Opinión

Quiero ser hijo

Diógenes Armando Pino Ávila

29/01/2016 - 03:40

 

Los niños irradian ternura e inocencia, no importa su raza, religión, condición social ni nada de esa basura que la sociedad de adultos ha inventado para amargarse la vida y de paso amargárselas a ellos. Por ello me entristezco cada vez que veo en la Tv casos de aberraciones y maltrato contra los niños, por eso me invade la ira cuando una mina antipersona mutila a un niño, por eso me martiriza la impotencia cuando un infante muere a las puertas de una EPS por falta de atención médica, por eso me impaciento toda vez que los menores de nuestra sociedad no tienen acceso a la educación pública y me alteran casos como el de La Guajira donde los niños wayúu mueren de hambre mientras que algunos políticos se roban descaradamente los recursos públicos destinados para socorrerlos.

Cuando uno es adulto, cuando se es padre, todo niño que ves, todo niño que existe es tu hijo, y te embarga un sentimiento tierno y protector ante la presencia de uno, pienso que toda persona normal siente iguales sentimientos ante la presencia de los niños, y así debe ser, nosotros los adultos tenemos la obligación moral y el deber ético de protegerlos. Soy un hombre adulto, con hijos ya adultos y desde hace algún tiempo ocupo la posición de abuelo. Creo que en esta etapa de abuelo es dónde más aflora el sentimiento protector hacia los niños. Es en este rol donde uno se vuelve cada vez más sensible ante los problemas que afectan a la niñez.

Permítanme contarles esta anécdota: en mi hogar tenemos la costumbre, buena o mala, no lo sé, de reunirnos en el aposento mayor y mi esposa y yo rodeados de hijos, nietos y nueras, conversamos de diversos temas, hacemos bromas y reímos de las ocurrencias de cualquier miembro de la familia. Esta costumbre la tomamos desde el nacimiento de nuestro primer hijo y la hemos continuado hasta la presente, esperamos que nuestros hijos y nietos la preserven ya que su práctica nos ha dado gratos momentos de unidad familiar.

El mes pasado, nos encontrábamos reunidos, mi esposa, mis hijos, mis nueras y mis nietos, hablábamos del futuro, de planes y proyectos. Mi hijo mayor mirando a los dulces ojos de mi nieto le preguntó

--¿Cuándo seas grande, qué te gustaría ser: médico, ingeniero o abogado?

El pequeñín, de escasos tres años, se lo queda mirando fijamente y con su tierna voz le responde:

--¡Hijo!

A todos nos asombró su respuesta y creyendo que el niño no había entendido la pregunta, mi hijo se la repite lentamente. La respuesta fue la misma, esta vez lo dijo con más firmeza

--¡Hijo, dije! Hijoooo!

Todos festejamos esta ocurrencia y tomamos a broma la curiosa respuesta de mi nieto y tiempo después la olvidó toda la familia. Yo no he podido olvidarla y desde entonces da vueltas en mi cabeza, y me pregunto desde entonces. ¿Por qué dio esa respuesta y no otra? ¿Qué nos quiso decir este pequeñín?

Todos, o por lo menos, la mayoría de nosotros podemos dar una definición de lo que significa ser padre o ser madre, incluso podríamos aventurar definiciones de lo que es ser hijo, pero siempre desde la óptica del padre o de la madre y de echo hay definiciones para todos los gustos, poéticas, psicológicas, antropológicas, sociológicas, religiosas, pero una definición de hijo, nacida desde el corazón del hijo, esa no la he encontrado.  

Tal vez esta ausencia de definición obedezca a que en la adultez nos transformamos en padres y el sentimiento protector de padre hacia los hijos opaca la visión de ese estado anterior, quizás la naturaleza nos bloquea esta posibilidad ya que estamos determinados a ser padres y es ahí donde la sabiduría popular se luce al sostener que “Los hijos dejan de ser hijos, pero los padres nunca dejarán de ser padres”.

Seguiré intentando definir lo que significa ser hijo desde la óptica del hijo y de no poderlo definir esperaré algunos años hasta que mi nieto me ayude a aclarar el concepto y me explique lo que pensaba cuando dio tan singular respuesta. ¿Tiene usted una definición sobre lo que significa ser hijo, desde el punto de vista del hijo?

 

Diógenes Armando Pino Ávila

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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