Literatura
Preparación para la caída del níspero
Si está leyendo esto, y ha hecho caso omiso al título, es porque ha tomado una decisión. Bien por usted, lo felicito. Antes de continuar, es necesario que el acto en su mente se encuentre entre las casillas de lo trascendental y lo heroico. Elimine todo temor a las alturas y, por supuesto, créase un níspero, o un pariente cercano hasta el tercer grado de consanguinidad. De no ser así, nuestro método no le va a funcionar. Léase lo siguiente con tono de advertencia: “No marque con una equis (x) las casillas de cobarde o de duda, resultaría en una contradicción de vida o muerte”. Por favor, firma, número de documento y huella. Es normal para continuar este tipo de actos preparativos en la caída de la fruta o, como usted asume, bajo una espléndida disposición, al desprendimiento de las circunstancias naturales.
Va a sentir algo que no sabrá si es preocupación, confusión o miedo. Tranquilo, son las tres juntas que se verán reflejadas en su cuerpo por un leve hormigueo en la barriga, dedos fríos de pies y manos y dificultad al tragar o algo muy parecido a comer pan de sal con mucha sed. Lo anterior es su instinto natural mal funcionando. No le preste atención y disculpe que se recurra a las imágenes del cuerpo humano para comparar su malestar, pero es el protocolo; de no ser así hablaríamos de una semilla alterada por su egocentrismo o usaríamos un antónimo extravagante y preciso que denote una pulpa no tan pulpa.
Aunque, si aún se cree humano deje de leer. Baje la receta. Salga a realizar ejercicios, puede ayudarle a evitar el desencadenamiento de su estructura. Y puede que lo describan jovial, entusiasta, para nada propenso a engordar; pero como ha seguido leyendo por esa curiosidad de no sentirse identificado con aquel metabolismo, sino más bien propenso a decaer, a pensar en paradoja, con temperamento agriado y no halla cuerdo eso de levantarse a trotar en las madrugadas, usted, ha acertado de método.
Es totalmente natural que su respuesta ante cualquier actividad sea un desganado “¿Para qué?”. O, por lo menos lo piense y su rostro lo indique con la soberbia del indiferente, el alejamiento a todo lo humano. Preste atención, porque aquí nace el desacuerdo consigo, debido a que también siente que soporta toda “la hostilidad primitiva del mundo”, para describirle con palabras de un experto (Camus). Eso en español quiere decir que es consciente de no hacer parte de nada y al tiempo es un prototipo más de su especie. No reniegue de ello. Considérese afortunado de su inutilidad. Es lo que lo trajo hasta este punto. Punto donde si yo le dijera perro, usted, pensaría en uno. No, no importa que sea morado, es su perro. Pero sería débil su proceso de cambio si yo le dijera que es un níspero, debe creerlo. Y ahora piensa en él. En su tropicalidad. Y abuso de los planos geográficos con una palabra inexistente, y me aprovecho, además, del plano de la lógica para evadir las líneas imaginarias de la mente y llegar a lo absurdo o, si prefiere una resolución científica: ha sufrido una desviación espontánea del átomo.
De esta forma, pendiendo de una rama, la más leve brisa le revuelve la razón y la sirve en porciones como una torta de cumpleaños. Apártese de la cabeza eso de gozar de un cuerpo aperado y lleno de vitaminas. Se da cuenta porque tenía que firmar antes. Ha dejado atrás el mundo de la motricidad. Y si tenía sueños de ser un domador de leones o un habilidoso contador, ya es demasiado tarde. Más bien piense en las consecuencias de su nuevo estado. Consecuencia inevitable: una caída brutal. Secuelas: La serie de acrobacias que ejecuta para sostenerse y que nadie pagaría por ver, que incluyen no mirar para arriba, sino para abajo. Enfoque absoluto en el precipicio. Cambios bruscos de humor y alteración de la personalidad, por ejemplo: cambiar su color favorito (asumo que era el morado al teñir así al perro) por el gris cemento. No siendo de su preferencia el castaño tierra, ni el verde pasto por el resultado ileso de la caída. Y siente que lo siguen jalando y puede que le llamen gravedad, que la rama no está muy robusta que digamos y usted está cada vez más pesado; compañero, recuerde: trascendental y heroico. Mientras, disfrute de la vista. De la desnudez desoladora que le brinda la naturaleza. Vea la codicia de esa ardilla por una almendra o el celo del ave que por el nido guarda. Sin miedo a las alturas. No se puede dar marcha atrás, usted ya ha firmado el documento. No se preocupe, no le vamos a envolver en periódico para que madure más rápido. Eso no va a pasar. Mire hacia abajo, como es de su gusto, y contemple como han caído los demás. Eso sí va a pasar. Vea las manchas, que serán sus manchas. Estarán esparcidas sobre el cemento gris. Todo un mosaico lleno de estragos que se ha formado no precisamente por un tenue remate. Enseñan, incluso, cierta vocación al derroche, pero es mejor quedar hasta allí para obviar detalles escabrosos. Estese quieto. El objetivo ahora es esperar, a veinte metros del suelo, su turno para caer.
Nelson Gutiérrez Solana
Ganador en 2019 y 2023 de la Beca Distrital de Narrativa de Barranquilla, modalidad “Cuento”. Ha publicado los libros “El extraordinario hábitat del Tití común” y “El Atlas de las suelas”.
8 Comentarios
¡Espectacular!
De los mejores cuentos que he leído!!
Muy bueno!!
Bastante interesante
Genial
Definitivamente te hace pensar, una lectura que te atrapa desde el primer párrafo. ¡Me encanta!
cuando me caí mi mancha era tropical
Muy bien narrado digno merecedor del premio obtenido. Así se relata una historia. Felicitaciones.
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