Opinión
La poda de árboles en los colegios de Valledupar
El árbol es una bendición de Dios. En una ciudad calurosa como Valledupar, un árbol a mediodía es como un racimo de lluvia en la mitad del desierto. Además de producir el oxígeno que es indispensable para la respiración de los seres aeróbicos, los árboles ayudan a disminuir la contaminación ocasionada por el humo y los ruidos.
La destrucción de los bosques y la quema indiscriminada de combustibles fósiles produce un incremento exagerado del contenido en anhídrido carbónico en la atmósfera. Este fenómeno se conoce como efecto invernadero, y la consecuencia inmediata es el recalentamiento global. Todas las ONGs ambientalistas organizan campañas pedagógicas en defensa de la conservación de los bosques y promueven la utilización de energía no contaminantes.
La protección de los bosques, los ríos y la biodiversidad es lema de los ambientalistas. La Constitución de Colombia en acatamiento a este lema, en su artículo 79 establece que: “Toda persona tiene derecho a gozar de un ambiente sano”. Y por consiguiente, las instituciones educativas son las primeras en comprometerse con la formación de ciudadanos en la cultura de la defensa y protección del medio ambiente; por eso la legislación educativa determina la obligatoriedad del Proyecto de Educación Ambiental, que los docentes del área de ciencias naturales deben implementar y cuyo principal objetivo es crear conciencia ecológica de conservación y defensa del medio ambiente.
Pero nos sorprende que en Valledupar, contradiciendo los principios de la defensa y conservación de los recursos forestales, algunos rectores contratan a personas que no tienen el conocimiento ni la experiencia en las podas técnicas y dejan los árboles en completa desnudez de su follaje.
Podrá usted imaginarse un colegio de más de mil estudiantes, con sus patios cementados, sin zonas verdes y los árboles en meros troncos, sin hojas ni ramas. ¿Dónde se refugian los estudiantes en horas de recreo o cómo soportan los inmensos calores en las aulas de clases, entre 10 de la mañana y 3 de la tarde?
La contraloría municipal, que es la entidad encargada vigilar el desarrollo del proyecto de educación ambiental, debería institucionalizar una alianza estratégica con Corpocesar para capacitar a los rectores en las técnicas de contratación para las podas de los árboles.
Una reconocida rectora de una institución educativa de Valledupar, hizo esta declaración pública: “podamos los arboles por precaución, porque personas desadaptadas se escondían en ellos para venderles drogas a los estudiantes”.
Respetuosamente invitamos a que la rectora revise su declaración, porque con ese concepto, un alcalde, ante la presencia de vendedores de drogas en los parques y en las calles, puede optar por tumbar todos los árboles de la ciudad.
José Atuesta Mindiola
Sobre el autor
José Atuesta Mindiola
El tinajero
José Atuesta Mindiola (Mariangola, Cesar). Poeta y profesor de biología. Ganó en el año 2003 el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y es autor de libros como “Dulce arena del musengue” (1991), “Estación de los cuerpos” (1996), “Décimas Vallenatas” (2006), “La décima es como el río” (2008) y “Sonetos Vallenatos” (2011).
Su columna “El Tinajero” aborda los capítulos más variados de la actualidad y la cultura del Cesar.
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