Opinión
Ecos sinfónicos
Intensa emoción produjo la actuación de la Orquesta sinfónica de la Universidad Nacional en Valledupar. Los conciertos al aire libre, realizados el pasado jueves y viernes, contaron con numerosa asistencia. En la plaza del barrio 1 de mayo fueron insuficientes las mil sillas dispuestas. Igual sucedió en la plazoleta de la Gobernación.
En la escuela de Bellas Artes de la Universidad Popular se realizó un concierto didáctico que también convocó a una entusiasta concurrencia. En fin, una buena demostración del impacto cultural que tendrá la Universidad Nacional en nuestra región y un gran acierto de la gobernación del Cesar al contribuir a democratizar la cultura brindándole a la gente, sin distingos de clase, la oportunidad de disfrutar un espectáculo excepcional. Así se construye paz y reconciliación.
Los positivos comentarios de los asistentes corroboran la existencia de un público ávido de disfrutar la música clásica e ir más allá de los límites impuestos por la tradición y el folclor vallenato, sin que esto se traduzca en un desprecio a nuestros propios valores.
El talento musical de nuestro pueblo merece revelarse en otras expresiones de la cultura universal. Familiarizarse con el arte musical clásico traerá grandes beneficios a la ciudadanía. La interpretación de la música sinfónica contribuye al rendimiento académico, fomenta la equidad de género, reduce la violencia intrafamiliar, la drogadicción y el alcoholismo, para no hablar del goce espiritual que genera el contacto con las obras de Mozart, Beethoven, Bach, Wagner y Vivaldi, entre otros.
Contamos ya con el embrión de la orquesta sinfónica juvenil de Valledupar, organizada y dirigida por la fundación Batuta, con el apoyo de la Fundación Carboandes y la Alcaldía. Hay un potencial enorme en nuestros niños y niñas. Solo falta el respaldo decidido del sector público y privado para conformar no una orquesta sino un movimiento sinfónico masivo, con miles de jóvenes involucrados.
A finales del siglo XIX Bogotá, con solo 100 mil habitantes, construyó dos teatros para la presentación de zarzuelas, recitales, ballets y operas: el Municipal y el Colón. Cartagena construyó su teatro, Pedro de Heredia, en 1912, cuando apenas contaba con 40 mil pobladores.
En Valledupar viven 400 mil personas: ¿Demandan un teatro en donde se presenten conciertos, espectáculos, montajes teatrales, óperas y ballets, o, se satisfacen sus inquietudes culturales con la feria ganadera y el festival vallenato? Después del éxito de los conciertos mencionados, estoy seguro que la respuesta es positiva: lo disfrutarían con entusiasmo.
La ciudad necesita un escenario apropiado para estas expresiones del arte. ¡Hay que construir el teatro municipal de Valledupar!
Señor gobernador: no es tarde aún, en sus manos está la decisión de hacer realidad el derecho ciudadano a disfrutar de la cultura. No solo de acordeón viven los vallenatos. Los conciertos de la semana pasada así lo atestiguan.
Rodolfo Quintero Romero
@rodoquinteromer
Sobre el autor
Rodolfo Quintero Romero
Causa común
Rodolfo Quintero Romero. Agrónomo. Máster en Economía, especialista en Derecho del Medio Ambiente y Profesor Universitario. Su columna nos invita a conectar con la actualidad cesarense y entender los retos a enfrentar para lograr un crecimiento sostenible y duradero en el departamento.
0 Comentarios
Le puede interesar
La degradación del conflicto
El hallazgo de una cabeza humana flotando en las aguas del majestuoso e insigne rio Guatapurí, en la ciudad de Valledupar, debe en...
84 años de una masacre macondiana
La segunda mitad del siglo XIX marcó el inicio del desarrollo capitalista en Colombia. Hasta entonces, las relaciones feudales dominab...
¿Un consejo de Estado masculinizado?
Hace unas semanas leí la noticia sobre 4 vacantes del Consejo de Estado para proveer los cargos de magistrados en las secciones p...
Entre el nombramiento y la pensión
Los medios de comunicación tradicionales y alternativos, todas las redes sociales en Colombia, tocan el tema que es tendencia, la ...
Odio: el reinado del mal
“Odiar a alguien es darle demasiada importancia (y a veces ni la tiene)”, Reflexión. Cada día la sociedad se ve más inmersa en...