Opinión
De la impotencia a la desesperanza
Cuando sentimos miedo, nuestro espíritu se empequeñece, nuestro reloj vital palpita más lento.
Es más fácil renunciar que dar la cara y ponerle frente a la batalla; esto no quiere decir que la violencia, el ser reactivos o contestatarios, sea la única salida.
El conflicto se desata cuando vivimos con la absurda mentalidad de cobrarle cuentas a todos; por nuestros pesares, por nuestras angustias existenciales, por nuestros desequilibrios morales o por un mundo al que no elegimos venir.
Pero ese lado de la vida en que se nos otorgó un legado de felicidad, donde se nos dio un cuerpo físico capaz de mover el cielo, intenso para mover multitudes, coherentes para hacer más vidas, con una misión existencial, una armonía universal, también habita en nosotros y, además, como tenemos órganos voluntarios para expresar esas emociones contaminadas por la fatalidad, también tenemos un espíritu magnánimo para expresar a la creación ese bondadoso regalo que nos obsequió como una prueba de que somos un aporte a toda nuestra existencia,
Las circunstancias que co-crearon nuestra permanencia en este espacio que los humanos llamamos tierra, no fue circunstancial o una mera casualidad. Venimos transmutando vivencias, secuenciando procesos que tal vez en otras vidas o cuerpos quedaron por completar, quedaron por dar continuidad a nuevas realidades.
Nuestro cuerpo o mente humana a veces se rezaga, porque no podemos entender; estamos tan distraídos con la supervivencia, que no elevamos el espíritu, la mente la agudizamos para esa parte que forma nuestra esfera superficial y se resiste a creer, que formamos parte de una dinámica universal y parte de un todo, donde la materia no muere, se transforma, para seguir en una infinitud de partículas que obedecen a nuevos elementos compositivos del micro y macrocosmos en el que habitamos.
Los sentimientos son puramente la agudización de nuestras emociones, a veces levemente desarrolladas, donde la capacidad de captación de una sinergia, se confunde con una transitoriedad, pensamos en la vida como una vivencia solo temporal, solo experimental y no como una armonía con nuestra naturaleza universal.
Se nos escapan las respuestas, peor aún no buscamos las preguntas para responder a una dimensión de seres con capacidades elevadas, creemos que ser superior es sinónimo de conocimiento, es por ello que nos afanamos en llenar nuestro cerebro de física información, y mientras más conocimientos creemos que tenemos, nos aproximamos a una inteligencia superior, una capacidad mayor de tener captación para ser archivos de unos folios vacíos en nuestras existencias limitantes.
Cuando el individuo entra en su micro-cosmos espiritual y se comunica con su macro-cosmos, es capaz de interpretar esa potente dimensión que supera lo humano y camina en el tiempo y el espacio, encuentra respuestas que traspasan la razón humana, para entender lo códigos divinos de la infinitud cósmica.
Marianne Sagbini
0 Comentarios
Le puede interesar
Editorial: Los juglares, en primera línea del folclor
El trabajo por la conservación y el reconocimiento del folclor vallenato ha hecho que, afortunadamente, diversas iniciativas ubiquen a...
El poder colosal de nuestra voz
Nos hemos acostumbrado a que otros opinen por nosotros, porque creemos que lo que nosotros tenemos que decir no es importante, que ...
El agente naranja
A la hora del alba en el último segundo naranja allí, donde el sol copula con la luna, el aire se fracturó el naranja del hori...
¿Colombia oprimía y explotaba a Panamá?
Para justificar los vergonzosos acontecimientos del 3 de noviembre de 1903, los defensores de la leyenda dorada y de la versión ecléc...
Editorial: La frontera entre cultura y barbarie en las corralejas
La cultura es la máxima expresión de un pueblo y de sus tradiciones. Pero, ¿qué termina expresando cuando los participantes de un...