Historia

Anecdotario sobre el doctor Laureano Gómez

Eddie José Dániels García

19/10/2020 - 04:50

 

Anecdotario sobre el doctor Laureano Gómez
Laureano Gómez Castro en sus años de juventud / Foto: El Tiempo

El enconado sectarismo y la raigambre profundamente liberal que caracterizaron a mi padre, un destacado maestro de escuela que escribía con letra barroca y dominaba la gramática de Bello, a quien desde niño le oí lanzar venablos contra el doctor Laureano Gómez, me despertaron desde entonces el interés y la admiración por conocer la intimidad biográfica de este célebre y controvertido personaje.  Por este motivo, ya en mi adulto discurrir he tratado de satisfacer mi curiosidad infantil y me he dado a la tarea de investigar y leer lo más que pueda referente a la parábola vital del prestigioso caudillo conservador, un auténtico prohombre que, juzgándolo con un criterio objetivo y libre de apasionamientos, podemos considerarlo como la figura central de la política colombiana en la centuria que culminamos hace dos décadas.

Durante el medio siglo de vida pública que protagonizó el doctor Laureano Gómez, que comenzó el 13 de marzo de 1909 –a la edad de veinte años- pronunciando, en la histórica y tradicional plaza de Bolívar, un enérgico discurso contra el régimen dictatorial del presidente Rafael Reyes, y que lo hizo encarcelar algunas horas acusado de amotinador, hasta el día de su deceso ocurrido en Bogotá el 13 de julio de 1965, fueron muchísimos “los apuntes contundentes y las salidas sarcásticas” –hoy convertidas, algunas, en leyendas y, otras, en anécdotas- que rodearon su transcurrir político y tuvieron como escenario los encendidos debates con que solía atacar y desbaratar a sus adversarios y hacía estremecer los cimientos del Capitolio Nacional, considerado hace más de cien años el escenario por excelencia de la oratoria colombiana.

A diferencia de muchos políticos de su época, el doctor Laureano Gómez jamás utilizó –ni en la firma- el apellido materno. Sin embargo, por un detalle curioso sucedido en el Congreso, el apellido fue de conocimiento público en una ocasión en que el doctor Gómez pronunciaba un discurso y frecuentemente era interrumpido por un senador de apellido Toro, quien deseaba sabotearle la intervención. Ante un llamado del orador para que le permitiera continuar, el impertinente se incorporó y le dijo: “Acuérdese, honorable senador Gómez, de que yo soy Toro y embisto”.  En el acto y sin alterarse, Laureano le contestó: “Y recuerde usted, honorable senador Toro, de que yo soy Gómez... y Castro”.  Los aplausos de las bancadas laureanistas que presenciaban el debate, aplaudieron durante un minuto al jefe conservador, quien inmediatamente terminó su intervención, se acomodó su sombrero, agarró su paraguas y abandonó el recinto.

En 1932, recién elegido el doctor Darío Echandía senador de la república y quien siempre detestó las sesiones del Congreso y sólo se conformaba con asistir, bostezar y mantener la cabeza entre las manos, el doctor Laureano Gómez quiso ridiculizarlo y en medio de una fogosa exposición exclamó: “El mejor senador del Partido Liberal es Darío Echandía, pero su único problema es que no habla”.  Al poco rato, el aburrido parlamentario chaparraluno pidió la palabra y manejando una dialéctica profunda y transparente hizo una intervención de tres horas que dejó a todos sorprendidos por su erudición, incluyendo también al doctor Gómez. Con ello quedó demostrado que, en efecto, el político tolimense era el mejor senador del liberalismo. Al terminar la sesión, sin ningún síntoma de animadversión, el doctor Gómez se acercó al maestro Echandía, lo felicitó, le dio un fuerte abrazo y salieron a la cafetería a saborear un tinto.

En otra oportunidad, en medio de una elocuente exposición del doctor Gómez, el senador corozalero Aníbal Badel le pedía una intervención, y ante la negativa del expositor a concedérsela, el presidente del Senado le espetó: “Doctor Laureano, el senador Badel le solicita una interpelación”. Con la ironía que lo caracterizaba, el doctor Gómez respondió: “Cómo, no sabía que en el Congreso existiera algún senador de apellido Badel”. Días más tardes, el senador Badel, cuya curul quedaba diagonal y cercana a la del doctor Gómez, inició una fogosa intervención atacando al jefe conservador. Sus insultos se gastaron casi una hora. Al concluir la diatriba, el doctor Gómez pidió la palabra y con una ostentación absoluta hizo caso omiso a lo que Badel había dicho, y durante su intervención abordó otros temas, ignorando totalmente los insultos de su antecesor. Esto alteraba al político corozalero, quien buscaba hacer méritos dentro del liberalismo.

Cuando se inició la República Liberal en 1930, con Enrique Olaya Herrera, varios congresistas conservadores, entre ellos el senador antioqueño Román Gómez, fundador del romanismo, se decidieron a colaborar con el nuevo gobierno, armando una coalición que denominaron “La tenaza”. Este hecho rompía la disciplina partidaria conservadora, que había prohibido a los miembros de su partido colaborar con el gobierno liberal. Ante la negativa del romanismo y de los otros congresistas a mantener la disciplina, el doctor Gómez les acuñó el calificativo de “conservadores desteñidos”.  En agosto de 1932, el doctor Laureano Gómez pronunció su famosa catilinaria contra el senador paisa, dirigente del grupo, y sus calificativos contra este personaje, pronunciados con mucha sonoridad, retumbaron en el recinto: lentejo, vendido, regalado, traidor, despreciable…los cuales suscitaban los aplausos de la bancada conservadora.

Más tarde, intervenido en el debate, para defender al romanismo, el senador liberal Ricardo Tirado Macías, quien tenía su curul muy cerca del doctor Gómez, era su amigo personal y por sus intervenciones, gozaba de muchos elogios en su partido y en la prensa liberal. Cuando el doctor Gómez pidió la palabra para contestar la defensa que había hecho Tirado Macías, se refería a éste, diciendo “el honorable senador, mi vecino”. Después de haberlo llamado así varias veces, Tirado Macías, bastante contrariado, lo interrumpió y le dijo: “¿Es que acaso, honorable senador Gómez, usted no conoce mi nombre? Soy el senador Ricardo Tirado Macías”. El doctor Gómez le respondió: "Excúseme, honorable senador, pero yo no podía creer que el ilustrísimo senador Tirado Macías, al que tanto elogio le ha dedicado la prensa liberal, pudiera ser el mismo que aquí he escuchado diciendo tantas superficialidades en sus intervenciones”. Los aplausos conservadores no se hicieron esperar.

Semanas más tarde, hablaba en el Congreso el senador Carlos Lozano y Lozano, excelente penalista y figura prominente del Partido Liberal. Ese día, matizaba su intervención con expresiones elocuentes y excesivos aforismos latinos. El doctor Laureano comenzó a reírse a carcajadas sonoras, hasta que el orador perdió la serenidad y le dijo: “¿De qué se ríe, honorable senador, de la sabiduría jurídica del pueblo romano?  El doctor Gómez le respondió: “Honorable senador, esos aforismos no son prueba de ninguna cultura latina, pues se encuentran a montones en las páginas rosadas del Pequeño Larousse”. El senador Lozano se acomplejó y, de ahí en adelante, su intervención fue vacilante y perdió la elocuencia que lo caracterizaba. Y fue tanta su alteración de ánimo, que al final de la sesión intentó agredir físicamente al doctor Gómez, y varios senadores intervinieron para evitar que se produjera un escándalo nacional.

Siendo Laureano Gómez un niño, el político y gramático Marco Fidel Suárez solía visitar la casa de la familia Gómez Castro por ser muy amigo de José Laureano, su progenitor. En una ocasión, el visitante quiso cargar al niño para acariciarlo, el infante se rebeló y estuvo a punto de tumbarlo de la silla. Frente al regaño del padre, el chiquillo lanzó a Don Marco una mirada de desprecio, la que cristalizó treinta años más tarde cuando lo tumbó de la Presidencia de la República. Así fue: desde 1918 se convierte en opositor del recién elegido presidente, Marco Fidel Suárez, a quien llamaba “el falso místico”. A partir de entonces, el doctor Gómez, con 29 años de edad, se hace famoso en la Cámara de Representantes por su oratoria encendida. En 1921 acusó a Suárez de “indigno”, debido a unos préstamos que éste había hecho para “atender asuntos familiares y recompensar a las nenas que le daban servicios lujosos siendo ya presidente”, afirmaba Gómez. Transcurridos quince días Suárez, destruido moralmente, renunció de la Presidencia.

El 13 de junio de 1953 en las horas de la mañana, el doctor Gómez, bastante avejentado por la enfermedad cardiaca que sufría, llegó al Palacio de la Carrera para solicitarle al presidente Urdaneta la destitución de Rojas Pinilla de las Fuerzas Armadas. Ante la negativa del mandatario encargado, el doctor Gómez se puso de pie, estiró sus manos sabias y exclamó con voz firme: “Rojas es un mamarracho, y el hombre para destituirlo soy yo”. En el acto asumió la Presidencia y destituyó a Rojas. Ese mismo día, en las horas de la noche, fue derrocado del poder por el general destituido.  En los funerales de Gilberto Alzate Avendaño, ocurridos a finales de noviembre de 1960, el doctor Gómez, ampliamente sorprendido por la gran cantidad de oradores fúnebres, expresó a sus familiares: “En mi entierro no habrá discursos”.  Esta sentencia se cumplió estrictamente y sus exequias se realizaron en absoluto silencio, el 14 de julio de 1965, al día siguiente de su fallecimiento.

 

Eddie José Daniels García

Sobre el autor

Eddie José Dániels García

Eddie José Dániels García

Reflejos cotidianos

Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.

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