Opinión
Editorial: Mandela, un ejemplo para Colombia
Tras la muerte del gran líder africano Nelson Rolihlahla Mandela el pasado 5 de diciembre, los homenajes y muestras de cariño se han sucedido con una emoción incontenible. El mundo entero ha reconocido el valor de un hombre valiente y de su maravilloso legado de libertad y dignidad.
No ha habido y no habrá otro hombre como Mandela. Su lucha frente al racismo más execrable, el sacrificio de 27 años de cárcel y su capacidad para liderar un país en medio de tantas complejidades y rencores hacen de él una persona única. Por no decir irrepetible.
Sin embargo, podemos aprender de su existencia. Este gran hombre puede ser el ejemplo a seguir para naciones como Colombia que aspiran a dejar atrás un sinfín de conflictos y desilusiones, una espiral interminable de odios y recelos que impiden el correcto ejercicio de la democracia.
Nelson Mandela realizó cuatro acciones de inmenso valor que cambiaron definitivamente el devenir de Sudáfrica e hicieron posible creer en la convivencia armoniosa de gentes tan diferentes.
La primera de todas fue abandonar el uso de la violencia durante su encarcelamiento en la prisión de Rodden Island. En ese momento, nuestro querido Mandela descubrió que el uso de las ideas y del diálogo tenía una repercusión más notable en el tiempo y en el mundo que cualquier acto de violencia.
Esa filosofía inspirada en las luchas de Ghandi y Martín Luther King aportó credibilidad y consideración a su causa. Mandela supo transformarse en un hombre capaz de negociar, dialogar y representar a un pueblo entero sin renunciar a sus ideales y su dignidad.
La segunda acción advino también en la cárcel, cuando en 1984 el gobierno del presidente sudafricano Botha se acercó para ofrecerle un trato de favor. La idea era acabar con ese mito creciente con una libertad en un territorio autónomo pero Mandela se negó y mostró ser incorruptible. Antes de buscar la libertad para él mismo había que otorgársela a toda su gente.
Finalmente, ya estando en el poder, Mandela supo perdonar a los rivales por su indecencia y, además, estableció un modelo valioso para la democracia negándose a perpetuarse en el poder.
De esta manera, nos mostró a todos que el poder ha de buscarse con un firme propósito: el de servir al pueblo, y ése es el gran ejemplo que los políticos, negociadores y electores colombianos deberían seguir durante este proceso de Paz.
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