Cine
Sanandresito: ¿Un chiste cinematográfico?
Algunos me criticarán por ser demasiado duro. Otros me darán la razón por decir las cosas como son. Así soy y así quiero mantener mi discurso en pro de la crítica cinematográfica.
Sanandresito es la última producción colombiana estrenada en los cines y toda la atención se gira hacia ella. Normal: después de la debacle propiciada por Mi gente linda, mi gente bella, todo los espectadores quieren buscar un argumento para decir que el cine colombiano tiene futuro.
Yo no quise hacer caso a los típicos comentarios negativistas que tachan cualquier película colombiana de mala y que no aportan nada nuevo. Me metí en la sala convencido de que algo interesante podía descubrir, pero a los dos minutos me di cuenta que estaba equivocado.
Sanandresito empieza como una película de muy bajo presupuesto y con una estética ochentera. En realidad, desde el principio parece que los propios directores no se hayan tomado en serio el proyecto y que hayan filmado una película para entretener (pero sin trascender).
Traté de no perder la calma. Durante unos segundos, pensé en salir volando de la sala pero, finalmente, hice lo que todo el mundo hizo inconscientemente: tomármelo todo como si fuera un chiste y olvidarme de las grandes producciones americanas o europeas.
A partir de ahí, empecé a disfrutar de la película y a observar algunos detalles interesantes. Es preocupante que para ver una película colombiana haya que hacer ese trabajo mental preliminar.
El teniente Tenorio (Andrés Parra), un policía mediocre del Sanandresito en Bogotá, se ve salpicado –junto con una sargento con quien mantiene una relación–, por un asesinato. Desde el punto de vista artístico y cinematográfico, esa tragedia se emplea más para crear una atmósfera y mostrar el nivel ruinoso de la policía bogotana, que para crear tensión y atrapar al espectador.
Todo lo que entretiene en esta película es una serie de chistes ligeros, los momentos en los que la sargento se desnuda y muestra su silueta atractiva, pero el resto es una inmensa pérdida de tiempo y un desgaste incomprensible de energía.
El giro final de la película expone la falta de imaginación de los guionistas. ¿Por qué armaron una trama tan larga y tan sofisticada alrededor de una historia tan pobre? No hay en esta película nada que sirva para decir: piensen en una segunda parte.
Desde luego, no quiero asustar a nadie. Esta película puede verse en familia o en pareja. Puede incluso parecer entretenida. Pero, los espectadores exigentes que vayan a verla para conocer el estado actual del cine colombiano, sentirán rabia e impotencia.
La principal conclusión de todo esto es que: para hacer una película colombiana solo basta con incluir a un tipo estúpido que no vocaliza y a una mujer hermosa que muestra sus senos cada cuarto de hora.
Por eso les pido que, al entrar en la sala de cine, se lo tomen todo en broma y se diviertan con las escenas más absurdas.
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