Opinión

La alborada de la paz

Diógenes Armando Pino Ávila

20/06/2014 - 11:10

 

Con los resultados electorales del domingo comienza el final de la horrible noche de una guerra de más de 50 años, que ha causado miles y miles de muertos y empieza a clarear una alborada luminosa de una paz duradera que evitará miles y miles de muertos más.

Por eso todos los colombianos, los que votamos por Santos, los que votaron por Zuluaga, los que votaron en blanco, los que no votaron, los de izquierda, los de la ultraizquierda, los de la derecha, los de la ultra derecha, los de centro, los que creen en el proceso de paz, los que no creen, los que creen en los paramilitares, los que creen en la guerrilla, los que creen en los militares, los que no creen en ninguno de los anteriores, los guerrilleros, los paracos, los militares, los policías, los que creen en Dios, los ateos, los descreídos, los masones, los gnósticos, los cristianos de diferentes vertientes, todos, absolutamente todos, debemos cerrar filas para que esta paz se concrete, comenzando con la firma de paz con la Farc en la Habana y prosiguiendo con el ELN y después con los militares presos y los paramilitares que deseen un país mejor.

Hay que proseguir la campaña en favor de la paz para que ésta se haga efectiva y Colombia y los colombianos podamos por fin disfrutar del país maravilloso donde tuvimos la fortuna de nacer. Hay que mantener el entusiasmo y la esperanza de la paz, para que ésta se dé y en ella podamos ver concretados los cambios estructurales y legales que la consoliden y la hagan permanente.

Hay que mantener la esperanza de un futuro promisorio donde los colombianos podamos vivir como verdaderos compatriotas, sin odios ni rencores, donde el respeto por la vida sea el valor supremo de la civilidad, donde los militares y policías sean los defensores verdaderos de la honra y propiedad de los ciudadanos. Donde la gente no muera en las puertas de los hospitales por falta de atención médica, sino que por lo contrario, dentro de la política del Estado de preservación de la vida, la salud sea una de las prioridades de la patria y un derecho inviolable de los ciudadanos.

Debemos consolidar la paz para que el Estado pueda garantizar el acceso a la educación en todos los niveles a los niños y jóvenes, y que todos los colombianos tengamos la opción de estudiar haciendo valer el derecho a la educación, partiendo de la base, que hay que formar ciudadanos que a través del estudio alcancen el conocimiento que los hará libres de las cadenas de la ignorancia y el sometimiento con que siempre se ha abusado del pueblo. Es por la educación que lograremos el avance económico, pues preparando profesionales y técnicos es como lograremos desarrollar la economía y la industria para que estas últimas crezcan, generen trabajo, ingresos económicos en los trabajadores y por tanto riqueza y prosperidad general.

Tenemos que defender la paz para que, como lo dijo Yesid García concejal progresista de Bogotá, «el sol de nuevo se oculte a las seis de la tarde y no a las diez de la noche» como lo estableció el gobierno anterior cuando reglamentó que las horas extras no se comenzaban a ganar a partir de las seis de la tarde sino a las diez de la noche, con el argumento falaz de que así se crearían más empleos para los colombianos.

Necesitamos que la guerra termine para que los recursos ingentes que se destinan a ella sean redirigidos hacia otras necesidades que satisfagan el bienestar colectivo y propicien la vida y no la muerte. Que los recursos que se destinan a alimentar la guerra fratricida sean canalizados hacia la salud, la educación, la investigación, la vivienda, y a la creación de nuevas empresas que generen nuevos puestos de trabajo.

Necesitamos la paz para que el malsano sentimiento de amar la guerra sea erradicado de nuestra cultura, para que los colombianos entendamos de una vez por todas que el estado natural del hombre es la paz y no la guerra. Necesitamos la paz como terapia para tratar el problema psicológico que padece un gran número de compatriotas que la guerra los ha destinado a sufrir el famosos «síndrome de Estocolmo» pues en la ambivalencia de sus sentimientos creen odiar a la guerrilla o a los paramilitares y han terminado amando a sus verdugos, por esos quieren que la guerra se prolongue y la barbarie continúe.

Necesitamos que este proceso de paz se consolide y que la justicia transicional que se derive de él sea amplia, en la cual quepan los guerrilleros, los paramilitares, los militares y policías que por razones de la guerra hayan caído inmersos en situaciones dolosas. Queremos que la paz se firme por fin con todos los actores del conflicto, para que nuestra patria brinde, de una vez y para siempre, el ambiente de la reconciliación, perdón y reparación, que devuelva la tranquilidad a los corazones afectados por esta guerra demencial que nos ha ido degradando como pueblo.

Deseamos la paz, porque es un imperativo moral terminar la guerra para que nuestros hijos y nietos respiren vientos de tranquilidad y concordia, porque es una obligación histórica dejar a las nuevas generaciones una patria que permita el libre desarrollo de la personalidad, dentro de un ambiente de igualdad y respeto a los demás. Propiciaremos la paz porque estamos cansado de la guerra y los violentos, porque entendemos que la guerra es el negocio de los más fuertes, ya que con ella expropian las tierras a los campesinos, porque comprendimos que el desplazamiento forzado, las desapariciones, las masacres, los secuestros, la extorsión, los atentados, los falsos positivos y demás parafernalia de esta guerra demencial afecta a todos por igual y que no podemos ser un país de víctimas, que no podemos seguir envenenando esta sociedad con el corrosivo rencor de los poderosos que propician la guerra y sus causas para enriquecerse cimentando sus fortunas sobre montaña de cadáveres sin sentir remordimiento ninguno.

Por eso queremos la paz, anhelamos la paz. ¡Que viva Colombia y que viva la paz!

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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