Opinión
La biofilia en contra de la necrofilia
La biofilia es la victoria de la vida contra las actitudes violentas; es la vitalidad concomitante del crecimiento ético y estético en el ser humano. El biófilo irradia luz interior; camina lejos de las sombras de la injusticia, de la arrogancia, del fanatismo y la intolerancia.
La biofilia es respeto por la vida y por las leyes creadas para exaltar los derechos y los deberes ciudadanos. El biófilo tiene espíritu democrático, escucha y dialoga, respeta la diversidad social e ideológica; además, acata y cumple las normas, y a sus contradictores no los estigmatiza como enemigos.
La biofilia es la pedagogía de la paz, de la solidaridad, de la verdad y el reconocimiento del otro. El biófilo no hace trampa ni cambia las reglas en la mitad del juego para salir vencedor; es como el buen padre que orienta a sus hijos en la honestidad y les enseña que el dinero no es todo, porque después terminan haciendo todo por dinero.
Nuestro país necesita que la biofilia sea siempre una actitud en la conciencia y en los sentimientos de todos los colombianos, pero en especial de los gobernantes, legisladores y empresarios.
Un gobernante iluminado por la conciencia biofílica tendrá como prioridad trabajar en favor de sus gobernados con eficiencia y eficacia; el nepotismo no estaría en su libreto; las obras de su administración tendrían el sello oficial y nunca la publicidad de la imagen personal. Los legisladores ejercerían a cabalidad sus funciones de ser guardianes de las leyes, de los bienes del Estado y de la defensa de las comunidades. Los empresarios verían a sus empleados no sólo como fuentes de riqueza, sino también como personas que requieren mejores condiciones laborales y salariales para satisfacer las necesidades básicas de su familia.
Si los comandantes de los grupos armados se dejaran tocar por la biofilia, entenderían que Colombia está hastiada de tanta sangre inocente derramada. Los miles de combatientes muertos, supuestos militantes e inocentes, en nada contribuyen con los ideales de paz y justicia social.
Desafortunadamente, todavía hay colombianos que viven proscritos de la biofilia, con la conciencia atiborrada de odio y ambición de poder, que generan actitudes de guerra. Los que se autoproclaman "guerreros" son pobres gestores de la necrofilia, desean que siga la muerte cabalgando en los sórdidos jinetes que huyen de la paz. Los necrófilos invitan a la guerra, porque ellos saben que los que ponen el cuerpo a las balas no son sus hijos ni sus familiares cercanos, son otros, y los áulicos hipnotizados por el fanatismo aplauden los terrores de la exaltación a la muerte.
Al presidente Juan Manuel Santos lo invitamos a seguir buscando, con gestos biofílicos, propuestas de acercamiento con todos los grupos armados ilegales, para que la inmensa mayoría del pueblo colombiano fortalezca el sueño de acabar por fin con el conflicto armado. Las llaves, que el presidente dice tener, no pueden tirarse al fondo del mar, hay que mantener la posibilidad de abrir la puerta, para que de una vez por todas desaparezca la oscuridad y brille para todos la luz de la PAZ.
Sobre el autor
José Atuesta Mindiola
El tinajero
José Atuesta Mindiola (Mariangola, Cesar). Poeta y profesor de biología. Ganó en el año 2003 el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y es autor de libros como “Dulce arena del musengue” (1991), “Estación de los cuerpos” (1996), “Décimas Vallenatas” (2006), “La décima es como el río” (2008) y “Sonetos Vallenatos” (2011).
Su columna “El Tinajero” aborda los capítulos más variados de la actualidad y la cultura del Cesar.
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