Opinión

Editorial: La cultura del amor al árbol

Redacción

13/02/2017 - 03:20

 

María Ruth Mosquera y el árbol de Cañaguate / Foto: Hernando Vergara

 

Ciertos elementos tan naturales como el árbol han perdido su espacio en nuestras ciudades. De pensar en ellos como elementos esenciales de la vida diaria, e integrarlos en nuestros planos de desarrollo, hemos pasado a considerarlos como obstáculos.

Así es como de esos lugares en los que destacaban los árboles nativos o simbólicos de la región, esas avenidas, calles y plazas majestuosas con árboles que ofrecen su sombra acogedora, hemos pasado a tener áridos o fríos espacios invadidos por el cemento y la piedra.

Esta pérdida de sentido natural y de respeto hacia uno de los elementos más importantes de nuestro entorno no sólo nos afecta en nuestro pensamiento, nos aleja de la generosidad, sencillez y la alegría que nos brinda la naturaleza, sino que también incrementa los problemas urbanísticos de las ciudades de la costa Caribe: aumento del calor, ausencia de sombras e imposibilidad de pasear en ciertas horas, escasez de parques atractivos y cómodos para niños y familias, etc…

El reemplazo de los árboles de la región por otras especies más económicas o prácticas -como las palmeras que no responden a las exigencias climatológicas- también generan problemas. Gran parte de estas especies terminan secándose a los pocos meses.

Ante esta situación es urgente reavivar el interés por el patrimonio natural y destacar campañas nacionales como Biba (promovida por El Espectador), o la reciente iniciativa de formar guardianes de los árboles en el Parque de la Leyenda Vallenata, pero también los esfuerzos solitarios de personas y fundaciones que abogan por una Cultura del amor al árbol.

Un buen ejemplo en Valledupar es la asociación ProArbol que difunde en las redes sociales buenas prácticas para la preservación de los árboles. También destacamos la acción de ambientalistas como Miguelángel Sierra quien, a través de su cuenta en twitter (@biosierra), informa sobre situaciones preocupantes y demuestra –ante la apatía generalizada- que siempre es posible conservar y salvar los árboles.

De la misma forma, ciertos columnistas como el poeta José Atuesta Mindiola, nos invita a recordar el estrecho vínculo que existe entre ciudades y árboles, el espacio que ocupan dentro de nuestro bienestar e identidad, la necesidad de honrarlos dentro de nuestras costumbres cotidianas, y mirarlos con admiración y amor.

Todos ellos contribuyen al crecimiento de este mensaje: los árboles son cruciales para la sostenibilidad de nuestras urbes.

 

PanoramaCultural.com.co 

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