Opinión

Yo soy Pedro de Heredia

Gustavo A. Carreño Jiménez

31/05/2023 - 00:10

 

Yo soy Pedro de Heredia
El monumento a Pedro de Heredia en Cartagena / Foto: créditos a su autor

 

Hago este relato a manera de confesión, tantas cosas que se han dicho de mí vida que hoy quiero desahogarme, de cara a la celebración de los 490 años de la fundación o mejor aún, refundación de la ciudad de Cartagena este 1° de junio. Sin más preámbulo procedo. Empiezo por contarles, soy Pedro de Heredia, nací en Madrid (España) en 1484, mi familia tenía cierto linaje y reconocimiento social hasta que por culpa de la vida azarosa, tragos y mujeres que entonces llevaba, me llevaron a salir huyendo hacia América.

Ustedes se preguntaran ¿Qué pasó?, esperen, ya les cuento. Siendo muy mozo, en una noche de parranda mis enemigos, seis en total, me emboscaron en Madrid, eso significó perder parte de mi nariz en aquel cruento combate, pude sobrevivir por mi formación en armas, especialmente las espadas, desde entonces mi nariz quedó incompleta, apodándome “el desnarigado”, los médicos pudieron reconstruirla, pero las marcas quedaron para siempre.[1]

Ese fue el motivo de la huida, aquí entre nos, realmente lo que hice fue conmutar la pena con las autoridades, algo que también vemos hoy, ustedes saben que la corrupción siempre ha existido y España no es la excepción. En aquellos tiempos América era un paraíso para caza fortunas, aventureros, forajidos y pendencieros como yo. Un día escape hacia las tierras encontradas por Colón, no sin antes ajusticiar  a tres de mis atacantes.[2]

Llegué primero a Guatemala en 1520, luego pasé a Santo Domingo, allí cultive caña y realicé actividades como hacendado, acumulé algo de dinero. En cierta ocasión llegó Rodrigo de Bastidas (Futuro fundador de Santa Marta) reclutando gente para la expedición de dicha fundación, no lo dude dos veces, me enlisté con Bastidas. En esa misma expedición viajaban una indígena elegante, “Catalina”, estaba convertida al catolicismo, hablaba fluido el español como también dialectos indígenas, era nuestra traductora, me hice su amigo, ciertamente quise ser más que su amigo, me encantaban las mujeres.

Después de la fundación de Santa Marta y de la muerte de Bastidas, el gobernador Pedro de Badillo me nombró jefe militar o teniente de esa plaza, en aquella provincia logré acumular más fortuna pues comerciaba con los indígenas de la zona, les cambiaba oro por baratijas que llamaban su atención (espejos, gorros, cascabeles, etc.), creo que no apreciaban el valor del oro, los indígenas desconocían que la posesión y acumulación de oro fue el motivo real del proyecto de la corona española en América.

En Santa Marta me enteré de las riquezas al otro lado del río Magdalena, Cartagena, gracias a las reseñas noticiosas de Alonso de Ojeda quien fue autorizado por España para vender en La Española en 1506 esclavizados Calamaries naturales de Cartagena y sus zonas aledañas debido a que los nativos habían sido declarados “caníbales”.[3] También por Rodrigo de Bastidas, el gran descubridor del caribe colombiano, bastidas que descubrió la Sierra Nevada de Santa Marta, la Bahía del mismo nombre,  El Río grande de la Magdalena, El puerto y Bahía de Cartagena, el archipiélago de las islas del Rosario, El Golfo de Morrosquillo, el Río Sinú, el Golfo de Urabá, etc.[4]  

Con las riquezas producto de la estafa a los indígenas y el prestigio pude limpiar mis antecedentes judiciales, regresé a la madre patria y logré firmar capitulaciones con la corona española,  esto me permitió convertirme en “adelantado” y obtener licencia para fundar y manejar una gobernación en el Caribe colombiano. Preparé mi expedición en Santo Domingo los primeros días de enero de 1533: 3 embarcaciones, 150 hombres, 47 caballos de los que llegaron vivos 22, conmigo venían además Diego Nicuesa, Francisco Cesar y mi interprete, Catalina de Zamba.[5]

El primer punto terrestre en donde desembarqué en Cartagena fue en la isla de Bocagrande, hoy convertida en península de Bocagrande, eso fue exactamente un 20 de enero de 1533, era una zona agreste, empalizada, selvática, llena de serpientes, animales peligrosos e indígenas valientes, aguerridos. Llegar de Bocagande a un mejor sitio para refundar la ciudad (Parque del Centenario), me costó casi 5 meses, producto de las difíciles condiciones del terreno y la fiereza, valentía y oposición de los indígenas, desde allí empieza a gestarse el título de “ciudad heroica”.

Mi objetivo era encontrar un mejor lugar, cercano a la bahía y con fuente de agua dulce, en eso me empeñé, buscaba y buscaba y no la hallaba, hasta que cierto día me encontré con un indio anciano llamado “Corinche”, voz que significaba “arroyo” y me dijo, sígame y lo llevo a las fuentes de agua dulce. Lo seguí desprevenidamente desconociendo la trampa que me tendía, me llevó a Yurbaco, nación de indios bravíos que me recibieron con lluvia de flechas envenenadas, en esa batalla perdí a Juan de La Cosa.

Intenté y exploré con Catalina en Zamba pero era un lugar muy apartado, finalmente un 1° de junio de 1533 encontré en un buen lugar poblado de casuchas y bohíos al que llamaban en lengua Mocana Carmairi, Caramairi o Kalamary, indistintamente escrito a partir de fonética muy cercana a cangrejos o calamares, considero que por su abundancia los indígenas le tributaron este nombre, es decir, la ciudad de los cangrejos, lo españolizamos con el nombre de Calamar, entonces la rebautice con el nombre de San Sebastián de Calamar.

El poblado originalmente encontrado, es decir, Kalamary, estaba construido de habitaciones o caneyes con  techos de palma que llegaban hasta el suelo, una empalizada circular lo rodeaba y tenía también como protección un cerco de árboles con espinas, coronados de calaveras en sus puntas. Me llama la atención que hombres y mujeres por igual custodiaban y defendían en un mismo ejército sus poblados, aquello encontrado permitió justificar a los indígenas como barbaros, sólo así era explicable su exterminio y sumisión, lo cierto es que los encontramos libres, luego los sometimos.        

Insisto, Cartagena fue refundada, en ella ya existían humanos como usted y como yo habitándola, es más, establecí contacto y relaciones comerciales a veces amistosas, a veces conflictivas con otros poblados circundantes, por ejemplo, en la isla de Codego o Tierra Bomba donde vivía el cacique Carex; otro pueblos fueron los Canapot, Cospique, Zaragocilla, etc.; en Bahaire y Barú mandaba el cacique Dulio.[6] Todos estos pueblos descendían de los Karib o caribes.

Apaciguada la zona, la corona española me nombró su gobernador, creo que abusé de mi poder, se me acusa de saquear el oro Zenú, destapar sus tumbas, someter poblados bajo la amenaza de un rescate o cobro para no destruir e incendiar sus chozas, perseguir y violar mujeres, ocultar y no declarar el oro encontrado. Por mis abusos la corona me hizo varios juicios de residencia, lo que significa que fui llamado varias veces a rendir cuentas, porque  las cuentas del manejo de las riquezas no cuadraban.

Ya para terminar les digo, lo que empieza mal, termina mal, es ley de la vida, sino miren mi triste final. En uno de esos juicios surcaba el mar rumbo España, la nave en la que viajaba naufragó, todos perdimos la vida, no hubo sobrevivientes, mi cuerpo nunca fue encontrado, por eso no tengo tumba, bueno la tengo, en el océano atlántico (1554)[7], creo que muy merecido. Todos estos hechos explican la pérdida de mi reputación, por ejemplo el estadio de fútbol y teatro municipal en Cartagena fueron rebautizados como estadio Jaime Morón y teatro Adolfo Mejía respectivamente.

Me queda una imponente estatua o monumento que se levanta por encima de todo y de todos, ustedes me miran en condición de sumisión, yo lo miro en condición de dominio, compruébenlo. Siempre estoy ahí, estoy en la plaza de los coches, misma en la que en épocas coloniales se vendían los esclavizados traídos de África en contra de su voluntad, ahí donde se practicaron esos crímenes de lesa humanidad, ahí me exhiben, mejor lugar no podía tener.

 

Gustavo A. Carreño Jiménez

 

Referencias: 


[1] https://www.bbc.com/mundo/noticias-42751635

[2] http://www.delagracia.de/Indias.htm

[3] Sarmiento Anzola Libardo, Cartagena: El mito de las dos ciudades. Observatorio de Derechos Sociales y Desarrollo, Cartagena de Indias (2010), Página 44.

[4] Población aborigen y conquista, 1498-1540. Del Castillo Mathieu, Nicolás, en Historia Económica y Social del Caribe Colombiano, Ediciones Uninorte-Ecoe Ediciones (1994), Pág.21

[5]https://panoramacultural.com.co/opinion/8676/yo-soy-la-india-catalina

[6] http://www.delagracia.de/Indias.htm

[7] https://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/heredia_pedro.htm

Sobre el autor

Gustavo A. Carreño Jiménez

Gustavo A. Carreño Jiménez

Desmitificando a la India Catalina

Economista, Universidad de Cartagena. Especialista en Gerencia de Proyectos, Universidad Piloto de Colombia (Bogotá). Magister en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Investigador Cultural. Maestro de Ciencias Sociales Distrito de Cartagena de Indias.

@TavoCarJim

1 Comentarios


Lucho Andraus B. 08-06-2023 07:10 AM

Excelente y claridosa reseña.

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