Ocio y sociedad

Los mejores apodos de Plato Magdalena

Luis Carlos Guerra Ávila

08/06/2023 - 00:15

 

Los mejores apodos de Plato Magdalena
Monumento a la leyenda del Hombre caimán en Plato, Magdalena / Foto: créditos a su autor

 

Sean gratos los DICHOS de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti,Oh Dios, roca mía, y redentor mío”. (Salmos 19,14)

El bus en el cual me transportaba como pasajero lo manejaba su dueño. Lo apodaban el "Cubano". Todo un personaje en esta región, su vehículo era el único transporte adecuado para la época invernal, mitad camión y mitad bus con cadenas para colocarle a las llantas en caso de que se pegaran al barro. Al oír una y otra vez el apodo cuando llamaban al Cubano mis recuerdos evocaron mi infancia y empecé a hacer memoria el porque me decían Tachi, ¿de dónde salió este sobrenombre? Una vez le pregunté a mi mamá y me dio una respuesta vaga: -no sé, así te dicen desde pequeñito-. Pero menos mal y el apodo que mi Papá me tenía preparado no trascendió, pues, él me decía “Caco” y realmente no me gustaba. Tener un apodo es muy natural en casi todo el país y sobre todo en la Costa Caribe, casi nadie se escapa a este remoquete; yo creo que a veces es para no decir el nombre tan largo que nos colocan, otras veces, me dijo una Tía, sale de la primera palabra que decimos cuando somos bebés.

Mi consuelo son mis hermanos, pienso. Al menor, José Iván le dicen “Chilo”, a Oscar Enrique “El Negro” y a Lucy Stella “La Mona”, estos dos últimos por el color de su piel y también ligados a esta trayectoria que heredamos de nuestros abuelos “Chato" y "Mama Inda”, que en realidad son José Concepción y Florinda, respectivamente. No obstante, la mayoría de los apodos provienen de la composición de los nombres, por ejemplo a los José María les dicen “chema”, a los Jesús les dicen “chu” por no citar otros. Enseguida por mi mente comenzaron a danzar los sobrenombres de los amigos que he conocido “Millo, Checha, Juancho, Chucho, Chay, Pepe, Waro”, así, puedo concluír que son más fáciles de recordar y que los amigos con nombres propios son menos.

Pero, lo que en realidad me tenía haciendo esta reflexión y pensando no era tanto el haber escuchado el apodo de “El Cubano”, era el hecho de que este personaje se parecía en cierto modo a un Cubano. Alguien que supo de mi traslado para el municipio de Plato (Magdalena) me dijo: -Ojo, te van a colocar un sobrenombre de acuerdo a tu personalidad- -¿Como así?-, exclamé, -sí-, me respondió, -En ese pueblo colocan los mejores apodos de todo el mundo-, me reafirmó.

Estaba tratando de dormitar, pero, la verdad en el bus de el Cubano es imposible hacerlo, sobre todo cuando se lleva siete horas de camino y cuando los huecos y el polvo se convierten en tu peor enemigo. Un niño que viajaba cerca de mí, al verme mono del polvo que me envolvía, casi tirando a blanco, pues, así es el color de la tierra en esta región sacó una risa burlona y me dijo: -Pareces un “albino”-, no tuve más remedio que sonreír y pensar que aquel niño estaba haciendo honor a su raza.

-Oye!... Cubano... Apura que “Tripa Floja” va vomitando-, gritaron desde la parte trasera. El Cubano soltó la risa... -Cosa rara-, balbuceó.

Llegamos a eso de la 1:30 de la tarde, un viaje que había salido desde las seis de la mañana desde Bosconia, que entre otras cosas ese día me enteré que le decían “Fogonia” porque era un pueblo demasiado caliente, y allí la gente suda candela, comentario que me hizo el cubano. Una vez recibido mi equipaje, me fui a despedir de tan peculiar personaje y dándome la mano me dijo: -Cacha, Bienvenido a la tierra del Hombre Caimán- -No, yo no soy del interior del país-, Le respondí. -No! pero tienes una cara de cachaco que no puedes con ella-, me respondió.

Un muchacho con una carretilla compuesta por tres tablas y cuatro ruedas de bicicleta estaba oyendo la conversación y me dijo: -¿lo llevo a un hotel?- -sí, Gracias-, respondí. Una vez llegamos, bajó las maletas y le pregunté: –¿Cuánto te debo?- -Son dos mil pesos-, me dijo. Cuando le cancelé se despidió de una manera muy formal: -Chao “Carecachaco”-.

Pensé que mi estadía en estas tierras iba a pasar desapercibida y en tan solo medio día ya llevaba tres sobrenombres: “Albino, Cacha, y Carecachaco”. Al siguiente día me presenté en mi trabajo y el primero en recibirme fue nada más y nada menos que el “chavo”; en realidad quedé asombrado por el parecido con este personaje mejicano, al menos pensé que no fue muy difícil ponerle el apodo. Mi curiosidad se centraba ahora en cómo colocaron el primer apodo en la región y si a las personas les daba inconformidad por los sobrenombres tan bien puestos, y fue el mismo “chavo” que me sacó de dudas, me dijo: -Mira Luis Carlos, eso comenzó hace como veinte años, llegó un Topógrafo para trazar la carretera que va para el pueblo de el Difícil y el señor necesitaba que le hicieran unas estacas de madera para ir marcando los trazos, entonces le pidió el favor a uno de los empleados que cogiera un machete y cortara de los árboles muchas estaquitas, ese día surgió el primer apodo, “ Doctor estaquita”, y hasta el día de hoy no se lo han quitado. Después que el chavo me contara esa historia mi vida transcurrió normal, pasaron los días hasta que me presentaron al “Único” y fue a el mismo que le pregunté por qué le decían así, se sonrío y me dijo: -Cuando yo llegué a estas tierras duré un buen tiempo sin que me pusieran sobrenombre, y estando en el puerto con un grupo de amigos se me ocurrió decir soy el “Único” que no tiene apodo, ese día quedé bautizado-.

Transcurrió el tiempo y por los apodos bien puestos fui conociendo las personas sin necesidad que me las mostraran, conocí a “Mico a Pie” muy semejante y peculiar, también conocí a “Hierro Viejo”, este señor se hizo amigo mío, era dueño de una chatarrería; pero a medida que conocía y me integraba a la población e iba conociendo amigos me sorprendían con apodos como “El Siete Bocas”, no encontraba la razón para colocar un sobrenombre de este calibre, cuando mi compadre “Juanca” me llevó a conocerlo me dijo: -¿Cuántas calles desembocan en esta esquina?-, enseguida conté seis calles, -bien, ahora toca en la esquina donde llegan las seis calles y mira quién te abre la puerta-, mi curiosidad no se hizo esperar y me abrió la puerta un tipo con una bemba y una boca grandísima, la respuesta quedó justificada y sin palabras, le queda a uno la pregunta de por qué ese señor tenía que vivir justamente ahí.

Ya después se me hizo familiar hablar con el “Mete Monos”, un señor pensionado del juzgado quién llegó a Plato sin ningún título y la gente creía que era abogado, cuando llegó a reemplazarlo uno verdadero un vecino se sintió engañado y le dijo: -Ombe! usted es un “Mete Mono”-.

Pero los apodos no sólo son con las personas, encontré por ejemplo llevando una encomienda al callejón de los “Caga Juntos”, allí las personas hace mucho tiempo iban a hacer sus necesidades, por que no existían inodoros. Hoy en día existe este callejón con el mismo nombre.

Nunca imaginé que utilizarían un sobrenombre que sobresalió mucho en las noticias y que tal acontecimiento, inspirara a un plateño para poner un apodo. Cuando llegué a mi casa por la tardecita, mi vecino estaba llamando a su perro para que entrara y le gritaba...

-¡venga, Bin Laden !-

Asombrado le pregunté:

-veci, ¿y ese sobrenombre?

Me respondió:

-Ombe, es que a ese perro le gusta la calle y tumbó de una motocicleta al papá y al hijo de apellido Torres, o sea derribó dos torres-.

Vivir en Plato desde el primer día siempre me causó admiración, sobre todo la forma como ponen los sobrenombres, la persona que me lo dijo no se equivocó y siempre me mantuve a la expectativa del apodo que me pondrían, pues, los apodos que me pusieron cuando llegué no prosperaron, por las circunstancias como ocurrieron, pensaba, que si me salvé del “Caco” que me quería poner mi papá, en hora buena, me había salvado en el municipio de Plato de “Albino, el Cacha y el Carecachaco”; Pero por cosas de la vida renuncié a la empresa donde trabajaba y me dediqué al transporte puerta a puerta, salía de Plato para Valledupar y regresaba por la tarde con cuatro pasajeros, en un automóvil de mi propiedad los compañeros de la cooperativa hacían el recorrido en dos horas y media, yo como no corría lo hacía en tres horas y media; esto hizo que mis compañeros me incluyeran en la lista de los apodos bien puestos en esta población, en honor al más grande piloto de Fórmula uno que haya tenido Colombia, me colocaron... Juan Pablo Morrocoya.

 

FIN.

 

Luis Carlos Guerra Ávila

Tachi Guerra

Sobre el autor

Luis Carlos Guerra Ávila

Luis Carlos Guerra Ávila

Magiriaimo Literario

Luis Carlos "El tachi" Guerra Avila nació en Codazzi, Cesar, un 09-04-62. Escritor, compositor y poeta. Entre sus obras tiene dos producciones musicales: "Auténtico", comercial, y "Misa vallenata", cristiana. Un poemario: "Nadie sabe que soy poeta". Varios ensayos y crónicas: "Origen de la música de acordeón”, “El ultimo juglar”, y análisis literarios de Juancho Polo Valencia, Doña Petra, Hijo de José Camilo, Hígado encebollado, entre otros. Actualmente se dedica a defender el río Magiriamo en Codazzi, como presidente de la Fundación Somos Codazzi y reside en Valledupar (Cesar).

1 Comentarios


Hidalgo Velez Barranco 08-06-2023 06:31 AM

Excelente amigo Luis Carlos, ya lo estaba extrañando.

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