Música y folclor

Cantar para resistir a los dolores

María Ruth Mosquera

20/02/2018 - 04:20

 

Grabación de la Las Voces de El Salado, con el músico César López / Foto: @CesarLopezMusic

 

Acudir al canto y la poesía, a la práctica del arte como un catártico para expulsar los dolores que se aferran al alma y el cuerpo, cuando la violencia arranca el amor y la paz, es un ejercicio que ha venido incluyéndose en los procesos de reconstrucción de memoria de los pueblos que han sufrido el rigor del conflicto armado colombiano.

El arte sana. Y es ese axioma al que se aferran quienes lideran los procesos de resiliencia que incluyen la expresión artística como terapia y medicina. La poesía permite a los sobrevivientes y dolientes llorar con versos el llanto que no alcanza a salir por los ojos, pero que sigue ahí, marchitando el alma, irrigando la tristeza, manteniéndola fresca.  

Ocurrió con las víctimas de El Salado, pueblo de Montes de María, cuyo nombre está registrado en la historia como escenario de una de las más atroces barbaries que tuvieron lugar en medio del conflicto armado, que documentan como protagonistas de las matanzas a grupos al margen de la ley (guerrilla y paramilitares), pero también de la otra orilla; es decir, del Estado, teniendo como blanco a los pobladores que se vieron constreñidos a un cambio de vida y también de muerte.

Por eso son tan tristes los febreros en Montes de María. Por eso las gaitas suenan más lastimeras. Por eso el duelo pone más denso el aire por estos días, porque cada año el viento trae los recuerdos y, a los de corazón más sensible, a los que les ha dado más duro el luto, les trae incluso el eco de la muerte representada en el pregón de los tambores que sonaban los bárbaros ante un nuevo asesinato; les trae el frío del silencio de la vida cuando se va extinguiendo a los ojos de todos.

Por eso el ejercicio de cantar para resistir el duelo, para sanar los recuerdos, es tan significativo en El Salado, porque implica también la tarea de resignificar la identidad folclórica mancillada, al ser incluida por los violentos como un elemento de su crueldad. 

Montes de María es una región con historia de gaitas, tambores, bailes, versos, alegría; de una herencia folclórica que pervive en niños que van retomando el legado como garantía y salvaguardia de la tradición del pueblo. Pero después de ese febrero aciago, ese folclor era asociado a dolor, a muerte.

Monumento en honor a los que se fueron en El Salado El trabajo de reparación en este pueblo, más que en otros, urgía entonces una resignificación de esos sentimientos dolorosos que producía la música. Fue por eso que el músico y productor César López, con Julio Monroy, el Centro de Memoria del Conflicto y la entonces vigente Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, trabajaron en un disco llamado ‘Las voces de El Salado’, que fue “un recorrido por la memoria que evoca el dolor, la resistencia, la esperanza y las reivindicaciones de las víctimas que se animaron a alzar su voz frente a la historia que las silenció”.

Se trató de una producción musical que, mediante décimas, poesías, vallenatos y testimonios o monólogos, contó los relatos de las víctimas. Algunas de las composiciones daban cuenta del dolor de la ausencia, de la añoranza eterna de quienes son arrancados de su entorno y ya más nunca pueden volver.

Desde la distancia te quiero cantar 

con todas las fuerzas de mi corazón

aunque esté lejos no te puedo olvidar

eres el motivo de mi inspiración.

 

Como te recuerdo mi viejo Salado

pueblito querido donde un día nací

tengo tu panorama en mi mente grabado

y aquellos atardeceres que me hacían feliz”.

La barbarie

En febrero del año 2000, paramilitares del Bloque Central de las Autodefensas Unidas de Colombia incursionaron a este corregimiento, perteneciente al departamento de Bolívar, y desataron una oleada de sangre que duró cinco días en los que, de manera escalofriante y a los ojos del pueblo, incluidos niños, mataron a 66 personas y provocaron el desplazamiento de quienes sobrevivieron para contar su tragedia.

Se trató de una masacre en la cual los paramilitares demostraron los extremos a la que puede llegar la maldad humana. En esos cinco días, y sin que ninguna presencia del Estado apareciera, sembraron el terror en el pueblo: halándola por el cabello, arrastraron a una joven, la apalearon y colgaron de un árbol para finalmente degollarla con las bayonetas de sus fusiles; degollaron a varias personas y jugaron fútbol con las cabezas; amarraban del cuello a sus víctimas y las halaban de extremo a extremo hasta que les desprendían las extremidades; violaban en fila varios hombres a la misma mujer, le prohibieron a los deudos sepultar los cuerpos de sus parientes, que se descomponían mientras se los comían los cerdos… Y cada vez que mataban a uno más, tocaban gaitas y bailaban, como si se tratara de una celebración.

Esta masacre fue reconocida y confesada en versión libre por Luis Francisco Robles Mendoza, alias ‘Amaury’, ex jefe del bloque Héroes de los Montes de María de las autodefensas, ante un fiscal de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, ante el cual aceptó los cargos de homicidio agravado, concierto para delinquir agravado, desplazamiento forzado, hurto agravado y calificado, daño en bien ajeno, incendio y acceso carnal violento. También fueron acusados por esta masacre Salvatore Mancuso, Rodrigo Tovar, alias ‘Jorge 40’, Jhon Jairo Esquivel, ‘El Tigre’ y Uber Banquez, alias ‘Juancho Dique’, quien dio detalles en versión libre. Los móviles de las autodefensas para asesinar a estas personas son porque según ellos El Salado era un pueblo guerrillero. También fue reconocida la participación de agentes del Estado y fueron juzgados varios miembros de la Infantería de Marina (Armada Nacional de Colombia).

El Estado ha pedido perdón y también se han hecho iniciativas de reconstrucción del tejido social, a través del arte, con manifestaciones musicales, acudiendo a la música como herramienta de reparación. La Fundación Semana ha liderado un importante proceso también para ayudar a que los saladeños logren reponerse un poco de lo sufrido, con miras a transformar una comunidad símbolo de la violencia en un lugar ícono de la reconciliación   Muchos retornaron. Otros no lo harán, bien sea porque están muertos o porque no tienen la fuerza para volver al lugar donde les despedazaron la vida; desde lejos siguen cantando…

“Mientras viva seguiré cantando

todas mis canciones serán para ti

grito con orgullo: ¡Soy de El salado!

un pueblito olvidado de mi país”.

  

Mariaruth Mosquera

@Sherowiya

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