Literatura
Muerto, pero de la pea
Sucedió hace mucho tiempo, cuando estaba vigente la constitución de 1863 y el estado soberano del Magdalena tenía muy olvidada la provincia. El mosquito je-jen con sus picaduras repetitivas ya nos había dado el linaje con que nos conocería el resto del país, ballenatos, por la semejanza al crio del cetáceo más grande de los océanos. La medicina era escasa, y lo poco que se usaba, provenía de plantas y rezos de curanderos, que no tenían ningún efecto curativo, era la fe del paciente que surtía efecto en su organismo.
También para esa época existían hombres enviciados en el alcohol, que siempre tenían algún motivo para ahogarse en la bebida maldita que los llevaba a un mundo diferente, donde se olvidan las penas y la tristeza se convierte en alegrías.
Pedro Jiménez era un gran adorador de Baco, con ese dios se liberaba de su estado normal de conciencia, sentía la música más bella y la vivía, también se reunía con amigos para hacer grandes bacanales, donde el alcohol los inhibía del sueño y del hambre.
Las guerras civiles de la época hicieron que los alimentos se escasearan, desde luego también el alcohol. Pedro quería beber, pero las condiciones prohibitivas se lo impedían, entonces se inventó un dolor que no lo tranquilizaba. Se sobaba el abdomen del lado derecho y emitía quejidos de dolor, todos en el pueblo atinaban que se trataba del cólico miserere, resolvieron por unanimidad llevarlo en barbacoa a la capital de la provincia, no sé de dónde, pero de la nada apareció mucho chirinche, los cargadores lo necesitaban para emprender el largo viaje. Pedro acostado en la hamaca, constantemente pedía un trago, según sus palabras, para apaciguar un poco el dolor. Los voluntarios fueron muchos, de modo que se turnaban constantemente durante el largo recorrido, animados por el chirinche, cada vez que se tomaban un trago, Pedro también lo hacía, fueron dos días que emplearon para llegar al destino final y durante todo ese tiempo, Pedro que fingía estar adormilado en su hamaca, no dejó de tomarse sus tragos. Finalmente, cayó en un estado de estupor que todos los cargadores pensaban que había muerto, pero qué sorpresa se llevaron cuando el médico Pavajeau dictaminó el estado del paciente: este hombre no tiene nada, está muerto, pero de la pea.
Arnoldo Mestre Arzuaga
Sobre el autor
Arnoldo Mestre Arzuaga
La narrativa de Nondo
Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.
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