Música y folclor

La leña y el fogón: rezagos literarios vallenatos

Luis Carlos Guerra Ávila

14/11/2022 - 06:30

 

La leña y el fogón: rezagos literarios vallenatos

 

Una vez, me encontraba visitando mi pueblo natal Codazzi, tomándome unas cervezas con Héctor Bolaños y Alejo Durán Junior en unos de los lugares predilectos de estos juglares de mi generación, cuando de pronto escuché en la emisora una canción nueva que el dueño de la tienda tenía a todo volumen. Fue una de esas tertulias en donde la música nos hace hablar gritando porque no somos capaces de decirle al tendero que le baje al sonido, sin embargo, nuestra cultura nos formó así.  

Mis oídos se cerraron a la conversación y a otras entretenciones para concentrarme sólo en la letra que Beto Zabaleta estaba interpretando en ese momento, motivo por el cual le insinué al tendero que repitiera la canción. Ese momento para mí fue relevante, ya que estaba escuchando la evolución del contexto literario de las composiciones vallenatas. Me acuerdo que le pregunté al tendero el nombre del compositor a lo cual me respondió muy amablemente: “Martín Madera”.

La letra de esta obra literaria dice: “Mi dirección es www.corazon.com, ésta es la página que busca el amor…”. En ese instante, pensé en los compositores que siempre hacían sus canciones ligadas a nuestro entorno cultural y, a medida que el tiempo y la tecnología fueran cambiando, así también el compositor tendría otras opciones modernas para sus construcciones literarias. Para esta fecha de los 90 yo trabajaba en el Banco de Colombia y enviábamos correos electrónicos a través de los PCs vía telefónica. En los años 93-94, comenzamos a utilizar las páginas web, fue cuando se convirtieron en dominio público en Colombia, de ahí que escuchando esta canción pude sacar varias conclusiones y fue grabada en 1999, si no estoy mal.

Fuimos pasando de la “Leña y el fogón” a las cocinas eléctricas y al gas, de los papelitos, telegramas y cartas de amor al teléfono. De caminar y transportarnos en bestias de montar a la bicicleta y al carro. Hasta ese momento nuestros juglares relataban en sus composiciones historias de amores fugaces entre pueblo y pueblo con argumentos que sólo sus ojos podían captar o de momentos trágicos y acontecimientos que ocurrían en las poblaciones que vivían. Ejemplo de estos cantos: “Los altares de Valencia” de Calixto Ochoa. “Yo no vi pero la gente me dijo”, estaba relatando algo que a él no le constaba, eran rumores. Luego, en otros apartes de la canción dice: “Quiero que me diga el padre Pachito / ¿para dónde iba a llevar los altares?” y al final fue muy duro afirmando: “¡A venderlos era que iba!”

Relata cómo un sacerdote en Valencia de Jesús se quería apoderar de unos utensilios de oro de la iglesia, parece ser que solo fue un rumor y este padre cuando se enteró, iba a excomulgar a Calixto, motivo por el cual le compuso otra canción rectificando lo sucedido y pidiendo perdón.

Contestación al Padre Pachito: “Yo tengo que confesarme para sacarme este pecado/ porque hablé mal de un padre/siendo un padre honrado”. Así Calixto Ochoa rectifica su error y hace esta magistral grabación. Y así existen innumerables textos literarios relatando acontecimientos como “Los Tocaimeros” de Leandro Díaz.

Pero algunos de estos juglares fueron cambiando ellos mismos las redacciones literarias, enmarcando un poco el romanticismo y empleando una línea poética más dada al cariño y al sentimiento que les infundía la naturaleza en torno a la mujer.

En esta fase del Vallenato se comenzó a componer al desamor o despecho. Encontramos canciones ricas en estos temas que servían de base a las nuevas generaciones y que empezaban a incursionar en esta cultura poética. Canciones de Calixto Ochoa como “Lirio rojo” en este contexto literario podemos analizar que, sin maltratar a la dama, reconoce que le fue infiel porque la dejó sola. “Se marchitó mi lirio rojo, pero fue culpa del verano”, un hermoso símil donde la mujer es el lirio rojo y el verano la soledad a la que eran sometidas las mujeres de los juglares que se marchaban casi todo el año en grandes correrías como lo refleja “Lucero espiritual” de Juancho Polo Valencia y muchas más composiciones de otros juglares de la época.

La construcción literaria de compositores como Carlos Huertas, Hernando Marín, Octavio Daza, Freddy Molina, Sergio Moya y Gustavo Gutiérrez, por nombrar algunos, comienzan a elaborarse con los arraigos culturales dentro de un costumbrismo marcado más en la poesía romántica, influenciados en el entorno natural que nos proporciona el ambiente. La naturaleza es imprescindible en esta nueva etapa de evolución literaria sin descartar el amor de una mujer.

Lo descriptivo-narrativo de historias de amores y acontecimientos pueblerinos conlleva también una redacción de comparaciones, metáforas y símiles en donde el compositor hace parte de su propia inspiración. El autor comienza a relatar sucesos que su imaginación nutre y se apodera del paisaje, de la Nevada, los ríos de la región, las cuatro estaciones; le canta a la primavera, se atrevió a regalar al sol y la luna a tal punto de dejarse matar por una mirada de una bella mujer. En pocas palabras, se convierte en un compositor expresivo de un marcado lirismo.

Pero en esta etapa aún se conserva lo rural, podemos decir que lo urbano sigue mezclado. El compositor sale de la ciudad y todavía visita el campo, otros siguen siendo provincianos, aunque visiten zonas urbanas. El mundo sigue cambiando, las nuevas generaciones escuchan éxitos tras éxitos que son verdaderos clásicos de compositores extasiados en construcciones literarias y melódicas llenas de poesías y unos cantantes que hacen de cada canción una excelente interpretación.

Llega la tecnología y junto a ella el desarrollo global, clubes, centros comerciales, piscinas

edificios y toda una infraestructura que hace cambiar el pensamiento y la forma de escribir una canción. También cambia el contexto, en esta etapa no se envían papelitos, desaparecen los encuentros en los ríos, ni se ven por la tapia del patio, cambiamos las cartas por los mensajes de texto y redes sociales.

Las nuevas generaciones pierden el sentido expresivo del compositor lírico enamorado y respetuoso de la mujer. El compositor se deja absorber por otros factores que dominan las ciudades, los versos se vuelven más libres y vacíos, es una tendencia a lo individual. Trata de igualar a la mujer con el hombre; podemos decir que hay una independencia de géneros donde lo femenino es maltratado verbalmente. Los grupos musicales los manejan por momentos con canciones que no perduran. Hoy no se respeta a la mujer en las composiciones y se hacen canciones por encargos.

No obstante, pienso que el mundo puede evolucionar ya que no somos ajenos a estos acontecimientos. La tecnología ha hecho que las nuevas generaciones se queden en casa, pueden emplear y hacer composiciones dignas de buenas redacciones sin descuidar el contexto literario de las bases que nos brinda una buena poesía.

Ojalá y no sea tarde para seguir conservando la forma expresiva del costumbrismo y del romanticismo de nuestros compositores de antaño, pues sigo pensando que esa canción del compositor Martín Madera presagió el cambio en la redacción literaria de las nuevas composiciones dejando la “leña y el fogón” rezagados en el olvido.

 

Luis Carlos Guerra Avila

“El Tachi Guerra”

Sobre el autor

Luis Carlos Guerra Ávila

Luis Carlos Guerra Ávila

Magiriaimo Literario

Luis Carlos "El tachi" Guerra Avila nació en Codazzi, Cesar, un 09-04-62. Escritor, compositor y poeta. Entre sus obras tiene dos producciones musicales: "Auténtico", comercial, y "Misa vallenata", cristiana. Un poemario: "Nadie sabe que soy poeta". Varios ensayos y crónicas: "Origen de la música de acordeón”, “El ultimo juglar”, y análisis literarios de Juancho Polo Valencia, Doña Petra, Hijo de José Camilo, Hígado encebollado, entre otros. Actualmente se dedica a defender el río Magiriamo en Codazzi, como presidente de la Fundación Somos Codazzi y reside en Valledupar (Cesar).

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