Opinión

Una campaña reñida y sucia

Diógenes Armando Pino Ávila

15/06/2018 - 07:50

 

 

A punto de cerrase el ciclo de la segunda vuelta electoral para la presidencia de Colombia es necesario darle una mirada a los eventos que han mantenido sobre ascuas al ciudadano colombiano.

Ésta ha sido una campaña muy parecida a la anterior donde salió electo Santos II, campaña electoral plagada de diatribas, infundios, traiciones y adhesiones con el almíbar de la mermelada. En el enfrentamiento Uribe vs Santos, pues nunca lo fue, Zuluaga vs Santos II, se dio como nunca antes la propaganda negra, las descalificaciones y agresiones entre campañas. El uribismo utilizó lo que mejor sabe hacer: atacar y calumniar. Santos sufrió hasta el cansancio este tipo de agresiones, pero con la sangre fría de jugador de póker, resistió y capoteó el vendaval.

El país se polarizó entre uribistas y antiuribistas y se luchó voto a voto entre los que votaban por Uribe (no por Zuluaga) y los que votábamos en contra de Uribe (no por Santos) fue una lucha enconada donde había un líder repudiado por gran parte de la población y en el otro extremo seguidores (casi adoradores) de Uribe. Como de todos es sabido, ganó Santos, demostrándose que la mayoría del pueblo colombiano no quería un tercer periodo de Uribe, así fuera en cuerpo ajeno.

A partir de esa derrota, el uribismo arreció en sus ataques en campaña sistemática de desprestigio. Santos se aferró a su proyecto bandera, conseguir la firma de un proceso de paz que pusiera fin a esa guerra fratricida que bañaba en sangre los campos, pueblos y ciudades de nuestra patria. A esa campaña despiadada de desprestigio, se unieron los sindicatos, la izquierda y los sectores que habían votado contra Uribe, se armó una gran gavilla contra el presidente electo, lo que a la postre logró que la paz tambaleara, al punto de que todavía está en la cuerda floja y a punto de romperse. La izquierda no supo delimitar su accionar, el centro tampoco y al sumarse a la gavilla a vapulear a Santos, ciegos, no midieron que vapuleaban la paz de Colombia, la que desde su periodo neonatal se debate en un proceso agónico donde languidece día a día, sin que seamos conscientes del daño que le hacemos al país.

En la campaña actual ocurre igual, se dan las mismas circunstancias uribistas vs antiuribistas y se lucha voto a voto los que votan por Uribe (no por Duque) y los que votan en contra de Uribe (no por Petro) más los que votamos directamente por el dr. Petro.  En esta segunda vuelta se ha dado con claridad el alinderamiento de todos los partidos y políticos tradicionales en torno a Uribe, convirtiendo esa campaña en lo que el columnista de El Espectador Julio César Londoño, llamó como una escombrera ideológica, allí confluyeron los cuestionados, los investigados, los condenados, los desprestigiados, y uno que otro político tradicional honesto, pero de consciencia elástica que en su ética no condena las malas compañías. Pareciera que las élites no son conscientes de la indignación popular que reclama cambios. Ellos en su prepotencia son incapaces de razonar mínimamente al estilo del personaje de El Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa: “Para que todo siga igual, es necesario que todo cambie”.

En el lado uribista bailan como vedettes en baby doll, Pastrana, Gaviria, Ordóñez y uno que otro espécimen menor de esa especie mutante llamada manzanillos que no les interesa el futuro del país y que su único objetivo es seguir medrando del erario, mientras disfrutan de una vida muelle costeada por el pueblo colombiano. Aquí es bueno mencionar el caso curioso de Clara Rojas la que el uribismo exhibe como un trofeo, en contraposición a Ingrid Betancourt que se mostró con Petro, lo que me recuerda el caso, cuando la prensa nacional y local publicó con bombos y platillos el nombre de Jorge 40 como el paladín de la justicia, “un niño bien”, decían, que había saltado a la palestra de la guerra para contraponer la figura de otro niño bien, Ricardo Palmera guerrillero de La FARC.

Se dieron casos cantados, pronosticados con detalles, tales como el de los verdes, que por afinidad en propuestas y claridad ideológica seguirían repudiando a Uribe y por coherencia acompañarían a Petro entre otros Claudia López, Navarro, Mockus, y por el partido liberal Clara López, Ingrid Betancourt, etc.

Se pronosticó con acierto ciento por ciento, que Fajardo en caso de perder no acompañaría a Petro y que Robledo votaría en blanco, lo de Fajardo era previsible por su tibieza y falta de decisión manifiesta en toda la campaña y lo de Robledo ya se sabía que disfrazaría su uribismo con el voto en blanco, lo mismo que hizo en las elecciones presidenciales pasadas.

La suerte está echada, Dios ilumine al pueblo colombiano a votar con claridad e inteligencia y que gane el que el pueblo decida.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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