Literatura
Textículos para el seso
Estos minicuentos o textículos los publiqué en el libro La noche de los mil arcoíris en el año 2018, hoy quiero compartirlos con todos ustedes amables lectores:
El ÁNGEL
—Aquella estrella que ves en el oriente, sí, esa, la que más alumbra, es tuya, te la regalo —le dijo el abuelo señalando el firmamento.
—¿Y cómo hago para tomarla? —pregunta el niño.
—¡Aprende a volar! —exclamó el anciano sin más explicaciones.
Una noche, siendo ya un adolescente, después de varios intentos, escribió por fin su primer poema, salió al patio, miró el firmamento, buscó su estrella y gritó:
—¡Abuelo, aprendí a volar!
EXCRETOR
Alcanzó a escribir relativamente bien, con fluidez y buen manejo del idioma. Sus lectores le leían con avidez, se puede decir que esperaban sus escritos con ansiedad. Un día se le ocurrió leer sobre técnicas en el arte de escribir y comenzó a depurar su estilo. Primero, con moderación; y después, compulsivamente. Hoy sus antiguos lectores no le leen, nadie le lee. Sus escritos son leídos y releídos por él mismo. Luego, los rompe y los reescribe buscando la pureza de su arte.
¿EL QUÉ DIRÁN?
—Luna, quieres casarte conmigo —dijo El Sol.
—Sí, siempre y cuando tengamos habitaciones separadas —respondió La Luna sonrojada.
—¿Por qué? —preguntó El Sol perplejo.
—¡Qué dirían las estrellas si nos ven haciendo el amor!
EL DIVORCIO
Era un prestigioso científico. Trabajaba en una multinacional que fabricaba fármacos. Su salario ascendía a una suma enorme de varias cifras muy por encima del salario mínimo nacional. Hacía parte del grupo de investigación, y había sido exitoso descubridor de los intrincados mecanismos de la sexualidad varonil y del medicamento que repotenciaba la libido en el hombre. Era aclamado en la sociedad científica y mimado por los accionistas de su empresa.
Pero en su hogar empezaron los problemas que hoy lo tenían ante el juez tramitando su divorcio. Al ser interrogado por éste sobre los motivos en que sustentaba su solicitud, dijo señalando a su mujer:
—No me gusta que ella a cada momento, en privado y en público, me desluzca con ese refrán recurrente que hace un año repite.
—¿Cuál? —preguntó el juez.
—En casa de herrero… —respondió la mujer como una centella:
El juez falló con prontitud, concediendo el divorcio.
Diógenes Armando Pino Ávila
@Tagoto
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
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