Opinión

El Tío Humberto, Roberto y las pastillas mágicas

Diógenes Armando Pino Sanjur

01/06/2021 - 05:40

 

El Tío Humberto, Roberto y las pastillas mágicas

 

El Tío Humberto siempre se ha caracterizado por ser un don juan y conquistador de damiselas. En cierta ocasión, en compañía de su gran amigo y compañero de aventuras Roberto, invitaron a dos jóvenes a la ciudad de Aguachica con el objeto de deslumbrarlas, cautivarlas y consumar sus deseos.

Al llegar al Burro, mi tío Humberto detiene el auto donde viajaban y le dice a Roberto “vamos a comprar unas cervezas para calentar”. Roberto, realizando alarde de su fama de tacaño, enseguida refunfuña: “Humberto, ya vamos a gastar y de aquello nada”. Mi tío, con disimulo, lo convenció y compraron las cervezas, esta situación se presentó en todas las poblaciones que transitaron hasta llegar a la ciudad de Aguachica.

En Aguachica, mi tío dice: “vamos para la piscina”, las doncellas manifiestan que no tienen vestido de baño, mi tío enseguida añade: “no es problema, vamos y los compramos”; a lo que Roberto responde pegándose con la palma de la mano en su frente “Humberto gastar más plata y de aquello nada, papá”. Mi tío lo elude con un discurso barato y logra que compren los vestidos, asimismo lo invita a comprar un litro de whisky para degustar con las jóvenes, a lo que Roberto replica: “Humberto 20 mil en cerveza, 40 en vestido de baño y 70 en whisky y de aquello nada, qué pasa papá”.

Después de disfrutar de piscina y whisky, mi tío decide ir al estadero las Pampas, donde se degustaba el mejor pollo de Aguachica. Roberto, al darse cuenta de ello, reclama “pollo Humberto, qué pasa, papá, estamos gastando mucha plata y nada de aquello”, pero, como en las ocasiones anteriores, logra persuadirlo y disfrutan de la comelona. Después de ésta, mi tío dice: “Roberto, vamos a llamar a mi compadre Javier y compramos otra de whisky”. Roberto, dándose otra palmada en la frente, contesta a Javier: “Para qué, papá, estamos en pareja, se nos va dañar la vuelta, y gastar más plata para whisky”, pero es convencido nuevamente por mi tío.

Después del whisky y de compartir con Javier, mi tío le explica: “Bueno, Roberto, llegó la hora, vamos y compramos las pastillas mágicas y partimos para un motel”. Roberto, asombrado, pregunta “Humberto, eso para qué, papá, si mi carro prende con las llaves, demora y chasquea, pero prende”. Mi tío, con la excusa de que eran unas jóvenes, hace que Roberto se tome la pastilla.

Por fin en el motel, cada quien coge para su habitación, pero, vaya sorpresa, no habían trascurrido 5 minutos cuando en la puerta de mío tío, Humberto retumba un golpe, seguido de una voz “Humberto, Humberto papa, perdí el año”. Mi tío replica: “Roberto ya, carajo ni con la pastilla”, y Roberto enseguida explica: “Humberto, papá, me muero, qué me diste, tengo mareo, ganas de vomitar y no siento las piernas, vamos Humberto, vamos”. Mi tío le pregunta: “Aja, Roberto, y lo que gastamos”, Roberto le responde “No importa, papá, que se pierda, vámonos que me voy a morir”. Ante esto emprenden el viaje de regreso sin consumar su deseo.

Pueblo tras pueblo en su regreso, Roberto gritaba: “Humberto para, me muero y vomitaba. Al llegar a la Tablilla de Antequera, mi tío le pregunta: “Roberto cómo te sientes”. Roberto explica: “Mejor, Humberto, esas pastillas casi me matan”. Entrando al pueblo dejaron las damiselas para evitar comentarios.

Al llegar al centro del pueblo, Roberto grita: “Humberto, papá, las pastillas están haciendo efecto”, muestra su miembro viril erecto”, y mi tío emputado le dice: “te jodes, ya las muchachas se bajaron, desquítatela con tu mujer”.

El día siguiente temprano, mi tío se encuentra con la esposa de Roberto, la niña Niche, quien muy contenta le pregunta: “Ajo, Humbe, ¿dónde llevaste a Roberto? Porque anoche estaba bastante eufórico, esos viajecitos e invitaciones debes hacérselas más seguido”.

 

Diógenes Pino Ávila Sanjur

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Sanjur

Diógenes Armando Pino Sanjur

Tamalamequeando

Diógenes Armando Pino Sanjur, más conocido como May Francisco, nació el 24 de junio de 1976 en un pueblo mágico lleno de historia, cultura y leyendas situado en la margen derecha del Río Magdalena llamado Tamalameque. Hijo de los docentes Diógenes Armando Pino Ávila y Petrona Sanjur De Pino, tiene 2 hijos, May Francisco y Diógenes Miguel, los cuales son su gran amor, alegría, motor y mayor orgullo. Abogado de Profesión, despertó su interés con la escritura de su padre quien es escritor e historiador, se declara un enamorado de su pueblo, de su cultura (la tambora) y apasionado por la política como arte de servir.

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