Opinión
Yo, el niño (Parte II)
Mi perro, que llamamos valiente, llegó desde pequeño a nuestro hogar. Cuando mi mamá llegaba con la cesta cargada de pan, él movía su cola, la echaba hacia arriba y enroscaba como un caracol. Era de raza criolla, peludo, de color dorado que alumbraba de noche cualquier oscurana.
Pero mi perro creció y de valiente no tenía nada, más bien decidimos colocarle valiente flojo porque se echaba en la calle y ni el pito de los carros lo hacía levantar. Tenían los chóferes que bajarse del carro y tomarlo de las orejas para rodarlo y así su carro poder pasar. Valiente mi perro, se hizo viejo y, con el tiempo, una tos seca solíamos escuchar salir de su boca. Tanto era el cansancio de aquel animal que lo hacía dormir todo el tiempo, que ni el viejo borracho con sus gritos de vagabundo, que a todo mundo despertaba, lo hacía inmutar. Ese grito era así como: "juuuup juuuup juuuup... Susanaaa".
El viejo Solano, con su sombrero y su mochila terciá, de pestañas grandes y canosas, siempre con sus vestiduras caquíes, se paraba en la esquina con una mirada medio sorombatica, su mano se le perdía dentro de aquel mochilón como si desapareciese, sacaba una botella, se empinaba al beber aquel trago de Ron, tal vez de caña porque contaba la gente que hasta brusco le echaba para su buen sabor.
Se detenía en la esquina y su mirada se perdía... De repente, de su boca salía un fuerte grito: "juuuup juuuup juuup... Susanaaaaaa".
Su grito corría por toda la calle hasta llegar a la casa de su mujer. El grito pasaba la sala, la cocina, doblaba y entraba al patio donde estaba su mujer en una gran batea donde lavaba. En ese entonces, mi pueblo estaba hecho de calles empedradas, oscuro y sin luces de carros, ni motos que alumbrasen el camino a la casa, por eso a lo mejor nunca fue atropellado y murió de viejo y borracho.
Todas las mañanas, el señor Solano pasaba totalmente sobrio... Pero cuando regresaba venía atropellándose con sus mismos pies, así llegaba a la esquina cerca de mi casa. Como si fuese el mismísimo diablo vagando borracho en la tierra, porque ni su cuerpo podía con esa tremenda pea.
Un grito se escuchaba en la noche llegando a su casa, al traspasar la puerta del patio. Su mujer, de inmediato, le decía a su hijo: “¡Miguel Ayuda a tu padre, que viene borracho y en la esquina está!”. El grito asustaba a los niños de la vecindad...
Salíamos corriendo a escondernos debajo de las camas, porque pensábamos que aquel borracho venía como del más allá. Entre las faldas de mi madre, temblaba de miedo con mis labios temblorosos. Le decía a mi mamá: "El señor Solano en la calle está, y de su boca salen ruidos y gritos extraños, qué miedo me da”.
Baldot
Sobre el autor
Baldot
Fintas literarias
Uvaldo Torres Rodríguez. “Baldot”. Artista que expresa su vida, su historia, sus sueños a través del lienzo, plasmando su raza, lo tribal, lo ancestral, y deformando la forma en la búsqueda de un nuevo concepto. Redacta su vida a través de la pintura, sus fintas literarias las escribe con guantes de boxeo. Con amor al arte y a la literatura desde niño.
2 Comentarios
Qie perro tan fiel ese Valente, jajja que ni los carro podían con el. Y es que Se acostaba en el medio de la calle.
Buenas historias que entretienen mucho al leerlas, GRACIAS BALDOT
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