Bienestar
Aprendiendo a dejar la culpa
“I just called to say I love you” (solo llamé para decir te amo). Así se titula la canción interpretada por Stevie Wonder, nominada y laureada con varios premios de la academia en 1985, asimismo premio Globo de oro, Grammy. Fue una de las canciones más sonadas de los años 80 y 90.
Su melodía alegre, suave y su particular letra, me recuerdan lo vulnerable que somos ante las muestras de afecto, de cariño y la ausencia de estos. Las palabras que leemos, que escuchamos pueden cambiar historias, cambiar vidas y a través de ellas bien decimos o mal decimos. Somos responsables de las palabras que decimos o dejamos de decir. Y aún más de lo que hacemos o dejamos de hacer.
Esta historia se da en abril del año 1991, mientras estaba en la universidad, con parciales y turnos de 12 y 36 horas. Vivía en una zona residencial de la ciudad de Barranquilla, en un edificio recién construido no contando aún con servicio telefónico instalado. Durante varias noches, estuve en casa de compañeros de la U, preparándonos para los parciales, con la necesidad de llamar a casa en Valledupar, la cual, por diversas razones, postergué.
Llegó el viernes con turno de 7p.m. a 7am en un hospital de alta rotación sin descanso, atendiendo partos durante toda la noche. Al mediodía del sábado 6 de abril, recibo una visita inesperada portadora de una noticia lamentable para mí y para mi familia. Fue así como recordé la llamada que dejé de hacer, las palabras que no pronuncié y los sentimientos que no expresé.
Guardaba en un rincón de mi corazón una luz de esperanza con la que pudiera despedirme de ese ser amado, pero no se dio. Y confieso que durante mucho tiempo viví con la culpa de lo que no hice… de esa llamada que postergué hasta la eternidad.
No conocemos el futuro, solo vivimos el presente y los recuerdos del ayer. Cada instante forma parte de nuestro pasado ya que el tiempo no se detiene. Siempre se han dicho frases como “no dejar para mañana lo que se puede hacer hoy” y otras tantas que motivan a la acción. Sin embargo, los días pasan y dejamos sin ejecutar muchas cosas, pasan los años y al voltear la mirada hacia atrás vemos como nuestra vida ha dado giros inesperados. Personas llegan y se van, algunas se quedan y otras no las vuelves a ver y la vida continúa.
De esta experiencia se pueden sacar muchas conclusiones e incluso se puede escribir un libro de autoayuda, de motivación o consejos. En cuanto a mi atañe, esta experiencia marcó un antes y un después. Y aprendí a seguir adelante, aprendí que, a pesar de lo que quedó atrás, estoy hoy aquí compartiendo uno de los momentos de mayor impacto y dolor, pero también de crecimiento y fortaleza.
Aprendí que el dedo acusador de la culpa deteriora el momento presente, genera remordimiento y dolor, mientras que el arrepentimiento trae cambios y se convierte en una respuesta positiva a la vida, al presente y nos prepara para encarar el futuro con fe, esperanza y amor.
Yelenka Urbina
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