Música y folclor

La manzana podrida

Hernán De La Ossa Benítez

11/10/2022 - 05:45

 

La manzana podrida

 

Hace más de un siglo que nació en las veredas y parajes recónditos de la costa caribe, un movimiento impulsado por hombres aguerridos que quisieron que la música de gaitas y tamboras propias de los indígenas trascendiera en la historia con otro sentido, el de la poesía y los cánones melódicos que ellos mismos instauraron a fuerza de guitarra.

El preludio de lo que hoy llamamos “folklore vallenato” emergió de las sombras para enaltecerse ante el mundo como estandarte colombiano, luego de haber sido blanco de un notorio desdén del que fue víctima en sus nobeles años, cuyo verdugo fue la censura de la clase social para la que, los sonidos pintorescos y las frecuentes parrandas no eran otra cosa que la vulgar manifestación del pueblo.

Su ímpetu se reafirmó con la llegada de un ingenioso invento que arribó a Colombia por el mar caribe. Digo ingenioso porque, entre otras cosas, el acordeón en su estructura no es más que el prospecto de un piano portátil que reemplazó al inmenso piano de cola que utilizaban los marinos para amenizar las fiestas y hacer menos tediosos los viajes en altamar. Cuentan los historiadores que el primer acordeón, el cual fundó la primera generación de acordeoneros que utilizaron su sapiencia para ejecutarlo, era un pequeño “aparato” con fuelle y una hilera a los que llamaron” Pitos” y tres bajos, el cual por acción del viento hacia mover las dulzainas internas para generar notas y sonidos.

El acordeón no ha perdido su esencia, evolucionó para convertirse en el instrumento de mayor importancia en el territorio nacional. Con el vallenato y su popularidad se divisaron tiempos de grandeza. Por coincidencia y al margen de los primeros años de su reconocimiento, cuando el vallenato empezaba a adquirir audiencia y sus intérpretes empezaron a recorrer la costa, en las montañas de la nevada y la sierra del Perijá, se fraguaba un fenómeno delictivo por campesinos que vieron en la coca y la marihuana, una forma fácil de adquirir dinero, estatus social y sobre todo para satisfacer sus intereses de opulencia y respeto. Fue así como en los años sesenta y setenta la inundación de “marimberos” (como se les llamó) era más profusa en las grandes ciudades de la costa norte. Empezaban a oírse por todas partes algunos nombres de los que resalto “el gavilán mayor” y “el rey de la guajira”, sujetos que, por su opulencia y ostentación, llegaron a convertirse en figuras públicas criollas al llegar a las fiestas y reuniones en lugares públicos en camionetas Rangers último modelo.

“La bonanza marimbera”, poco a poco, se hermanó al vallenato. Las agrupaciones del momento eran las más apetecidas para los jolgorios del hampa y figuraban como invitados especiales del emporio de licor, droga y mujeres que configuraba el entorno libertino que daba el dinero. Los pagos eran incalculables, carros, casa, fincas y dinero en efectivo. El vínculo del delito y el vallenato se estrecha y la manzana podrida es el folklore. En términos morales, este folklore centenario merece respeto, por su trayectoria, por los hombres que lo impulsaron y por los compositores y exponentes que lo engrandecen. Por desgracia, ante el resto del país y gracias al pasado escabroso que lo vinculó al mundo del crimen, el vallenato es sinónimo de excentricidad y delito. Últimamente, en otras circunstancias la historia se repite y el escandalo es de nuevo protagonista en las líneas del folklore. El viejo argumento para justificar la inocencia, basado en la ignorancia y el compromiso se ve legítimamente desvirtuado por las razones morales que respaldan al vallenato. Generalizar en conceptos injuriosos es el grave error de los que no conocen la historia y la importancia del género, adaptarlo a condiciones que comprometa a todos sus actores fruto de decisiones ajenas y particulares, es por demás, irresponsable.

 

Hernán De La Ossa 

Sobre el autor

Hernán De La Ossa Benítez

Hernán De La Ossa Benítez

La bitácora del naufrago

Hernán Duley De La Ossa Benítez, nacido en Sincé, departamento de Sucre el 7 de agosto del 2000. Actual estudiante de la facultad de Ciencias jurídicas de la Universidad del Sinú, sede Montería. Escritor por vocación desde sus primeros años. Autor del libro “¿A dónde van las gaviotas?”, publicado por la editorial Torcaza en 2021. Asiduo lector de prensa, literatura contemporánea y amante de la poesía clásica. Poeta y columnista, refiere en sus líneas inquietudes sociales y exalta la cultura de la región sabanera con un ambiente raizal y espontáneo, sencillo y atrapante para el lector. Cursó bachillerato en el Liceo Panamericano campestre de la ciudad de Sincelejo, donde reafirmó su vocación de escritor.

1 Comentarios


Jaime Amaya Torres 13-10-2022 08:40 AM

Acertado el enfoque que le da el autor, a un tema poco abordado. Es cierto que el narcitrafico y el contrabando, usaron el folclor vallenato, en su cénit, su mejor momento, para popularizar a sus más connotados representantes, hasta el grado de endiosado. Me parece muy acertado, no responsabilizar a este ritmo musical, de las connotaciones negativas que trajo consigo, este enlace.

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