Literatura

Si hubiera sospechado lo que se oye, el cuento breve de Oliverio Girondo

Redacción

08/11/2019 - 00:20

 

Si hubiera sospechado lo que se oye, el cuento breve de Oliverio Girondo

 

Si hubiera sospechado lo que se oye después de muerto, no me suicido.

Apenas se desvanece la musiquita que nos echó a perder los últimos momentos y cerramos los ojos para dormir la eternidad, empiezan las discusiones y las escenas de familia.

¡Qué desconocimiento de las formas! ¡Qué carencia absoluta de compostura! ¡Qué ignorancia de lo que es bien morir!

Ni un conventillo de calabreses malcasados, en plena catástrofe conyugal, daría una noción aproximada de las bataholas que se producen a cada instante.

Mientras algún vecino patalea dentro de su cajón, los de al lado se insultan como carreros, y al mismo tiempo que resuena un estruendo a mudanza, se oyen las carcajadas de los que habitan en la tumba de enfrente.

Cualquier cadáver se considera con el derecho de manifestar a gritos los deseos que había logrado reprimir durante toda su existencia de ciudadano, y no contento con enterarnos de sus mezquindades, de sus infamias, a los cinco minutos de hallarnos instalados en nuestro nicho, nos interioriza de lo que opinan sobre nosotros todos los habitantes del cementerio.

De nada sirve que nos tapemos las orejas. Los comentarios, las risitas irónicas, los cascotes que caen de no se sabe dónde, nos atormentan en tal forma los minutos del día y del insomnio, que nos dan ganas de suicidarnos nuevamente.

Aunque parezca mentira –esas humillaciones– ese continuo estruendo resulta mil veces preferible a los momentos de calma y de silencio.

Por lo común, estos sobrevienen con una brusquedad de síncope. De pronto, sin el menor indicio, caemos en el vacío. Imposible asirse a alguna cosa, encontrar una a que aferrarse. La caída no tiene término. El silencio hace sonar su diapasón. La atmósfera se rarifica cada vez más, y el menor ruidito: una uña, un cartílago que se cae, la falange de un dedo que se desprende, retumba, se amplifica, choca y rebota en los obstáculos que encuentra, se amalgama con todos los ecos que persisten; y cuando parece que ya va a extinguirse, y cerramos los ojos despacito para que no se oiga ni el roce de nuestros párpados, resuena un nuevo ruido que nos espanta el sueño para siempre.

¡Ah, si yo hubiera sabido que la muerte es un país donde no se puede vivir!

 

PanoramaCultural.com.co

0 Comentarios


Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

Los mejores comienzos de novela en español

Los mejores comienzos de novela en español

  En este mundo existe todo tipo de clasificaciones. Es una manía humana la de querer establecer un orden dentro de cada arte y, com...

Carmen Carmen

Carmen Carmen

¡Que rompa el son caliente, y que lo baile la gente, pecho con pecho, vaso con vaso, y agua con agua con aguardiente!   Yoruba soy,...

Cuento: Ficciones sobre la conducta del Rey

Cuento: Ficciones sobre la conducta del Rey

  El rey es joven y hermoso. Muchas mujeres, en la soledad de sus bañeras, acariciándose los senos, sueñan con dormir entre sus br...

La sangre derramada y otros grandes poemas de Federico García Lorca

La sangre derramada y otros grandes poemas de Federico García Lorca

  LA SANGRE DERRAMADA ¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Qu...

El origen de la palabra Macondo

El origen de la palabra Macondo

En “Vivir para contarla” (Bogotá, Norma 2002), Gabriel García Márquez explica de dónde proviene la palabra Macondo en su obra ...

Lo más leído

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados