Opinión
Borrascas en mi memoria
La tarde se tornó oscura, un manto negro bajó de lo alto de la Sierra y fue cubriendo toda la bóveda celeste, de repente todo se iluminó por fracciones de minutos y detrás vino una fuerte explosión. Era como si se rompiera el cielo en mil pedazos para darle salida a unas gotas de agua gruesas y persistentes, un viento frío animaba la lluvia, de modo que a veces aumentaban la velocidad de sus caídas, parecía que el cielo enfurecido arrojase toda la carga hídrica que había acumulado en el fuerte verano que apenas terminaba, todo estaba en silencio, solo se escuchaba el azote de las gotas sobre el techo, cada vez que la luz nos enceguecía, de nuevo el trueno ensordecedor aparecía con su ruido infernal, afuera, los árboles se quejaban en su bambaleo movidos por el viento, las aves callaron y los perros buscaron el mejor escondite huyéndole a los trueno. Mi madre corría de un lado a otro tapando los espejos con sábanas y cuadros que tuvieran vidrios, porque según sus creencias estos atraen las descargas eléctricas surgidas en los fuertes aguaceros.
Las gotas fueron disminuyendo, ahora eran pequeñas y caían con intervalos hasta convertirse en un leve rocío.
Entonces, arrancó una banda de músicos, no sé en qué momento se reunieron, un sapo gordo hacía de saxofón, unas ranas eran los clarinetes, unos sapitos rellenaban los vacíos musicales con su glu, glu, glu, constante. Los grillos con su ruido estridente animaban la gran parada orquestal, tocaron toda la noche, hasta que el astro Rey asomó con su luz dando inicio al nuevo día.
En poco tiempo, la tierra se vistió de verde, el ambiente se perfumó con el olor de las flores, unas eran amarillas, otras moradas, en fin, los colores también se combinaron en ellas para hacer más agradable el entorno.
Aparecieron las aves exóticas vestidas con su hermoso plumaje, no sé dónde estaban en el inclemente verano, ahora se veía más relucientes y su canto era alegre, el macho se engalanaba con su cantinela hermosa y a poca distancia la hembra le respondía como si fuera una aceptación a sus pretensiones amorosas, se acercaba y con un galanteo nupcial se acoplaban para darle eternidad a su especie, otro tanto hacían las demás especies animales, con las lluvias se producían los frutos, el exuberante pasto aparecía y sus descendencias tendrían comida suficiente para ser alimentadas.
La primavera de nuevo le daba comienzo a la vida.
Arnoldo Mestre Arzuaga
Sobre el autor
Arnoldo Mestre Arzuaga
La narrativa de Nondo
Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.
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