Literatura
Julio, el impotente
Para Julio era el peor día al que se enfrentaba y así lo denotaban sus ojos enrojecidos y sus grandes patas de gallina demarcadas a cada lado como símbolos de desvelo sufrido la noche anterior.
Se llevaba las manos a la cabeza y movía su cuello de lado a lado como negando algo real que le pasaba y no quería aceptarlo. A veces pasaba su mano derecha abierta sobre su frente y se repetía para sí mismo: “Dios mío, esto no puede estar pasándome a mí”.
Estaba sentado desde muy temprano en una silla plástica, sin compartir mesa con nadie, en el café Juan Valdés. Su estado anímico era tan bajo que no se percató de la llegada de su amigo Orlando Arzuaga, solo cuando éste muy animado tocándole el hombro le dijo: “Hola, culión. ¿Qué haces?”. Alzó la mirada para ver al recién llegado, y fue tanto el impacto de aquella mirada triste, que Orlando nervioso le preguntó: “Erdaa, viejo julio. ¿Qué te pasa hermano? Te ves demacrado, tienes algún problema?”.
Sosteniéndole la mirada, Julio le respondió: “El peor que le puede suceder a un hombre. Pasa, hermano, que soy impotente y esta vaina no la soporto y pienso suicidarme, ya lo decidí me voy a suicidar…”.
Orlando le pasó su brazo derecho sobre sus hombros y le habló sosegadamente: “Tranquilízate, por favor, la cosa no es para tanto, ya tú tienes 75 años y el organismo ha cumplido con ciertas funciones, date por buen servido, además, ahora existe una pastillita azul que hace milagros, dicen que después de media hora de haberla tomado puedes tener hasta dos orgasmos, lo mismo me han dicho de un jarabe ecuatoriano, así que eso se puede resolver, toma las cosas con calma, también puedes ir donde tu medico de confianza y comentarle tu situación”.
Parece que en vez de producir consuelo y esperanza en Julio, las palabras de Orlando tuvieron el efecto contrario. Se puso de pie y soltó el gimoteo: “Nooo, hermano. Yo no soporto esta situación, ya está decidido, me voy a suicidar”. “Oye, escúchame, camina, y vamos donde el médico. No puedes tomar una decisión tan absurda sin antes ir donde un profesional”. “Está bien”, aceptó julio. “Vamos”.
El médico era un veterano setentón, su rostro develaba más edad que la que realmente tenía, tal vez por efectos del alcohol y la vida desenfrenada que llevó en sus años mozos. Los visitantes a su consultorio no eran desconocidos para él, así que, después de saludarlos cordialmente, preguntó sin rodeos: “Aja cuéntenme, ¿y qué se les ofrece en mi consulta?
Orlando miró a julio y se adelantó a hablar: “Hombe, doctor. Mi amigo julio que quiere suicidarse, yo lo convencí para que hablara con usted y le explique los cambios que le sucede al cuerpo humano después de cierta edad”. “Ah bueno, pero cuéntame qué te pasa, Julio”, afirmó el galeno con voz suave para darle más confianza a su paciente.
Julio, sollozando, respondió: “Pasa, doctor, que quiero suicidarme porque soy impotente. Usted se imagina que yo después de echar todas las noche siete y ocho polvos ahora solo puedo echar tres o cuatro polvitos apuraos. No, doctor, esto no lo soporto, yo mejor me suicido”.
El médico se puso de pie, de un solo tirón se acercó a Julio, lo abrazó y también llorando empezó a hablar: “Ay, Julio, dile a mi secretaria que te devuelva el valor de la consulta, pero dame ese secreto para yo poder echar tan siquiera uno, hace más de diez años que no sé lo que es ese placer”.
Julio como pudo se soltó del lazo que el médico había hecho con sus brazos y se retiró llorando a moco tendido repitiendo una vez más: “Si no puedo echar siete u ocho polvos diarios, mejor me suicido. Ya está decidido: ¡Me suicido!”.
Arnoldo Mestre Arzuaga
nondomestre@hotmail.com
Sobre el autor
Arnoldo Mestre Arzuaga
La narrativa de Nondo
Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.
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