Literatura

Síndrome del papel en blanco

Diógenes Armando Pino Ávila

13/03/2020 - 06:40

 

Síndrome del papel en blanco

 

Hoy es uno de esos días en que exprimo mi caletre, buscando una idea original para desarrollar un texto que sirva de lectura a mis amigos y lectores, tengo la imperiosa necesidad de escribir algo para el periódico y la revista que muy amablemente dan hospitalidad a mis escritos cada semana. Siento un deseo visceral por escribir, estrujo mis sesos como se estruja la estopa para fregar los utensilios de cocina en los patios de esa ruralidad tan cercana a mis afectos.

Enciendo la computadora, abro el procesador de texto, actúo parsimoniosamente, dando tiempo a que mi voluntad venza a la razón y la obligue a encontrar un tema que sea interesante para el lector, o por lo menos agradable, que carajos, que no le disguste; se da la lucha titánica entre mi voluntad decidida contra esa razón llena de resabios y aliada de mi atención dispersa, que se burla de la voluntad y procrastina pensando en temas que no tienen ni importancia ni interés y que posiblemente solo me interesen a mí.

El papel en blanco, la hoja de bloc que como recurso siempre tengo a la mano se llena de palabras, frases sin sentido que utilizo como disparadores buscando la idea, el tema. Hay momentos que tengo la sensación de que la idea va a salir, que mi mente va a parir el tema, la frase, el inicio de un párrafo que me sirva de guía para desarrollar el artículo que necesito enviar, la mente falla o se confabula con la razón y permite que la idea no cuaje, que se escape que se diluya burlonamente entre otras ideas, palabras y temas que a la larga no son sino basura, distractores que no permiten concentrarme en el esfuerzo de producir un texto.

Abandono la hoja de papel y tomo la computadora y comienzo a digitar esto que estás leyendo, la descripción de mi angustia, el terror, el pánico de un escritor, de sentarse a escribir y no tener una idea de los que va a salir de su caletre. La angustia y el estrés que se siente ante la inutilidad del intento, y la fallida misión de la voluntad al no poder doblegar la razón para que se alinee con el deseo de escribir, de producir una historia para ser contada. Condenada razón que juega con mis ganas de escribir, que sabotea mi férrea voluntad que dicta la orden de seguir disciplinadamente escribiendo sin importar si el tema es de tu interés o no.

Sentir esta angustia ante el papel o ante el procesador de texto de la computadora, es, de por sí, desgastante, frustrante y agotador, situación que produce una angustia existencial, que llena de vació el alma, que deprime e irrita, que encoleriza, al punto de odiar el oficio, o de enzarzarse en la batalla interna de la razón contra la voluntad para ver cuál de ellas gana. La verdad da ganas de bajar los brazos y observar como espectador la lucha entre ellas y dejar de teclear en mi portátil, estas notas que están saliendo mecánicamente de mi interior como producto de mi hábito de escribir, sintiendo que no lleva los jirones de alma que siempre se llevan los escritos que uno acostumbra.

Detengo mi frenético teclear, reviso el texto sin editar y sonrío, creo que el hábito de escribir le gana la batalla a la procrastinación, creo que la disciplina y la terquedad han salvado el momento y que este texto sin quererlo bien puede salvarme a entregar a tiempo de esta columna que semanalmente escribo para ustedes. Creo amigo lector, que esto te dará la idea de los sinsabores que sufrimos los que día a día escribimos para que un público lea, de las angustias que enfrentamos, para crear una historia, del estrés y las rabietas que enfrentamos para cumplir con esta labor.

Escribir es un acto visceral, es una especie de parto, donde se da a luz el producto del numen convertido en un poema, un cuento, una novela, una crónica, una historia. Escribir requiere un esfuerzo y una voluntad férrea que te obligue a producir, una disciplina que te impulse a sentarte a escribir, bien en el papel o en la computadora y, es esa misma disciplina la que vence las tentaciones de pararte, la que morigera el deseo de abandonar, la que te obliga a cumplir con el compromiso que tú mismo te impones de hacer lo que te gusta.

Querido lector, hoy te conté de mis angustias, de mis luchas interiores, del esfuerzo que tengo que hacer al momento de enfrentar las formas escriturales para producir un texto que leerás, tal vez, de prisa, un texto que desecharás, un escrito que de pronto te interesará, un ejercicio lleno de alma, de pasión de deseo de comunicación.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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