Ocio y sociedad
Yo me llamo Diomedes: el mejor homenaje al Cacique
Algunas personas esparcieron esta semana una noticia equivocada. Diomedes Díaz no estuvo en Valledupar. Tampoco lo entrevistó Coco Ramos. Todo es el resultado de una descontrolada confusión.
Sabemos que, a esta hora, muchos de los que se pasearon por el centro comercial Guatapurí enla tarde del miércoles –y que vieron cómo la gente se detenía para ver un inesperado espectáculo–, siguen difundiendo el rumor y alabando las capacidades de un Cacique inagotable.
En realidad queremos informarles que nada es lo que parece. O mejor dicho: que todo lo que vieron en ese momento no hace parte de la realidad, sino de un sueño hecho realidad.
A estas alturas, intentaremos ser más claros: el Diomedes Díaz que cantaba, gesticulaba, saludaba a las mujeres, cerraba el ojo derecho, sonreía, respiraba, y bailaba –como sólo el Cacique de la Junta sabe hacerlo–: no era Diomedes Díaz sino Rafael Maestre. El imitador que se ha hecho famoso en todo el país con el programa Yo me llamo.
Con esta noticia, esperamos no desilusionar a los lectores que creían formalmente en la presencia de su ídolo. Pero también queremos ser justos con el que podría ser uno de los mejores imitadores del Cesar y Colombia.
Seis meses después de iniciar el largo proceso de Yo me llamo, Rafael Maestre volvía a Valledupar sonriente y complacido por las muestras de cariño de un público totalmente entregado.
Es cierto que al clon de Diomedes Díaz le puede faltar un poco de pelo, pero le sobra todo lo demás: el carisma, la gracia, la voz, el talento, las mímicas y, cómo no, ese inolvidable cerrar de ojo que hace del Cacique un ser único.
Frente a más de 120 rivales de todo Colombia que llegaban histriónicos y emperifollados, con gafas de colores, peluquín engominado, botas de piel de cocodrilo y el diamante incrustado en el diente, Rafael Maestre demostró que Diomedes es Diomedes no sólo por la apariencia sino por el lenguaje que emplea, sus expresiones, sus sonrisas, su forma tan especial de moverse en el escenario y conectar con el público.
El concursante llegó a rozar la final, y en muchas apuestas se le incluía entre los ganadores junto con el imitador de José José, pero la suerte quiso que su camino se detuviera ahí.
Rafael Maestre tuvo que olvidar irremediablemente el sueño de los quinientos millones de pesos. Fue algo difícil de digerir, sobre todo después de tanto esfuerzo y presión mediática, pero el imitador no hizo ninguna muestra de aflicción en público. Mantuvo en todo momento la compostura y eso hace que su personaje de imitador haya ganado en admiradores.
Hoy, “Yo me llamo Diomedes” se queda con todo lo mejor: los innumerables seguidores, el reconocimiento, los cuatro meses de aprendizajes y tutoriales de canto, la experiencia y la sensación de haberse abierto muchas puertas.
Antes de despedirse, Rafael hipnotizó el público con la declamación de un poema que escribió en su juventud y en el que incluyó los títulos de más de noventa canciones del repertorio de Diomedes Díaz. Los aplausos fueron notorios y la respuesta de Rafael también: “Se las dejo ahí”.
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