Artes plásticas

Del Arte que sacude al Museo que educa: las mil caras de Celso Castro

Samny Sarabia

13/11/2017 - 06:15

 

Entrada del Museo de Arte de Valledupar y Celso Castro, su fundador / Fotos: Samny Sarabia

 

Celso José Castro Daza es naturalmente un referente en la plástica del Cesar y el Caribe colombiano. Desde siempre le fue muy fácil abrirse camino en el arte. Desde chico, empezó a llamar la atención en el mundo del arte cuando se inscribió en un taller con David Manzur, resultando ser un alumno destacado del maestro caldense. Increíblemente, su momento artístico más difícil lo está viviendo en este momento.

Algunas de las tareas asignadas por Manzur, las llevó a enmarcar a una galería y marquetería en Bogotá donde exponía Fernando Botero y demás artistas importantes de Colombia en la época.  Casimiro Eiger, propietario de la galería, le abrió las puertas del lugar cuando solo tenía 17 años de edad. Este hecho lo llevo a inscribirse en la Universidad de los Andes y fue admitido. En ese momento, año 1975, había 40 aspirantes a estudiar arte pero solo admitieron dos, entre esos al  Celso Castro.

Aunque no pudo estudiar en la universidad bogotana porque muy pocas personas demostraron la capacidad para recibir esa formación, su visión estaba puesta en París y en Nueva York y ese mismo año tuvo la fortuna de “darse una vuelta” por Europa. Siendo el doctor Aníbal Martínez Zuleta el Contralor de la República y su papá, ‘Pepe’ Castro el gobernador del Cesar, consiguió un trabajo a través de la  Contraloría en el Consulado de Colombia en Nueva York. Allí estuvo por más de cinco años.

Estando en la capital del mundo, el artista plástico y dibujante guatemalteco Rodolfo Abularach; quien era su amigo le aconseja estudiar en el Pratt Institute en Brooklyn, institución exclusiva y seria en su formación para el arte. Envió por correo su examen de ingreso e inmediatamente fue admitido. Todos  los caminos se le fueron abriendo de manera muy fácil.

Con los deseos de variar quiso entrar a la Universidad de Columbia. Su entrada dependía exclusivamente del resultado que pudiera obtener de una difícil prueba que la universidad aplica a sus postulantes. El resultado fue sorprendente. Su promedio fue mayor al que obtiene un estudiante americano. En la prestigiosa universidad estudio grabado, pintura y dibujo.

En esa vida en Nueva York para él fue como hacer parte de una bucólica película. Sus tareas de estudiante las hacía con obras del Museo Metropolitano de Arte (Met) y el Museo de Arte Moderno (MoMA). “Recuerdo una vez que el MoMA estaba cerrado y lo abrieron solo para que los estudiante del Pratt entráramos a estudiar la obra de Picasso. Su obra el ‘Guernica’ fue dividida y cada estudiante debía hacer un pedacito para armarlo y presentarlo en el conversatorio que se hacía en la universidad por motivos de los 100 años del pintor”, recuerda el maestro ‘Checho’ Castro.

La influencia de los años vividos en Nueva York es evidente en el artista.  Allí conoció a Andy Warhol, Evan Polengui y otros artistas que hoy son referentes en la esfera del arte mundial, sin embargo, con la llegada del virus del sida en 1970, muchos representantes del arte residenciados allá, murieron a causa de la enfermedad. El panorama lo horrorizó y toma la decisión de trasladarse a Milán (Italia) a seguir nutriéndose de los grandes centros culturales y de arte del planeta.

En Milán le fue de maravilla. A los 15 días de estar residenciado en la ciudad insigne de la moda y el arte italiano, obtuvo una propuesta de la Galería Marconi. Su lucha personal ha sido en Valledupar, la tierra que lo vio nacer. En ella ha tenido que justificar sus cuadros y ha tenido que cambiar el enfoque de sus pinturas porque han sido consideradas por algunos como vulgares y obscenas.

Una de sus grandes confrontaciones al defender su obra fue en el año 1995 con el entonces Director de la Casa de la Cultura, Tomás Darío Gutiérrez. Celso Castro venía de una excelente exposición en la galería del Museo de Arte Moderno de Bogotá; una muestra que le abrió puertas de Cuba, República Dominicana y en general, lo lanzó a nivel nacional y Latinoamericano.

Su pecado fue querer mostrarla en su pueblo. La mitad de la obra fue desmontada al día siguiente de haber sido inaugurada y fue calificada por el director de cultura como “pornográfica” debido a la temática que exteriorizaba: la sexualidad desde la corporalidad. En la época, la noticia tuvo relevancia nacional y siempre fue enfocada por el lado del género y del gusto sexual. Además de defender su obra en las distintas esferas de la sociedad vallenata, al maestro ‘Checho’ Castro le tocó luchar contra la censura de su obra en los estrados judiciales. La obra fue tomada a la ligera, 22 años después así se sigue tomando.

Pese a las fuertes críticas que recibieron sus cuadros al principio, consideraba normal la confrontación entre su propuesta artística y la mentalidad de los vallenatos. Lo que ahora no entiende es que casi tres décadas después de vivir en Valledupar se haya contagiado de dicha mentalidad. “Ya no tengo berraquera para mostrar mi obra de esa época e incluso, me da pena mostrársela a mis hijos”.

Lo que muchas personas no han entendido es que el desnudo representado en su producción creativa no implica ni traduce su conducta sexual o su sentir sobre la sexualidad sino que es tratada como un símbolo de la existencia del ser humano. Sobre ese planteamiento hizo muchas obras que hoy con su readquirida mentalidad vallenata ha ido arrumando en un sector bajo llave de la vieja casona para que la gente que entre no siga diciendo que su obra es impúdica. “Se me hace un poco triste porque nunca pensé que eso pudiera sucederme a mí”, dice.

En Valledupar, se sigue teniendo la visión romántica del arte, propia del siglo XIX, donde la obra debe ser linda y con atributos de belleza que no pertenecen a los cánones del siglo XXI. “Picasso llegó y volvió el arte otra cosa. El arte contemporáneo por decirlo en palabras fuertes, es como el vómito del existir del artista. Ya el poema de la luna y que uno se extasíe con la belleza del paisaje del atardecer quedo en el pasado. Ahora el arte muestra un mundo que está muy incómodo y el artistas no estamos en una burbuja aparte de eso, al contrario, somos los que más sufrimos esa cotidianidad”.

El espíritu libre, aguerrido y cosmopolita que lo distinguió de los artistas locales y regionales de su época dorada, han terminado –de alguna manera- por someterse ante la polémica y el reproche que ha generado su obra en los otros, conduciéndolo a una autocensura. El desgaste que ha dejado la lucha contra una sociedad a pesar de denominarse “moderna”, se niega y horroriza al tratar temas tabúes desde la perspectiva del arte, temas prescindibles para su avance como sociedad incluyente y respetuosa de la libre expresión y personalidad.

Pese a ello, nunca ha parado de pintar. En estos momentos, está metido en la naturaleza muerta, inspirado en el jardín de heliconias que conserva en su casa. Estos cuadros nuevos contrastan con las esculturas y las obras que lo catapultaron como uno de los artistas plásticos insignes de Valledupar, de esos de los cuales es obligación conocer e investigar al hablar de la cultura y las artes del Cesar.

Sus obras se conservan en colecciones privadas en diferentes partes de Colombia y el mundo: en el Museo de Arte Moderno de Cali, en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, en el Museo de Arte Moderno de Cartagena, Museo de Arte Moderno de Barranquilla y Santa Marta. Sus fotografías han sido aplaudidas  y expuestas junto a las imágenes de los diez mejores fotógrafos del mundo en Miami. Hoy esas fotos están engavetadas en Valledupar.  

El Museo de Arte de Valledupar, la nueva utopía de Celso Castro  

Un proyecto reciente ocupa el tiempo del Celso Castro Daza. Pinceles, fotografías y piezas arqueológicas se entrelazan en una de las viejas casas vecinas de la plaza Alfonso López, la antigua casa del dirigente ‘Pepe’ Castro para dar vida a la nueva utopía del artista, la creación del Museo de Arte de Valledupar.

Piezas de barro de arte precolombino de las regiones del Cesar, Magdalena, Bolívar y Sucre y que muestran vestigios de las culturas Sinú, Tairona, Chimila y de la cultura Mosquito. En total son 164 piezas coleccionadas durante más de 30 años y que representan el punto fuerte de la naciente iniciativa. El activo artístico del museo está complementado por dos colecciones privadas de pinturas y dibujos de artistas nacionales e internacionales de propiedad de los hermanos Celso y Josefina Castro Daza.

“Fue el coleccionista Efraín Hinojosa Daza quien me mostró la belleza de la cerámica precolombina. Cuando crecí y me vi en Valledupar, empecé a seguirlo. Era como un apetito insatisfecho y voraz por las piezas y compré todas las que me trajeron. Alrededor de 40 me las regalaron. Posteriormente, cuando él pasó por Valledupar y vio que tenía este pequeño museo, me donó unas 50 piezas que tenía donde su hermana Inés Hinojosa. Espero que otras que conservan algunas de mis primas terminen en este museo”.

La colección de Josefina Castro consta de 50 piezas que regalaron artistas mientras se desempeñó como Jefe de Incentivos Culturales del Ministerio de Cultura de Colombia. Posteriormente, cuando estuvo como Agregada Cultural en Perú, recopilo algunas obras de pintores de ese país. Por su parte, la colección del maestro Celso supera las 500 obras entre cuadros, esculturas y fotografías de autoría propia y diez de otros artistas.

Pese a que la idea es incipiente y todavía se encuentra en proceso de organización y ubicación de las piezas, ya está abierta al público de martes a domingo de 9 de la mañana a 5 de la tarde y es atendido por el mismo Celso Castro. A corto plazo, el propósito del artista es formar el museo de una forma seria y estructurada donde se puedan compartir el arte con el público y de esta manera educarlo y familializarlo con este tipo de espacios, y catalogar el lugar

“El proyecto del Museo de Arte de Valledupar se viene gestando recientemente. Esto fue mi casa, mi cueva, mi espacio personal y hace unas semanas pensé que esto era mejor compartirlo y estoy en la lucha porque no tengo sede propia, es una sede prestada y tengo que luchar por tenerla. Convencer a mi propia familia que la mejor opción para esta casa ubicada en la zona histórica de la ciudad es adecuarla como un museo”.

La sola casa tiene una connotación histórica y cultural importante para Valledupar. En ella se podría hacer un espacio importante de memoria de los logros de dos de los políticos y dirigentes más connotados del Cesar, José Guillermo ‘Pepe’ Castro Castro y Pedro Castro Monsalvo. Al primero lo vincula la oficina que conservó en ese lugar hasta el último de sus días y del segundo, que en ella nació.

“Quiero que la gente le pierda el temor al museo. Sé que no es costumbre nuestra venir a mirar sin comprar, es solo por tener el goce de mirar”. Vale muy poco la entrada, dos mil pesos y quiero que la universidad que tengo de vecina y los demás centro educativos de Valledupar y la región, visiten el lugar”. Un lugar muy importante que se proyecta como museo hace poco pero que ha estado abierto por más de cinco años y que muy escasas personas visitan. 

 

Samny Sarabia 

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