Opinión

Nostalgia vallenata

Arnoldo Mestre Arzuaga

30/05/2018 - 05:45

 

Valledupar, vista aérea de la ciudad / Foto: Archivo PanoramaCultural.com.co

 

Me encuentro nostálgico. Eso me sucede con frecuencia. Entonces acuden a mí pensamiento viejos recuerdos. Cosas del pasado que aún resuenan en mi memoria. Recuerdo a mis padres, a mis tíos, a mis hermanos y a personas que nos visitaban. Fueron tiempos lindos de abundancia, unión y comprensión. 

Hoy se vino a mi mente todos aquellos personajes que deambulaban por la ciudad. Algunos inconscientes, otros víctimas de los efectos de la mala hierba. Voy a tratar de hacer un recorderis de algunos de ellos.

El primo era este loco que gozaba de un miembro viril exuberante y asustaba a las niñas mostrando su portentosa virtud en la salida de los colegios, lo que causaba una desbandada total porque las niñas emprendían la carrera aterrorizadas.

Juanchito El Orejón tenía la peculiaridad de responder con rimas. Si le gritaban "Juanchito orejón", él respondía: “Hp, a tu mamá me la cogí en un callejón”.

Nano de la Cruz era quizás uno de los locos más tiernos de la ciudad. Era de pequeña estatura y vestía siempre como un cachaco bogotano saco y sombrero. Le tenía terror a la muerte, por eso para él era una ofensa hacerle el signo de la cruz, se enfurecía y lanzaba piedras inofensivas porque las tiraba como si estuviera jugando bolos.

Jopo Jopo era inofensivo. Su fama la adquirió por su forma de hablar. Si alguno le daba unas monedas para que gritara “Viva Alfonso López”.  Él trataba de repetir. Jopo Jopo.

Chorro de balín ha sido el loco más violento y busca pleito que he conocido. Se iba a las salidas de los colegios, se paseaba airoso y desafiante para que los muchachos le gritaran su remoquete. Gozaba de una fuerza descomunal y podía lanzar una piedra a dos cuadras sin ningún esfuerzo.

La carpa se creía una dama de alta sociedad y así vestía. Lucía tacones altos y carteras finas que le regalaban sus clientas agradecidas, ya que era quiromántica y podía leer el futuro solo con verles la palma de la mano. 

Chepo el carro era un singular personaje, exclusivo en su género. Se creía un jeep Willis, de modo que caminaba rápido y hacía movimientos técnicos como si moviera un timón y con su boca imitaba el sonido de un motor andando. Muchas veces paralizaba el tránsito ya que se varaba en medio de la calle y tenía que empujarlo un vehículo, enseguida prendía e iba a parar en la estación de gasolina de Gil Struch  dónde los bomberos lo conocían , así que le metían la punta del surtidor en el bolsillo imitando estar llenando el tanque, entonces se apretaba la oreja izquierda e imitaba el pito de un jeep y arrancaba a toda marcha.

Cabirol. Sólo con recordarlo me lleno de emoción. Lo conocí muy de cerca ya que soy amigo de sus hijos. Llegó a Valledupar procedente de Ciénaga Magdalena cuando se construían los colegios Loperena y la Industrial. Era maestro de albañilería y fue tal vez el primer marijuanero que llegó a esta ciudad. Nadie entendía su jerga. Gran admirador de los artistas mejicanos de la época , usaba pantalones bien planchados de modo que, para no arrugarlos, se los ponía subido sobre una mesa y no se sentaba para no dañar su planchado. En una ocasión fue detenido por fumar marijuana por el alcalde militar el capitán Miguel Motta Motta. En esa época el picudo le causaba mucho daño a los algodoneros, así que Cabirol le dijo a Motta Motta: “Si usted es Motta Motta, yo soy el picudo.

Todos estos personajes han muerto. Sólo nos queda el recuerdo y la nostalgia cuando pasan por nuestra memoria. También murió aquel Valledupar de parrandas patieras, de cuentos en los velorios y de grandes tertulias en las esquinas y sitios de reunión.

Hoy somos unos extraños en nuestra ciudad llenos de angustia y terror: el celular y la moto acabaron con la tranquilidad de los vallenatos, por eso escribí estas notas con tristeza y con un nudo en la garganta, "porque mi Valle ya no es lo que fue”.

 

Arnoldo Mestre Arzuaga
nondomestre@Hotmail.com

Sobre el autor

Arnoldo Mestre Arzuaga

Arnoldo Mestre Arzuaga

La narrativa de Nondo

Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.

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