Música y folclor

El carángano, un cordófono interpretado por mujeres

Álvaro Rojano Osorio

21/08/2023 - 05:50

 

El carángano, un cordófono interpretado por mujeres
Entre los Mokaná, pueblo indígena del departamento del Atlántico, el carángano era empleado con fines mágico / Foto: créditos a su autor

 

Como carángano se conoce el cordófono que, prácticamente, solo mujeres ejecutan en distintos lugares de la región Caribe, lo que podría tener como explicación la postura machista que los hombres han asumido frente a algunas expresiones culturales. También podría estar relacionado con el carácter matriarcal del instrumento, utilizado, casi siempre, por ellas en lugares cerrados, producto de la prohibición que la sociedad le impuso a esta de hacer presencia en el espacio público.

Del origen de su nombre podemos señalar que, según el Diccionario Histórico de la Lengua (https://ww.raes.es ), proviene de latín cancer, cancri, “con paso de cancro a cáncaro y cáncano”. Mientras que, Fernando Ortiz en: Glosario de afronegrismos, 1924), propone que tiene relación con el étimo karanko, de origen mandinga, utilizado para identificar al piojo blanco.

Este instrumento está compuesto por tres elementos: uno o dos soportes, un cuerpo de resonancia y una cuerda (Marín, Cassiani, Trujillo, Sarmiento. (s. f), que puede ser de fibra vegetal o sintética, o un alambre dulce. Sin embargo, en oportunidades el número de cuerdas utilizadas fue superior a la cifra antes señalada. Como sucedía en Canoas, donde eran tres o cuatro los cordeles o pitas, de las conocidas como “tres listas”, las que, previo revestimiento con cera extraída de colmenas de abejas conocidas como “Canatos” (Rojano 2017), utilizaban para tocar el carángano.

La sonoridad se obtiene sujetando uno de los extremos de la cuerda o trozo de alambre a la punta de una rama de un árbol de totumo o de maíz tostado, la que por su flexibilidad le permite al ejecutante tensionar la cuerda. La rama es atada a un trozo de madera que hace de soporte; sin embargo, en oportunidades es suprimida, y la fibra o el alambre es sujetada a un objeto inamovible sin que por la ausencia de esta parte el instrumento pierda el sonido. Por su parte, la otra punta del filamento es atada a un segmento de cuero de animal, a una lata de aluminio, a una viga, o una caja de madera, que hacen de resonador o amplificador, tras ser ubicado sobre una abertura hecha en el suelo. Hueco en el que, en algunos lugares del Caribe, introducían trozos de madera encendidos o sapos (batracios) vivos, lo que, según sus ejecutores, le daban mejor sonido al instrumento. Para tocarlo el ejecutante se agacha, se sienta o se pone de rodillas, lo hace para, de esa manera, tensionar la cuerda o el alambre.

Sin embargo, podemos concluir que no existe uniformidad en su forma, incluso, hay uno, el de bolillo, que difiere en su estructura de la manera como lo hemos descrito. Otro modelo es el creado por Juana Molinares, de Chorrera, consistente en un trozo de madera fijado a una base de madera al que sujeta la cuerda. El amplificador es un recipiente plástico inclinado que ella sostenía con sus pies. Es móvil, por lo tanto, era el que utilizaba en sus presentaciones en lugares público

Además de estos, existen otros modelos: uno consistente en una cuerda extraída de una palma, verde, de coco en la que en un extremo se ubica una persona con una totuma llena de maíz o de piedra denominada cascajo, que desplaza sobre el cordel, y en el otro, alguien que porta una baqueta con la que la golpea para obtener la sonoridad. El sonido es amplificado por una batea que es ubicada boca abajo sobre una palma de coco. Otra caracterización la encontramos en el Diccionario Histórico de la Lengua (https://ww.raes.es ): “Instrumento musical de cuerda y percusión compuesto por una caña de bambú de más de dos metros de largo a la que se ata una cuerda tensa, generalmente hecha con la corteza del mismo bambú, sobre la que se coloca una vejiga de res inflada que sirve de resoplado.”  Por su parte, el autor Jorge Isaac, en su novela María, lo menciona indicando que de un garabato pendía un mal tamboril y una carrasca, que emitía un sonido rústico. Mientras que William Megenney en su diccionario: Apuntes Léxico costa americana, (1973) dice de él que es un tambor hecho con cuero.

Si bien es cierto que el carángano no es común a todas las poblaciones del Caribe colombiano, tampoco deja de serlo el que, en los lugares donde ha sido tocado, se hallara uno o varios en los patios de las casas de sus ejecutantes. A cerca de la cantidad existente, Librada Obeso Santana, recordaba, que en Bahiahonda, su papá acostumbraba a enterrar una “arria” de palos en el patio de su casa, a los que amarraba pitas para que sus hijas y las vecinas lo tocaran.

Posible origen del carángano

El carángano está clasificado entre los instrumentos denominados como arcos de tierra, que, según Marín, Cassiani, Trujillo, Sarmiento (s. f), basados en la descripción que hace List, es originario de Camerún, donde existe el Angbindi utilizado para entonar la música Baka. Otro investigador, Civallero (2014), señala que los resonadores de calabaza o similares serían de origen africano o inspirados en ellos; aunque deja como constancia que esta es una regla “llena de excepciones”, huecos o incertidumbres. Mientras, Coluccio (1991) plantea que se trata de una réplica indígena de la guitarra española; pero, a pesar de esto, afirma que su origen debemos buscarlo en África.

No obstante, su aparente origen, entre los Mokaná, pueblo indígena asentado en el departamento del Atlántico, era empleado con fines mágico, religioso: agradecerle al dios HÜ, que es del amor, de la pasión, de la vida, del agua. Para hacerlo utilizaban una vara de corozo, la que debía ser cortada en luna menguante, una totuma, a que por su redondez la reconocían como una esfera de palabras, y el maíz, que representaba la abundancia. Los lugares para interpretarlo, en cualquier época del año, eran las orillas de las ciénagas donde obtenían la arcilla o el pegamento para hacer las vasijas. Vasijas que, según la descendiente de esta comunidad amerindia, Jhajaira Toro Jiménez, no solo representaban una actividad productiva, también estaban relacionadas con el amor entre parejas. Este instrumento sigue siendo interpretado por dos personas: uno que toca el arco con dos vaquetas, mientras el segundo hace sonar el maíz seco que está dentro de un recipiente.

El tiempo de sonar o ponerlo

Para interpretarlo ha sido usual la utilización de los dedos, de peinillas, de pequeños pedazos, de cuerno de res o de rama de corozo, El sonido de este instrumento es parecido al de una guitarra acústica, al de un tambor llamador, sus tonos son graves o agudos, y a la ejecución le llaman “fondearlo”.

A noviembre le llamaban el mes del carángano porque era el tiempo en el que mayormente sonaba, en algunos lugares también en diciembre, y unos pocos en septiembre, como lo veremos más adelante. La utilización de este instrumento estaría relacionada con el de los festejos de la productividad agrícola, especialmente el maíz, que era el principal cultivo, el más productivo, en el Caribe colombiano; lo que nos permite colegir que su utilización estaba relacionada con la época de recolección de este producto, de su venta, de su almacenamiento, de su procesamiento, en fin, de bienestar económico. Sin embargo, en algunos sitios estaba prohibido interpretarlo antes de que el cultivo de maíz hubiera dado sus frutos, porque según la tradición oral, su sonido espantaba la lluvia.

Sin embargo, su utilización en Mahates era atemporal debido a que era cualquier día del año sonaba en la cantina de Emilia Pallares, donde sus hijas amenizaban las parrandas con el monótono sonido del instrumento, además, servía de marco musical para los bailadores.

El carángano y su relación con el pajarito y los carnavales

Del Carángano podemos colegir que se trata de un instrumento que ha servido para interpretar distintos géneros musicales, entre ellos el propio, romanceros, así como para animar los carnavales, como sucedía en Pedraza, a orillas del río Magdalena. Allí, para utilizarlo, amarraban un extremo de la cuerda sonora a un puntal, mientras que el otro era sujetado a un trozo de aluminio que hacía de caja de resonancia que ubicaban sobre un orificio cavado inmediato al lugar donde lo interpretaban. Y mientras la ejecutante lo fondeaba, hombres y mujeres danzaban en torno a ella y al instrumento.

También hacía de acompañante musical de cantadoras de pajarito como Carmen Cervantes Osorio en Salamina, Pablita Palmera en Cerro de San Antonio y Ofelia Tapias en Pedraza. Sucedía en noviembre, cuando estas y otras mujeres tendían la cuerda del Carángano, lo “fondeaban”, mientras que de sus gargantas salían los cantos asociados con el pajarito. Pablita ponía el carángano en la puerta de su casa, completaba el conjunto musical con un balde que hacía de tambor y con las bailadoras del pajarito, armaban la rumba (Rojano 2017).

En este mismo mes, en Chorrera, este instrumento aún anima la puesta en escena del disfraz de Mojiganga. Empero, es una tradición que ha perdido importancia al decir de la afamada interprete del monocorde, Juana Molinares, ya que era usual que mientras las Mojigangas iban por las calles, de cada casa saliera el sonido de un carángano. Tocaban dos sones: tamborito y el de la mojiganga.  Tanta ha sido la importancia de la asociación musical con la puesta en escena que la temporada la extendieron hasta los carnavales.

También ocurría en Candelaria, en noviembre, según la investigadora Nohemí Miranda Bojanini, el carángano iba de la mano con el tiempo en que sonaba el pajarito, el que iniciaba el día de santa Catalina y culminaba el día de los santos reyes. Después, los mismos ejecutores del pajarito, lo asociaba con la Bulgaria, cuyo sonido se escuchaba hasta el miércoles de ceniza.

El carángano y la interpretación de romanceros

La ejecución del carángano también ha estado asociada con el canto de romanceros, tal y como sucedía en Barranco de Loba, Bolívar, donde las hermanas García acostumbraban a cantar acompañadas de este instrumento. Vocalizaban el romancero llamado “El Casamiento del piojo y la liendre”: El piojo y la liendre:

Se van a casar

Pero no se casan

Por falta de sal

 

Ya no es por sal

Porque ya tenemos

Ahora es una mesa

Dónde la encontraremos

 

Ya no es por mesa

Porque ya tenemos

Madrina y padrino

Donde encontraremos

 

Responde la gata

Dentro de su cocina

Si arreglan la boda

Yo voy de madrina

 

Responde el ratón

Dentro de su cocina

Si amarran la gata

Yo voy de padrino

 

Ya no es por padrino

Porque ya tenemos

Ahora es el cura

Dónde lo encontraremos

 

Responde el cura

Dentro de su templo:

Si tienen dinero

Habrá casamiento.

[Rojano, 2013]

También en Rosario de Chengue, donde el romancero cantado es El casamiento del viejo y la pulga, cuyo el argumento es la ausencia de padrino, de cura: “El viejo y la pulga se van a casar, por falta de cura no se casarán. Contestó el golero desde sus alturas, que siga la boda, que yo soy el cura...

Mientras que en Chorrera han cantado: Tío Sapo se fue para el cielo/ A reclamar sus derechos/Y como no los encontró/Se tuvo que devolver. Vale destacar las afinidades existentes entre lo que se canta en esta localidad y Pivijay; en la primera se canta “Carángano Pinto”, mientras en la segunda: “Carángano pito mató a su mujer, La hizo bollito y la mando a vender. En Carreto, sur del Atlántico, una extranjera, la española Julia Jiménez García, desde el 26 de diciembre principiaba a tocar Carángano, y aunque era cantadora de pajarito, entonaba versos del romancero español.

Otras expresiones musicales

Mientras que, en Candelaria, eran cuatro las mujeres que interpretaban el cordófono: María Salcedo, Mercedes Collante, Genoveva Medina y Visitación Jinete; de las que se recuerda que eran contratadas para cantar versos románticos en serenatas.  En Salamina, Magdalena, la cantadora Carmen Cervantes Osorio, reconocida como autora de la canción “La Tortuga, utilizaba el Carángano, cuya resonancia era un baúl, para interpretar vallenatos y rancheras.

 

Álvaro Rojano Osorio

 

Bibliografía: 

Abadía, G (1997). Guabinas y Mojigangas. Bogotá.

Civallero, E. (2014). Arcos Musicales: la voz zumbona de los ancestros. Revista digital “Latinoamérica”. (s. d)

Coluccio, F. (1991). Fiestas y costumbres de Latinoamérica. (s. d)

Marín, Cassiani, Trujillo, Sarmiento. (s. f). El Carángano: un instrumento musical del Caribe Colombiano. (s. d)

Rojano, A. (2017). La música del Bajo Magdalena, Subregión río. Barranquilla.

Rojano, A. (2013). La Tambora Viva, Música de la Depresión momposina. Barranquilla

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

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