Literatura
Luis Alberto Murgas o las sendas del cuerpo
Sentir el haiku en todo su esplendor, en su concepción más espiritual, zen, interior o el acercamiento más al hecho estético, donde sucede el encuentro con Occidente, es abordar un viaje milenario. Octavio Paz habla de esas tradiciones, es decir, del encuentro occidental con la sensibilidad japonesa, para luego trasegar a un encuentro entre lo espiritual y lo estético. Sensación y pensamiento. Viaje de ida y vuelta. Partida y retorno. Basho, uno de los más representativos maestros del haiku, vagabundea por todo el Japón visitando casas roídas, jardines esplendidos, posadas maltrechas, durmiendo en hierbas secas, así, deteniéndose a la contemplación de la luz sobre una piedra, en un árbol, en el desplazamiento de las nubes, en los cuervos, en las hormigas de los caminos, para que luego suceda el haiku, recordemos que él mismo nos dice que el “haiku es lo que está sucediendo ahora, en este instante”, forma de la eternidad, intuición del instante, luz del relámpago, jardín de piedra, luciérnaga incendiada, errancia.
Conocemos de Beto su culto por la palabra justa, orgánica, breve, armonizando así con las “17 sílabas donde cabe el mundo” al decir de Paz. Desde su volumen anterior Hojas de hayo, hasta este El oscuro sendero del ombligo -nuevo título de Terrear Ediciones (Colección Plaquetas de poesía)-, el que nos convoca hoy en clave de Senryū*, sigue afirmando su devoción a esta sabia tradición. Retorno o más diríamos que siempre ha permanecido en esa secreta luminosidad.
Con este nuevo libro nos da un viraje, a diferencia de todos sus antecesores (Basho, Hattori Ransetsu, Yosa Buson, Kobayashi Issa, Masaoka Shiki, Tablada, Borges, Benedetti, Paz, Senegal, Raul Henao, entre otros). Un peregrinaje con otra naturaleza, peregrinaje corporal, poetiza las estaciones del cuerpo, es decir, una escritura corporal, fundando una contemplación o más bien partiendo de una contemplación del cuerpo a su acción erótica. Podríamos apuntar que otras lluvias, soles, bosques, veranos, noches, inviernos, savia, semillas, iguarayas, habitan en nuestros cuerpos.
En otras palabras, nos ofrenda una llama incandescente en esta oscura noche, rebelión de líquidos, mojándonos todos los fonemas. Invitación del cuerpo a morir en otro cuerpo. En el orgasmo es donde realmente somos lo que somos, animales que escupen, muerden, gimen, sangran, carnívoros del deseo. Esto parece decirnos el poeta como tantos maestros de lo erótico. Recordemos a uno de ellos, Georges Bataille, quien nos dijo que el erotismo es la afirmación de la vida hasta en la muerte, Eros y Thanatos, hermandades del deseo, dicho de otra manera, en el deseo afirmamos la vida, el jugo del vivir, avivamos imaginación rebelde, erótica verbal, poética corporal, y si en estos tiempos oscuros donde la violencia masacra cuerpos, donde hay una transvaloración de todos los valores, de una política falsa de ideas, de un desierto nihilista que avanza en nuestro interior, volvamos a la real política, la ética corporal, la que fundan nuestros cuerpos-peregrinaje hedónico- y aceptemos la invitación del poeta a beber la savia de una valva entreabierta, a mojarnos de sol, a erizarnos en la floresta, a frutecer en espera de pájaros de fuego, a danzar en un tropel de furia, a lamer el agua de todos los acantilados, a oler a concha después de la lluvia, a enfebrecer todos los vientres de las frutas, a recorrer todas las sendas del cuerpo, en fin, a vagar por todos los oscuros caminos de los ombligos de este devastado bosque.
William Jiménez
*Forma corta de poesía japonesa similar al Haikú en su construcción -tres líneas con 17 sílabas en total-
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