Ocio y sociedad

“Mi candidato es bueno, el malo es el tuyo”

María Ruth Mosquera

15/06/2018 - 08:00

 

––“¿Cómo se te ocurre votar por ese hombre?, ¿Acaso no ves cómo está Venezuela?”, ¿Es que quieres que te quiten lo que tienes?, le increpaba una mujer a otra que no parecía querer dejarse doblegar y mucho menos perder la discusión.

––Y tú qué vienes a hablar, si vas a votar por un tipo que no tiene voluntad propia, que es un candidato en cuerpo ajeno y tú sabes bien quién lo maneja.

No hubo necesidad de agudizar la audición para escuchar la porfía de las dos mujeres, amigas o conocidas, a juzgar por la confianza con que se trataban. En silencio iba el resto de pasajeros de la buseta que cumplía una ruta de buseta al sur de Valledupar y que en ese momento de final del día no se notaban ni interesados, ni extrañados, ni atraídos por las voces que a cada turno subían los decibeles y la premura por ganar la discusión al precio que fuera. 

“La gente es tan idiota que termina matándose por un candidato al que ni siquiera le interesas. Ni siquiera se toman el trabajo de ver los programas, para discutir con argumentos y decidir un voto consecuente con su realidad. He visto estupidez humana y esa”, dijo sin dirigirse a nadie un adulto mayor que viajaba solo con un libro en el regazo y, seguidamente, le pidió al conductor que lo dejara ahí. Entonces ellas, las de la discusión, también se callaron, tal vez ante la garrafal verdad que les acababa de decir aquel desconocido.

Pero ‘si en lo presencial llueve, en lo virtual no escampa’, podría parafrasearse en refrán popular, pues nunca antes una campaña electoral había ampliado tanto la brecha de polarización como en esta ocasión, cuando tantos individuos tienen la libertad ilimitada para expresarse, respetuosamente o no, pero sobre todo para sumarse a discusiones que abundan en las redes sociales y que parecieran tener como combustible la premisa errónea de “yo tengo la razón y tú estás equivocado”; es decir, “mi candidato es bueno y el tuyo es malo”.

Basta asomarse a Facebook, Twitter, Instagram y leer los comentarios de cualquier publicación alusiva a un candidato a la presidencia de Colombia para ver la avalancha de comentarios a favor y en contra que termina en insultos, enemistades, cuentas bloqueadas y denunciadas, pero sobretodo en la develación de la falta de argumentos para discutir y de la polarización con esquinas cada vez más distantes que divide al país.  

Asiste el país a un nada atractivo espectáculo en el que se privilegia el desprestigio del otro por encima de los argumentos, pues se encuentran adeptos que saben de la existencia de un programa de gobierno ‘de oídas’ porque no han tenido contacto con él ni se han inquietado por preguntarse si lo que les dicen es verdad; incluso, locutores y seguidores que conducen programas radiales de cierto candidato cuyo nombre pronuncia mal reiterativamente, evidenciando desconocimiento y – aun así- intentando convencer a su audiencia que su candidato es la mejor opción. ¿Cómo convencer a alguien de la bondad de otro alguien al que no se conoce?

Se trata del más grande derroche de creatividad con memes, chistes y desentierro de noticias desfavorables bien sea de los propios candidatos, de su fórmula presidencial, apoyadores o seguidores, porque en campañas políticas es cuando pareciera tener más fuerza aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres”. Es tanta la genialidad en la producción de información en todas las presentaciones, que obliga a preguntarse ¿qué pasaría si se aplicara la misma genialidad y disciplina a crear contenidos constructivos para el país con hambre y sed de eso?

Voces se han levantado llamando la atención a la cordura y el respeto a los derechos de pensar diferente, recordando que “mis derechos terminan donde comienzan los tuyos”, que el hecho de pensar diferente no significa que el otro esté equivocado, que hay que intentar refrendar la democracia como la defensa de la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes.

Una de esas voces es la del padre Alberto Linero quien ha dicho que “Nosotros no podemos acostumbrarnos a maltratar a los demás con nuestras palabras. Hay que evitar insultar a la gente, hay que evitar denigrar de los demás. Podemos estar en desacuerdo, podemos tener diferencias, podemos creer cosas distintas, podemos tener ideas políticas distintas, creencias religiosas distintas; pero no tenemos porqué insultarnos y no tenemos porqué maltratarnos. Ojo: La violencia verbal es dañina. En las redes sociales, en el Facebook, en el twitter, en todas esas cosas uno encuentra demasiada violencia. Yo no te tengo porqué ofender, no estoy de acuerdo contigo, no estoy de acuerdo con tu candidato. No estoy de acuerdo con algunas cosas de tu ‘Face’, no estoy de acuerdo con algunos gestos tuyos. Pero te respeto, te valoro y tienes derecho al buen nombre. No tengo porque dañarte. No tengo porqué decirte idiota, estúpido, corrupto, ladrón, pedófilo. No tengo porqué dañarte”.

Pero no todo es promoción de odio y divisiones, hay un amplio sector que acude al debate con argumentos, basándose en los programas de gobierno de sus respectivos candidatos e intentando bajar los ánimos que se encienden hasta las palabras de grueso calibre. Es un sector consciente de que el país atraviesa momentos difíciles con unas ramas del poder público colapsadas y que es urgente que se haga algo, que ese algo es cosa de todos, para no seguir cayendo por el barranco de ingobernabilidad, desigualdad, inseguridad, intolerancia y la feria de los valores ausentes; una personas que se preocupar por –como escribió un twittero- “dejar un país bonito a sus hijos, sobrinos, nietos, amigos o lo que sea que vaya a sobrevivir después de usted” e invitan a ejercer el derecho a voto, a asumir su responsabilidad de ayudar en la elección del presidente que gobernará por todos, co especial énfasis en la juventud. 

“Los jóvenes suelen no votar. El 72% no confía en el Congreso y solo el 8% se identifica con algún partido. Lo que no tienen presente, es que si no votan, otros deciden por ellos y lo más seguro, es que lo hagan contra ellos. Por ello, los invito a realizar un voto reflexivo, autónomo e independiente”, dijo recientemente el pedagógico y economista Julián De Zubiría, quien siempre está invocando la educación como herramienta para evitar la manipulación. “La democracia actualmente está amenazada por la baja calidad de la educación y por la manipulación que permiten las redes que conocen nuestros gustos y perfiles. La única solución es una profunda revolución pedagógica que nos enseñe a “no tragar entero”.

Por su parte, el ensayista, novelista y poeta William Ospina publicó en una de sus recientes columnas que “en Colombia, lo mismo que se advierte a lo largo de toda la historia nacional vuelve a advertirse en cada jornada electoral: la ausencia del pueblo. Todo vuelve a girar alrededor de unos nombres y de unos personajes, de sus odios y de sus venganzas, de sus programas y sus convocatorias, pero la comunidad resulta cada vez más invisible, convertida apenas en la comparsa de los elegidos, reducida a la condición de pasivos electores e invisibilizada por la estadística”

En todo caso, el gran reto es elegir y hacerlo bien. Ya a estas alturas, la gran mayoría de personas tiene claro por cuál de los dos candidatos votará (Gustavo Petro o Iván Duque), por lo que el llamado es a respetar a los que piensan distinto; no obstante, hay quienes aun no lo ha decidido, pero que tienen aún tiempo de buscar los programas de gobierno- que se han publicado de manera profusa- revisarlos y decidir. El país está urgido de ciudadanos que asuman responsabilidades y la responsabilidad este domingo es acudir a las urnas y ayudar a elegir un presidente para Colombia.

 

Mariaruth Mosquera

@Sherowiya

 

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