Ocio y sociedad

Una tradición milenaria: las tarjetas de navidad

Eddie José Dániels García

26/12/2023 - 04:55

 

Una tradición milenaria: las tarjetas de navidad
Una antigua tarjeta navideña que ilustra la larga trayectoria de esta tradición / Foto: Rafael Castillejo

 

En medio de tanto ruido, tanto temor y tanta innovación tecnológica que nos acosa en la actualidad, y dan origen al desespero y a la agonía vivencial, que con toda seguridad atormenta al mundo entero, son escasas las personas que tienen conocimiento y valoran la gran significación que representan para la Humanidad las tradicionales tarjetas navideñas. Por esta razón, es muchísima la gente que se muestra apática e indiferente y les resta importancia a estos magníficos detalles que, además de encerrar una profunda nota de alegría y regocijo, vienen transitando con las costumbres humanas desde tiempos antiquísimos. Sin embargo, frente a las ojerizas ocasionales, también encontramos personas sensibles, que aprecian estos mensajes y, ajenos a los atafagos cotidianos, se interesan por ello y buscan mantener vivas las tradiciones para contribuir con el fortalecimiento de la paz familiar, la armonía nacional y la concordia universal. De esta manera, se preocupan y sienten gratísima satisfacción por las Tarjetas de Navidad, y año tras año disfrutan con los más variados y llamativos diseños que salen al mercado, y cumplen con el sagrado compromiso de cursarlas entre sus amistades y allegados, enviando en ellas un mensaje diciente y oportuno sobre la actualidad y el año venidero.

El origen de las tarjetas de navidad se remonta a las fiestas romanas que se ofrecían en honor de Jano, dios de la Paz, y se dedicaban al culto de la amistad, felicitando a los familiares y amigos con ramas de olivo, monedas de oro y dulces variados. Con el transcurso de los años estas celebridades se cristianizaron y el intercambio de pruebas de amistad se convirtió en reparto de regalos y tarjetas de felicitación. Aunque la primera postal salida de la imprenta fue enviada desde Estrasburgo en 1476, firmada por el grabador E.S. Masters, la invención de las tarjetas navideñas se la debemos al británico Henry Cole, un reconocido empresario que editaba libros y cuentos infantiles ilustrados y llegó a ser director de un famoso museo londinense. En el año 1843, Cole le pidió a un amigo dibujante, llamado John Horsley, que le hiciera unos dibujos con llamativas escenas navideñas, que más tarde reprodujo en una imprenta mediana con breves mensajes, que expresaban buenos deseos y felicitaciones. Estas postales, coloreadas manualmente y firmadas, fueron utilizadas por Cole, como un gesto significativo para compensar, o más bien para justificar, el retraso que mantenía en contestar el correo, puesto que era bastante olvidadizo en sus asuntos y compromisos personales.

Así que Cole imprimía las que necesitaba para su uso particular y algunas más que vendía en su negocio de librero, al precio de un chelín cada unidad, el valor de una comida de la época. Hoy, la postal de Cole y Horsley, diseñada en 1843, está considerada como la primera tarjeta navideña impresa para uso comercial. Y fue el diseñador John Horsley quien incluyó en la tarjeta la frase “Alegre navidad y Feliz año nuevo”, que ha perdurado hasta nuestros días. Al año siguiente, la Reina Victoria de Inglaterra imitó esta forma de felicitación y mandó a imprimir una gran cantidad de tarjetas para repartirlas entre sus amistades. En aquellos tiempos, faltaban aún más de ciento cincuenta años para que llegara la revolución tecnológica que hoy estamos disfrutando, y que facilita a la gente, haciendo uso, y abuso, de las redes sociales, enviar tarjetas de navidad con múltiples mensajes y diseños significativos a sus familiares, sus amistades e inclusive a personas desconocidas. Con una facilidad espantosa, diariamente circulan millones de textos y esquelas navideñas entre los usuarios de las redes sociales. El único problema es que no queda ningún testimonio físico de estos mensajes.    

De todas maneras, sea cual fuere su forma de presentación, las tarjetas navideñas representan un motivo singular en el mes de diciembre y son consideradas como muestra de amistad y afecto en todos los rincones del universo, y en torno de ellas se han generado muchísimos casos curiosos. Hace algunos años leí en una ‘Revista del Jueves’, que circulaba con ESPECTADOR, que en Bucaramanga había un aficionado que llevaba más de cincuenta años coleccionado tarjetas de navidad y exhibía un lujoso muestrario que superaba los cinco mil modelos distintos. También tengo conocimiento de que existen varios pueblos en Colombia donde la gente se dedica a pintar las tarjetas a mano para imprimirles más significación y sinceridad a los motivos navideños. Con toda seguridad, esta costumbre ya pasó al cuarto del olvido, puesto que la internet acabó con ella. Asimismo, recuerdo que hasta comienzos de siglos los representantes de las editoriales, desde octubre, se repartían por todo el país ofreciéndole a la gente, y a las empresas, los innovadores diseños de las nuevas tarjetas. Para mí, desde el momento en que desaparecieron las muestras físicas, perdí la afición por las mismas. De recuerdo conservo varios álbumes donde tengo coleccionadas todas las tarjetas que alcancé a recibir.     

 

Eddie José Daniels García

Sobre el autor

Eddie José Dániels García

Eddie José Dániels García

Reflejos cotidianos

Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.

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