Opinión

Hay que llorar por los dos ojos

Diógenes Armando Pino Ávila

04/08/2017 - 07:15

 

 

Es una frase de cajón decir que los medios de comunicación manipulan la información, todo el mundo lo sabe y además lo dice. El caso venezolano es uno de esos en que se nota a simple vista y sin mayores elucubraciones, como la prensa maniquea ha tatuado las mentes de algunos colombianos al punto de odiar a su presidente y sus seguidores. Es tal la recurrencia de la propaganda en contra del chavismo y lo que representa, que un gran sector de colombianos teme, como al demonio que en nuestro país (caso remoto e improbable), se instaure un gobierno o un régimen igual.

Un gran sector de colombianos (y con razón), lamentan la muerte de 150 ciudadanos venezolanos en las “guarimbas” del hermano país, victimas opositores y chavistas que participaban en las protestas, sin embargo, callan y no lamentan que, según informe de la Defensoría del pueblo colombiano, en los últimos 14 meses hayan asesinado a 156 líderes sociales en las diferentes regiones del país.

Un gran número de compatriotas lamentan, a moco tendido, el hambre que padece el pueblo del hermano país (lo que es cierto), pero no ahondan en sus causas, motivadas por el desabastecimiento producido por la guerra económica que ejercen como presión sobre ese pueblo; sin embargo, hacen un mutismo glacial sobre las muertes por desnutrición que se da en los niños de las comunidades indígenas de nuestro país.

Hay quienes se rasgan las vestiduras por el uso de las bombas lacrimógenas con que los guardias venezolanos tratan de mantener el orden y dispersar a los manifestantes de las guarimbas en las calles del pueblo de Bolívar y a lo mejor piensan que el ESMAT rocía con fragancia de Coco Chanel a los estudiantes de La Pedagógica y la Nacional cuando protestan, o cuando a garrote limpio sofocaban las protestas en el paro agrario.

Se entristecen (yo también), con el éxodo de venezolanos que son desplazados por la violencia y que buscan cobijo en nuestro país, pero nos cuidamos en mencionar que la mayoría de esos desplazados son colombianos que viven la desgracia de un desplazamiento a la inversa ya que hace diez o doce años fueron obligados a salir de Colombia huyendo de la violencia interna de nuestro país abandonando sus propiedades sus ilusiones y sus sueños.

Peor aún, cuando alguien hace alusión a esta parte del olvido, es tratado peyorativamente de guerrillero, de izquierdoso, de socialista o comunista; y no falta el que amenace de frente o veladamente por estas opiniones, en una polarización sin precedentes cuando de opinar sobre otro país se trata. Las redes sociales son el tinglado donde se cruzan opiniones, el problema es que los que no les gusta que se hagan comparaciones entre nuestro país y Venezuela tratan de acallar a los que se atreven a hacerlo.

La propaganda de ultraderecha ha cumplido su propósito, nos ha acondicionado de tal forma que nos ha legado la visión de túnel que nos aqueja donde sólo miramos la viga del país ajeno (que es tremenda viga, no lo niego) pero no vemos el riel que hay en el nuestro. La pérdida de la visión periférica que nos aqueja en ese glaucoma moral y político en que nos tiene postrado los medios de comunicación, es el sedante con que adormecidos aceptamos dócilmente los males de nuestra patria en el entendido de que La patria del Libertador está peor.

Nos consuela decir que Maduro, Diosdado y la cúpula del chavismo son corruptos (tal vez lo sean), para callar y acolitar los desafueros de Reficar, Odebrechts y tantos otros escándalos colombianos. Repudiamos el accionar de los llamados colectivos motorizados del chavismo que agreden a la oposición y causan desmanes en las calles del vecino país, sin embargo, callamos los desmanes del ESMAT contra los indígenas en el Cauca y la forma violenta con que agreden a los campesinos de Remedio y Segovia en Antioquia.

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero en este caso hay que hacerlas, pues me niego a llorar por un solo ojo como hace hipócritamente un sector considerable de compatriotas.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

@Tagoto 

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

@Tagoto

1 Comentarios


Aurora Montes 08-08-2017 02:19 PM

Guerra económica? Que Diosdado y Maduro tal vez sean corruptos?

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