Opinión

Traigan oro, que de incienso estoy hasta la mirra…

Diógenes Armando Pino Ávila

08/01/2016 - 06:40

 

Extraña fascinación produjo el mes de diciembre, desde los primeros días hasta su final el cúmulo de sensaciones que despertó, fueron desde la nostalgia de La Natividad hasta la euforia esperanzada del Año Nuevo.

Las emisoras locales prepararon el terreno, emitiendo música que solo se escucha en esa época, ésta trajo recuerdos del pasado y permitió evocaciones de amores, desamores, dichas y desdichas, es decir, preparó el espíritu y lo llevó a un estado casi hipnótico en que sin querer te dispuso para el recuerdo.  La carga emocional que represaste en todo el año y que poco a poco ibas dejado salir por el baipás de lo cotidiano, pareciera que a fin de año hubiera querido salir de golpe, aprovechando algunos momentos en la Navidad o en ese últimos minutos de fin de año, en que las sirenas ululaban por la ciudad indicándonos que el año terminaba.

El primero de enero, la cuidad y los pueblos siguieron eufóricos, sobre todo  los pueblos, la familia y tus amigos se reunieron en los famosos paseos de olla en cualquier riachuelo y sumergido en la corriente trataste de mitigar la tremenda resaca de la noche anterior y primero sin ganas te tomaste los primeros tragos y, luego, le cogiste el gusto y pasaste del desagrado y comenzaste la primera rumba del 2016. Al día siguiente, sumido en ese sopor de lo cotidiano comenzaste a  redescubrir que el mundo seguía igual y que las maravillas que soñaste en Navidad y Año Nuevo eran solo propósitos, solo sueños por alcanzar en este 2016.

En esa realidad recién descubierta encontraste que el nuevo alcalde, el ganador se posesionó y que en su gabinete no tuvo en cuenta a ninguno de tus amigos, y que las esperanzas que habías cifrado en la nueva administración municipal empieza a esfumarse. Que las esperanzas del trabajo burocrático que en elecciones te prometieron no se cumplirán, que solo te darán palmadas en la espalda y entonces te preparas para seguir esperando la oportunidad de mejorar tu vida a través de un empleo público que tal vez nunca llegue. Te enfrentas al dilema de despertar de una vez por todas y de abrir los ojos a esta realidad aplastante que es tu vida, pero no, prefieres entrecerrarlos y vivir en ese letargo soporífero que mantiene tu esperanza viva, y oras y pides con fe ser escuchado en tus suplicas para que tu situación cambie y tu fe y tu esperanza se confabulan para tenerte amarrado a esa suerte buena que te es esquiva.

Pasaron los días y vinieron Los Santos Reyes, esos que la tradición llama los Reyes Magos y tú anclado en la esperanza, seguías esperando que esta vez te trajeran, por lo menos, oro o un trabajo digno, no quieres incienso ni mirra (¿qué es mirra?) no sabes para qué carajos sirve. Solo quieres trabajo digno que permita el sustento de tu familia y que la asignación mensual de ese trabajo esté por encima del mínimo miserable que cada año acuerdan empresarios, trabajadores y gobierno. No bien se fueron los reyes, cuando te notifican de los servicios públicos con sus respectivos aumentos; y sin todavía digerir ese golpe bajo, te presentan la lista de útiles escolares y los costos de matrícula de tus hijos, y tú quieres que se detenga el tiempo, que no transcurra la tragedia cotidiana de vivir en la pobreza y pides que se dé el milagro del baloto que permita saldar tus deudas acumulados.

En este momento de asfixia rutinaria, en que las garras de la pobreza te atenazan, miras el actuar y el sentir de tus vecinos, los que pareciera vivieran en otro país o en otra galaxia, pues siguen creyendo que todo ha cambiado, que la nueva administración municipal resolvió de golpe todos los problemas sociales y financieros de tu municipio. Notas que ellos tienen un mundo colorido en sus cabezas y son felices, o simulan serlo, porque derrotaron a sus vecinos en las elecciones pasadas y ya tienen el alcalde de sus sueños, el que va a solucionar todos los entuertos del ente territorial donde viven.

Esa euforia durará cuatro meses, pues en mayo ya no pensarán igual, en el mes de la virgen comenzarán a criticar a su ídolo y a mitad de año le enrostrarán miles de defectos, iguales o peores que los que le criticaban a la administración saliente, y tú no sabrás, si acompañarlos en sus críticas o burlarte de ellos y de ti mismo por haber sido tan crédulo y tan ingenuo. Al final te centrarás en otro objetivo, el de estar expectante y esperar dos años para apostarle a algún candidato de cámara y senado y revivirá tu esperanza y renovaras tu vocación de pendejo, y harás campaña, y pelearas con tus vecinos y al final te desilusionaras de nuevo y la cruda realidad te atropellará y hará añicos tu esperanza e ilusiones. Es en este momento de realidad develada que querrás gritarle a Los Reyes Magos:¡Traigan oro, que de incienso estoy hasta la mirra!

 

Diógenes Armando Pino Ávila

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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