Opinión

¿Por qué político no?

Diógenes Armando Pino Ávila

01/08/2014 - 12:00

 

La semana pasada hacía algunas reflexiones sobre la tendencia de los jóvenes y niños que en su mayoría querían ser con James Rodríguez, pues bien, muy a pesar de que tengo la costumbre de desconectarme rápidamente de un tema para enfrentar otro en mi columna, esta vez no he podido, y al dar vueltas sobre el asunto, encuentro que nuestros chicos, si bien quieren ser como James, no quieren ser como ningún político colombiano.

Planteado el nuevo tema encuentro que hay una marcada aversión por parte de los estudiantes hacia la política y hacia los políticos en términos generales. Parece ser que la política está tan desprestigiada que ni la inocencia infantil la acepta y ni la fogosidad rebelde del joven la digiere. Creo que este rechazo marcado se debe a que todos los días los periódicos y los noticieros de la televisión denuncian casos de corrupción donde aparece la política y los políticos como protagonistas principales, ese nefasto reparto estelar de la maldad metiéndole mano a los recursos de todos los colombianos hace que nuestros jóvenes, afortunadamente, no deseen incursionar en tan contaminada actividad.

No hay un día en que no aparezca en grandes titulares casos como «Andrés Felipe Arias y Agro Ingreso Seguro» en que los subsidios para los pequeños productores campesinos fueron a parar a manos de narcotraficantes reconocidos y a manos de familias adineradas que después hacían jugosos aportes a la campaña del mismo Andrés Felipe, hoy condenado a varios años de cárcel. Los políticos mojan prensa a diario, vemos por ejemplo que el candidato a la presidencia por el Centro Democrático Óscar Iván Zuluaga aparece enredado en un sonado caso de espionaje contra el Estado y el proceso de paz donde unos hackers, incluso, chuzaban a Pachito Santos y al mismo Presidente de la República.

Otro día encontramos que don Berna, Mancuso y otros jefes paramilitares acusan al Expresidente Uribe de tener nexos con esta estructura criminal, cuando no, que Tomás y Gerónimo, hijos del senador Uribe, según la prensa, hicieron tráfico de influencia y otras cosas non sanctas para apropiarse de terrenos que fueron después legalizados por papá Uribe como zonas francas. El sonado caso de los Hermanos Moreno en Bogotá con su carrusel de contratación y la apropiación de billones de pesos por parte de los Nule y otros contratistas, cada día envuelven a más políticos ya que ante la fiscalía estos contratistas declaran haber dado coimas a concejales y políticos de la capital. Peor aún, nuestros pueblos y ciudades no se han quedado atrás, ya que en ellos el pan de cada día es la misma temática de tramoyas y chanchullos.

En fin, este obscuro panorama hace que nuestras juventudes rechacen y muestren su repudio frente al quehacer político y sus agentes. De ahí que no quieran acercarse a esta actividad social, y a pesar de que en nuestro medio, ser político no requiere preparación académica y, peor aún, a ella llegan, en su gran mayoría, personas que no han tenido mayores estudios y que no brillan precisamente por su lucidez intelectual. Nuestros jóvenes saben que a la política se accede en primer lugar por el poder del dinero, y si no se tiene éste, hay que estar a la sombra y al servicio de una persona que la tenga. Lo peor es que ni siquiera tienen claro a qué partido pertenecer, pues no ven atractivo, ni encuentran motivos que les atraiga hacia ningún partido, sea de izquierda o de derecha y dejan que sea la inercia y la tradición la que les marque la ruta de escogencia de su predilección política

Cuando llega el momento electoral, los jóvenes observan el más degradante espectáculo de envilecimiento de la sociedad, pues los políticos, no todos afortunadamente, pervierten el proceso con la compra del voto con dinero, prebendas o favores. En las elecciones se ve como algunos mandatarios o funcionarios públicos inclinan la balanza electoral en favor de los candidatos de sus preferencias y claramente ven que el juego sucio, la componenda y la picardía son los ingredientes que le dan la sazón perversa a la política colombiana.

Tal vez, estos sean motivos más que suficientes para que los jóvenes, no quieran hacer uso del deber ciudadano de elegir a los mandatarios y demás personas que ocupen cargos de elección popular. Con razón, estos chicos prefieren cifrar sus esperanzas de futuro en sus pies, pateando un balón al estilo James o Falcao y no quieran arriesgarse a la contaminación nauseabunda de esa purulencia fétida que es la política.

Yo respeto ese pensamiento, aun cuando sé que si la juventud no participa, es imposible dar el cambio necesario de las costumbres políticas que hagan de esta actividad una labor noble en beneficio de la sociedad. Respeto la posición de nuestros jóvenes, aun cuando sé que es necesario y urgente un relevo generacional que haga posible la salida de esa generación viciada que está enquistada en las esferas del poder local y nacional y sea reemplazada por sangre nueva y honesta.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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