Pueblos

Para conocer el Caribe: una aproximación a las sociedades isleñas

Edelberto Torres-Rivas

01/08/2022 - 05:00

 

Para conocer el Caribe: una aproximación a las sociedades isleñas

 

El Caribe es tierra de contrastes y emociones, un extendido mosaico de varios mundos, que se vienen fundiendo desde hace siglos y que se encontraron, enfrentándose, por la voluntad de la naturaleza o de la historia. Así, el Caribe evoca el choque entre las fuerzas telúricas y la voluntad de los hombres, con resultados contradictorios y a veces difíciles de definir. Por eso, aparecen en la historia de esta región tantos y tan variados aspectos, inextricablemente confundidos, redefinidos sobre todo ahora, marcados en el cambio global.

Es preciso identificar con alguna precisión el universo caribeño, y el punto de partida es reconocer que como en ninguna otra entidad, el Caribe es más que tierra, pero no es la geografía quien lo define. También fue escenario de luchas imperiales en las que España e Inglaterra se enfrentaron durante su apogeo colonial, para terminar cediendo frente al vigor juvenil de Estados Unidos, en pleno desarrollo capitalista. El desafío de la Unión Soviética con sus misiles apuntándoles desde Cuba, agregó, brevemente, una nueva dimensión estratégica. Sin embargo, tampoco es la geopolítica lo que define al Caribe. Su múltiple referencia a la economía de plantación podría identificarla como una región caracterizada por la mono-exportación de azúcar y ron, pero el turismo y otros servicios, también cuentan.

En resumen, a contrapelo de tales evidencias, no es la economía, ni la política ni la geografía solamente, las referencias que permiten reconocer el Caribe actual; todas ellas juntas, redefinidas por la historia y de manera particular, en esta coyuntura de siglo marcada por rasgos contradictorios como la creciente interdependencia que persigue la globalización mundial y la búsqueda de espacios de integración regional; la preeminencia y la fuerza del mercado y el nuevo reconocimiento de los valores democráticos, expresiones religiosas, culturales y étnicas. En suma, tendencias poderosas a la unidad y a la fragmentación, que en el Caribe también pueden reconocerse.

Afirmamos que el Caribe tiene una conformación insular y en consecuencia no se incluyen en este reconocimiento las vastas costas de tierra firme que bañan el llamado mar Caribe, las sociedades cuyas playas lo limitan. Así, no deberían reconocerse como países caribeños los estados ribereños como Venezuela, Colombia o Centroamérica, ni México ni Estados Unidos. Como podrá verse más adelante, no hay unanimidad en esta definición, pues en un esfuerzo de conciliación se admite que hay un Caribe insular, otro continental y una perspectiva de cuenca. Las sociedades insulares que la conforman, exhiben una gran heterogeneidad etnohistórica, lingüística, económica y cultural que en esta introducción se mencionan. Es como se dijo antes, región de contrastes y discontinuidades, de tradiciones que se encuentran y se repelen.

No es casual que distintos nombres concurran para ayudar a diseñar estrategias propias, diversas denominaciones intencionales al uso. Estados Unidos, la potencia dominante, se refiere a la región como la Cuenca del Caribe e incorpora así su estrategia política tanto a la zona isleña como a los países ribereños. Desde América Latina se habló durante mucho tiempo de las Antillas Mayores y Menores, como un mundo próximo, el hispanoparlante, y una realidad colonial, ajena. La CEPAL, por ejemplo, como comisión latinoamericana incluyó en sus trabajos al resto del Caribe muy recientemente. Inglaterra, en especial referencia a su disperso control angloparlante, lo identificó como The West Indies.

No existe otra región en el mundo con tantos vínculos coloniales formales como ocurre aquí. Guadalupe, Martinica, Dominica, la Guyana francesa, son parte integral de Francia, sus habitantes son ciudadanos de la Unión Europea y forman una pequeña esquina del Mercado Único. Los Países Bajos se prolongan legalmente en Aruba y las Antillas Holandesas. Por lo menos en una docena de estados minúsculos, la reina Isabel 11 de Gran Bretaña ejerce como soberana; su política exterior y su defensa corresponden a Londres. Puerto Rico -con un estatus particularmente ambiguo- y las Islas Vírgenes forman parte de Estados Unidos y sus habitantes son ciudadanos estadunidenses.

Culturalmente, el Caribe es cuatrilingüe y creole, con predominio de mestizos de origen hispano y negros de origen africano, a lo que se suman minorías de hindúes y chinos. El mosaico religioso es aún más evidente, desde la Iglesia católica hasta los rastafaris pasando por todas las denominaciones de las Iglesias cristianas. Una barrera cultural se fue estableciendo apoyada en las encontradas políticas coloniales, entre el afrocaribe inglés y el de habla hispana. De hecho, coexisten varios Caribes.

El mayor contraste ocurre entre la economía y la política, es decir entre su actividad productiva y su importancia estratégica. Se produce aquí una condición particularmente ambigua. Todos los países del Caribe son económicamente débiles y con tradicionales problemas de vulnerabilidad. Compiten entre sí porque sólo son exportadores de azúcar, ron y bananos. Hoy día se alzan un poco más, en feroz competencia con una oferta de turismo de arena y sol, o bien como paraísos fiscales que recuerdan la vieja historia de estas islas como refugio del narcotráfico. Son sociedades altamente vulnerables al embate económico, a las indeclinables, pero hoy día predecibles, tormentas tropicales y a las presiones diplomáticas. La excepción no es Cuba, cuya historia está plena de luchas para sobrevivir frente al acoso de las fuerzas telúricas y a los designios del imperialismo.

El 40% de las exportaciones regionales van a Estados Unidos y menos del 20 hacia Europa. Todas estas sociedades atraviesan un difícil periodo de ajuste estructural y liberalización comercial, una crisis que se origina en las debilidades de la demanda del mercado externo para sus productos primarios y en la caída de los flujos de la cooperación internacional, especialmente grave para Cuba, que realiza en estos momentos otras estrategias de ajuste. Descontada ésta, la asistencia para los países independientes del Caribe cayó desde los mil 500 millones de dólares a 200, el 60% del cual proviene de la Unión Europea.

En la perspectiva estadounidense, cuyos intereses imperiales definen la importancia estratégica de la Cuenca del Caribe, ésta tiende a considerarse como un “mare Nostrum” indiscutido. La región es el cuarto mercado más importante para los productos estadounidenses, con el 14% de sus exportaciones y el 11% de sus importaciones. El Caribe entrega dos productos vitales para el gran vecino, el 85% de la bauxita y el 70% del petróleo -incluyendo los subproductos que su economía necesita en tiempos de paz. También proporciona otros metales igualmente importantes como el níquel, el cobalto y el oro.

Pero la condición geopolítica se perfila de manera más precisa si se recuerda que hoy día, alejados ya de la guerra fría, el 44% del total del transporte de carga estadounidense y el 45% del petróleo crudo atraviesa rutas del Caribe. Cuando todo parecía acercarse a una situación de guerra caliente, la sensibilidad de la región fue particularmente decisiva, pues casi la mitad de los suministros de material bélico para la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) habría pasado por el mar Caribe. El problema era de seguridad vital para Occidente. De ahí el profundo interés no sólo de Estados Unidos sino de algunos países europeos en el control de la libertad de navegación, que conduce al tráfico monopolizado.

 

Edelberto Torres-Rivas

Fue secretario general de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO; profesor en la Universidad de Costa Rica y en el Instituto de Estudios Iberoamericanos de la Universidad de Salamanca, España.

Éste es un extracto de su ensayo “Para entender el Caribe” publicado en la revista académica Perfiles Latinoamericanos.

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