Literatura

Cuento: Volver a ser un Da Vinci

Carlos César Silva

07/09/2023 - 04:45

 

Cuento: Volver a ser un Da Vinci

 

Claudia, amada mía, volví a Valledupar.

Estoy alojado en el hotel Sicarare. Su ubicación estratégica frente al Banco de la República me sigue seduciendo. Poco han ampliado sus instalaciones, pero tiene jardines, bares, y saunas nuevos.

A todo el personal de trabajo lo cambiaron o quizás a nadie recuerdo. La clientela no ha aumentado mucho, hay un promedio de veinte a treinta clientes por semana, la mayoría son norteamericanos que andan en busca de nuevas minas de carbón.

Todos los días, apenas me despierto, a eso de las 7:00 o 7:30 de la mañana, oigo el vallenato de Emiliano Zuleta Díaz que desde la Cárcel Modelo te dediqué por celular y que se llama como tú. Trato de no llorar por ti, pero cuando escucho ese verso que dice: “…yo sin ti, yo sin ti ya no valgo nada”. No aguanto las ganas de hacerlo, y meto la cabeza en medio de una almohada y entro en un estado de reflexión sobre mi soledad y tu eterna huida.

En las tardes voy al Banco de la República. Desde el 2002 dejó de prestar el servicio de tesorería y empezó a funcionar como una biblioteca. A veces creo que eso pasó por mi culpa, que por mí quebró como el Cine Royal que estaba diagonal al Hotel Sicarare.

Me da risa ver las bóvedas que se rindieron ante los sopletes importados de Panamá, transformadas ahora en aulas para sacar fotocopias. Y a los empleados inventariando a cada rato los libros como si acaso los libros fueran billetes. Ojala pudieras verlos, Claudia, a la mayoría les hace falta poco tiempo para jubilarse, y sin embargo es fácil encontrar en sus ojos una débil honestidad que no aguanta una propuesta indecente y millonaria.

Comencé a leer un ensayo sobre La Novela de Espionaje, el autor es un tal Gabriel Veraldi, yo no lo conozco, ni siquiera lo escuché nombrar cuando anduve escondiéndome en Brasil y fui al Festival de Literatura Erótica y Criminal de Rio de Janeiro. El libro lo elegí al azar y decidí leerlo porqué hallé en la contraportada una frase que me sedujo bastante de otro tal Richard Rowan: “Los espías han ejercido más influencia en la historia que en los historiadores”.

Tú sabes que el tema de los agentes secretos me enardece, que cuando estaba niño mi sueño no era ser un Robbin Hood ni un Superman, sino un James Bond (según el fiscal que conoció mi caso además de que se me hizo realidad ese sueño, me volví un Robin Hood y un Superman maldadoso).

El servicio de biblioteca termina a las 6:30 p.m. A veces, cuando evoco con fervor aquel 1994, imagino que después de haber pasado toda una tarde leyendo junto a ti el ensayo sobre La Novela de Espionaje, nos quedamos encerrados en el Banco de la República y hacemos el amor ante las miradas de Cortázar, Kafka, y Woolf. ¡Ay Claudia! ¿Recuerdas aquel baño portátil de las playas de Santa Marta? ¿Recuerdas que me dijiste que el riesgo despierta la pasión?

El Banco de la República es un laberinto excitante y tramposo que inspira grandes hazañas. Entrar en él, Claudia, me hace sentir nuevamente como un rey, aunque esa es una satisfacción que no me dura mucho, pues enseguida el propio Banco me desengaña con su realidad y me recuerda que nunca he sido un rey y que ahora para colmo de males estoy lejos de ti. Como dice un vallenato que tal vez no conoces: “…el mundo se queda esperando otro rey / y yo me he quedado sin ti”.

La Cárcel y el dinero que no pude gastar son para mí una gran frustración. Sin embargo, Claudia, lo más importante es que hundí el Titanic, sí, lo hundí pese a que muchos decían que era imposible, que ni el mismo Dios podía hacerlo. Tú pensabas igual, me gritabas que estaba loco y que no iba a poder con un reto tan grande, y cuando lo logré, me pediste disculpas y me dijiste que yo era un Da Vinci o un Merlín, y abriste tu bata, me mostraste tus senos y tu pelvis recién rasurada, y con tu índice derecho me dijiste:

—Ven, ven, y roba ahora mi corazón…

 

Carlos César Silva

1 Comentarios


Fredy calderon 18-06-2020 03:57 PM

Me entretuve mucho, y no me molesto para nada que se nombren lugares donde yo viví y eso no es nada fácil de lograr en un cuento. Humilde y negra opinión. Jajaja

Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

Crónica ganadora: La noble causa de un canto vallenato

Crónica ganadora: La noble causa de un canto vallenato

En el año 2007 nació en mi corazón el noble sentimiento de componer una canción que llevara un llamado de atención, un mensaje de ...

Entre redes, de Alexandra Castrillón Gómez: una novela contemporánea

Entre redes, de Alexandra Castrillón Gómez: una novela contemporánea

  Alexandra Castrillón Gómez es una escritora colombiana que reside en México. Es Ingeniera de Sistemas, adelantó estudios de pos...

 José Saramago, el escritor de nuestro tiempo

José Saramago, el escritor de nuestro tiempo

  La primera y última vez que lo vi fue cuando tuvo la amabilidad de visitar el Perú. El motivo no era otro que presentar su libr...

Luis Barros Pavajeau: “Hay que inventarse una nueva forma de narrar el trópico”

Luis Barros Pavajeau: “Hay que inventarse una nueva forma de narrar el trópico”

Desde muy joven, Luis Barros Pavajeau demostraba un gusto fuera de lo común por la lectura. Mientras los demás compañeros de clase s...

Pescar en mares literarios

Pescar en mares literarios

  Mucha gente que he conocido de varios estratos sociales y culturales, han estado de acuerdo en decirme que no empiezan la lectura d...

Lo más leído

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados