Literatura
Pequeños somos y otros poemas de Fernando Soto Aparicio
La extensa obra de Fernando Soto Aparicio cubre los más variados géneros, aunque se focaliza fundamentalmente en la narrativa y la poesía. Sus temas habituales se relacionan con los conflictos históricos y sociales que arrastra Colombia; sus obras, en una línea realista, denuncian implícitamente la violencia, la injusticia y las desigualdades sociales.
Entre sus obras más destacadas debe mencionarse la novela Los bienaventurados (1960) y La rebelión de las ratas (1962), con la que obtuvo el premio Selecciones Lengua Española. Este premio supuso también su consagración como escritor.
En este espacio rescatamos 3 de sus poemas publicados en la obra “Tríptico del amor” (2012).
Pequeños somos
Pequeños somos y a la muerte vamos.
Inmersos siempre en el ayer vivimos,
Y el instante de dicha que perdimos
Nunca en la vida lo recuperamos.
Nos condiciona todo lo que fuimos:
Lo que en la senda con dolor dejamos.
Sólo nos ilumina lo que amamos
Y la felicidad que compartimos.
Deja por eso que mi mano oprima
Tu cuerpo con ardor. Deja que gima
Tu boca en un quejido apasionado.
Que si mañana entramos al olvido
Nos quede la ilusión de lo vivido
Y la satisfacción de lo gozado.
Gato
Te digo gato, colibrí, lucero.
Te llamo flor, cocuyo, gelatina.
Te sé como mi norte y mi sendero,
Árbol en llamas, sueño que camina.
Te nombro rosa, pan de dulce, harina,
Garza en las soledades del estero.
Te grito ruiseñor, alondra, ondina,
Postre de leche, colación, pandero.
Fruta y forma de beso en una sola,
Tallo y espina, pétalo y corola,
Pájaro de candela, corazón.
Guitarra y palpitante castañuela
Que por mi vida jugueteando vuela
Con la felicidad de una canción.
Danza
En el mar de la música, como balandra esquiva
Se desliza su cuerpo circulando la danza.
Rodeada por un tibio desdoblamiento avanza
Mientras se despetala como una rosa viva.
Es la piel de sus muslos lo mismo que una lanza
Que hiere la nocturna piel de su falda esquiva.
Su cintura se ensancha floreciendo en la viva
Duplicidad del seno que ofreciéndose avanza.
Gemelos corazones de ébano, en sus manos
Vibran las castañuelas. Dos ardientes veranos
Son sus piernas que brillan arrugando la sombra.
Enerva el excitante perfume que derrama
Y cuando se estremece como trémula llama
Van cayendo pedazos de música en la alfombra.
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