Literatura
Recuerdos de un taller literario RELATA
Sentado detrás de una mesita rectangular en la sala de conferencias de la Biblioteca Rafael Carrillo, Luis Alberto Murgas espera a sus alumnos con paciencia. El profesor del taller de literatura Relata ––más conocido como “Beto”–– siempre es puntual. La verdad es que es el único que llega a la hora. Desde las ocho de la mañana de cada sábado (hora a la que supuestamente empieza el taller), el hombre se sienta con ese rostro pensativo que deja entrever un amor por las letras y una voluntad férrea por comunicar su conocimiento.
Los alumnos van llegando a cuenta gotas como hojas sueltas caídas de un árbol, pero a las nueve empieza la clase. El retraso se ha convertido en una norma tácita que permite convertir el espacio de reunión en una tertulia amena. El profesor lo acepta con humor, más preocupado por las lecturas que tiene en su plan de estudio, por las anécdotas que le aportan los asistentes, que imponer una autoridad. La literatura es una cuestión de entusiasmo, de apasionamiento y entrega, lo sabe muy bien Beto. Es un modo de vida que aquí se ilustra en cada detalle: en las lecturas que se comparten, en el café caliente que acompaña las conversaciones, en las bromas, comparaciones y críticas compartidas.
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