Opinión
Olafo, ¿El amargado?
Como las caricaturas y algunas de las columnas de Daniel Samper Ospina que aparecen en la revista “Semana”, las tiras cómicas producen un efecto balsámico. Por eso, los episodios gráfico textuales de Olafo el Amargado, son para mí como esa banca sombreada que topamos de pronto en cualquier parque cuando el sol del mediodía aprieta.
A este Olafo, como sucede con sus congéneres, no hace falta aplicarle el bisturí tradicional. El vikingo que intuimos o sea su aguerrido y fisgón antecesor como predican las cojeras de la historia, era un señor danés de nacimiento, fornido y barbitaheño por tradición y supuestamente pantagruélico, que irrumpió desde las gélidas aguas septentrionales para dedicarse a surcar sin cansancio mares entonces vírgenes. Pero sucede que esta imagen no se corresponde con las tiernas redondeces y la casi infantil catadura del susodicho. El Olafo que toca para mí su organillo entre la espeluznante maraña noticiosa del país, es algo así como un parce, un hermanito menor, un primo con quien alguna vez inventamos todas las ilusiones y los desencantos del decálogo.
Unido para siempre a Helga, la también esférica matrona que entre resignada y orgullosa abrillanta los pisos de la vivienda familiar y prepara viandas dignas de Heliogábalo, su vientre embutido en una casaca sin remiendos, abriga planetas de agua dulce y galaxias liliputienses. Éter para criaturas solo posibles en el laberinto de los sueños, ahí no existen los agujeros negros ni la fuerza de gravedad que a veces nos juega malas pasadas. La nariz, roja y redonda como un rábano nuevo, recuerda la inocencia de las muñecas de trapo.
Afortunadamente me digo, los vientos del desierto nos dejaron enredada en algún recodo del camino, algo de la desprevención que nos doró la infancia.
Por eso este vikingo nacido en todas partes y en ninguna, es un camino largo. En los dos cuernos que le revientan el casquete, quedó encantada para siempre el asta que le falta al unicornio.
Gloria Cepeda Vargas
0 Comentarios
Le puede interesar
Las estrategias de nuestros intérpretes
Nuestra música vallenata nos ha demostrado que tiene más vidas que un gato, hace muchos años le vienen anunciando su decadencia ...
Amigos de amigos
(A la memoria de mi hermano José Ivan Guerra Avila) "He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la f...
Editorial: La huella de Cien años de soledad
En su recorrido por el Caribe, y en su parada por la ciudad de Valledupar, el MacondoFest ofreció grandes reflexiones e imágene...
Alternativismo peligroso
En un gobierno pueden acontecer centenares de crisis de distintas índoles, las cuales, con razón, generan cierto descontento e ...
Constitución, juventud y academia
Por estos días, darse a la tarea de discriminar uno por uno los males que aquejan a la sociedad colombiana, especialmente en mat...