupar, se inauguran nuevas viviendas "gratis" a gran velocidad y esa noticia es motivo de satisfacción para muchas personas. La urbanización de Nando Marín –inaugurada este año– y la de Lorenzo Morales (a punto de serlo), son ejemplos de buen diseño y de comodidad, y responden a las necesidades inmediatas de poblaciones desplazadas o en situación precaria.
El presidente Juan Manuel Santos, que hizo a principios de año una buena operación publicitaria para probar la calidad de esas viviendas, no tuvo ninguna dificultad para dormir en una de ellas. Hay que reconocer que su construcción es impecable.
No obstante, la ubicación alejada de etas viviendas del centro de Valledupar, la falta de transportes y su incomunicación (muchos taxis no se atreven a atender esos destinos), los pocos servicios públicos, y sobre todo, la total ausencia de fuentes de trabajo en las proximidades, dejan entrever un rápido deterioro de estas nuevas instalaciones.
Es posible que, en pocos meses o años, estos barrios se conviertan en zonas rojas (o ghetos, como se suele decir en Estados Unidos) donde la delincuencia se instala peligrosamente por falta de presencia policial y de trabajos que garanticen un sustento a las familias.
Por eso, para que estas urbanizaciones con nombres legendarios no se conviertan dentro de 3 o 5 años en polvorines que desfiguren a la ciudad de Valledupar, se ha de pensar seriamente en comunicarlas, atraer fuentes de trabajo e imponer la autoridad del Estado. Es imprescindible crear una sensación de proximidad y un clima de escucha. El acompañamiento de psicólogos es beneficioso a corto plazo, pero no reemplaza la inversión económica.
La estabilidad de Valledupar depende de todos estos esfuerzos.
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