Música y folclor
Ovejea: una invitación a gozarse la música de gaitas
“Los invito a un festival de gaitas que Ovejas tiene…
Para que oigan hablar del maestro Pacho Llirene”
Rafael García
Rendimos un homenaje a nuestros antepasados zenúes, a la Gaita -como la llamaron los españoles-, pero para nuestros ancestros, chuana; a los gaiteros, tamboreros, compositores y a los organizadores presentes y ya ausentes de este festival, el de Francisco Llirene, en el municipio de Ovejas, en los Montes de María, en el departamento de Sucre.
Este festival recuperó un instrumento aerófono prehispánico: la chuana y, con él, la cumbia, el ritmo gaita y el porro. Este instrumento ancestral y patrimonial es de los pocos que sobreviven en el Caribe colombiano, conocido y reconocido por todos. Este breve homenaje está escrito, a partir de los títulos de canciones interpretadas con gaitas en dicho festival y por fuera de él.
Y los que saben, en octubre dirán “pa’ Ovejas me voy”, al festival de gaitas, para rendirle un “homenaje a la voz”, desde lo más profundo del legado ancestral y que, además, está “escrito en la piel”, y que llama a ese “gaitero en la lejanía”, para hacer un “canto alegre otra vez” y enviar “un saludo montañero”, y exaltar ese “sentimiento gaitero”.
También es un homenaje a Ovejas, porque con su festival “rescató la gaita”, en esas “noches ovejeras”, por allá por los años ochenta y así “yo canto una cumbia alegre”, con mi “gaita morena”.
E igualmente, “llora el cielo” cuando “vamos pa’ el campo”, ya que “si mi vida es un cultivo”, de cosas buenas y vivo “mi vida campesina” de forma sencilla y honorable, no entiendo “por qué nos llaman así”: ¡guerrilleros!
Es importante recordar a esos gaiteros y tamboreros, que terminaban con “la mano quemá”, cuando estaba “pa’ amanecé” en la plaza principal y escuchar el “lamento campesino”, de un hombre de campo, que con su mochila y “el sombrero”, en los ratos libres de su labor se dedicaba al “trabajo de gaitero”.
Acá también suceden cosas increíbles como ver una “rana en tanga”. Pero, ¿cómo suceden estas cosas? Esas son “reserva del sumario”, y “conmigo nadie se meta”, porque yo soy “el hombre de los secretos”, aunque personalmente en la cuestión de tocar la gaita me sale “el tiro por la culata”, y me dirán muchos… “juche perro”.
Estoy seguro de que “Llirene en la gloria”, no espera que estemos tristes y nos manda “el reca’o”, para pedirnos “no me llores muerto”, que solo contamos con “el ayuno”, para no maltratar a “la guacharaca” y a la “tierra mía”, ya que, si seguimos en estas, será “la acabación”, y si no queremos “el fin del mundo” tocará continuar con nuestra “malicia indígena”, nuestra única arma para seguir contemplando esa “flor de melón”, que adorna nuestros campos.
Además, él también nos recomienda en la rueda de la gaita hacer un “nudito en cada vuelta” y bailar una “cumbia caliente”, que es una “tradición ovejera” estar acompañado de una “bailadora e’ gaita”, bajo una “luna cumbiambera”, en la cual también se puede bailar “un porro celestial”.
“Ovejas, con el amor de siempre”, tiene una “historia cotidiana”, asociada a “la siembra del tabaco”, en la cual la “mujer campesina, soba que soba el tabaco”, mientras piensa en “por qué lloran las gaitas”. Todo esto debe ser contado en un “relato de mi pueblo”, “acompañado de gaita”.
En el “encuentro”, “patrimonio de Ovejas” se escucha “un pregón”: el que no vino Ovejas, no supo lo que es ovejea. “Digan si es mentira”, lo que reza el refrán, porque yo “siempre digo la verdad”, como reconocer que el que “trabaja y goza la vida”, adquiere una “riqueza innata”.
Claro está que después de todo este agite, y cuando “canta el pajarito”, lo más hermoso que hay es poder descansar en una “cama berrochona” y si es con “la diosa del baile” mucho mejor. El despertar es “acompañado de gaita” para recibir ese “aroma de nostalgia” que nos arropa. “Llora corazón”, hasta el próximo festival en donde “renacen los gaiteros”, cuando volvemos a escuchar ese grito de “gaita, tú eres”, la “vivencia ancestral” y así es “Ovejas” la “cuna de este festival”.
Iván José Arrázola Merlano
Hijo de Alfredo y Ana María, esposo de Katia, padre de Diana, Sofía e Iván, nacido en Sincelejo. Odontólogo, Especialista en Salud Ocupacional. Docente Universitario. Promotor cultural, Investigador Social y Gestor de Desarrollo.
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