Literatura
Alejandra
Dedicado a Alejandra Ávila
Si solo te hubieses llamado “la novia de Gonzalo”, sin más adornos, sin más parafernalias, no existiría el riesgo de convocarte y de que no acudieras al hacerlo. Pero una tarde vino él y dijo: «te presento a mi novia»; y te limitaste a decir, toda sonrisa, toda ternura: «mucho gusto, Alejandra». Un nombre hecho de soles y diluvios. «¿Cómo dijiste?», pregunté para que volvieras a pronunciarlo con tu jota corta y tu erre serpenteante. «Alejandra», repetiste como quien rescata un verso del olvido. Y yo, que había perdido las esperanzas en los faldones de la madurez, te regalé mi admiración.
Después vino el azar para eludir el abismo que nos separaba. Fuimos lo que nunca imaginamos que seríamos: amantes y esposos, amigos en algunos casos, enemigos en la mayoría de noches en las que solo había humedad y Mozart en esta casa que resulta enorme para mi soledad y angosta para tus expectativas.
«¿Cómo me dices que te llamas?», te preguntaba al amanecer. «Alejandra», respondías como si mi destino cupiera en las ranuras de tu nombre. «¿Alejandra?», indagaba nuevamente. «Alejandra», certificabas con una sonrisa que resbalaba de tus labios.
De esa manera se hacía la mañana al filo de tus ojos.
Pero luego sucedió que él era alto, mirada experta, dedos ágiles, decisiones sagaces. También ocurría que se llamaba Gabriel, nombre de estirpe arcangélica, tocaba piano, hablaba cinco idiomas y tenía anclada la esperanza en las bolsas de Nueva York y Frankfurt. Ocurría además que yo era yo, lo que parecía ser poco para ti, que me llamaba Diego (nombre de dudoso origen latino, tan humano como Pedro o Juan) y que Mozart y mi futuro no rendían al dieciocho por ciento.
«Me sobran razones para amarte», explicaste en la otra orilla del teléfono. «Deberías callarte en lugar de usar frases de cajón», atajé tu intento de huir por los caminos de la cordialidad. Entonces callaste como debiste hacerlo aquella tarde que pronunciaste tu nombre entre jotas cortas y erres serpenteantes.
Diego Niño
@Diego_ninho
Sobre el autor
Diego Niño
Palabras que piden orillas
Bogotá, 1979. Lector entusiasta y autor del blog Tejiendo Naufragios de El Espectador.
0 Comentarios
Le puede interesar
Un nombre: Matilde Espinosa de Pérez
Cuando una revista de letras se acerca a un nombre para posar sus intereses y hacer de su hallazgo, su mejor artículo, detiene su mira...
“Cada vez que se escribe, uno va adquiriendo una voz”: Giovanni Quessep
Ganador del recién creado Premio Mundial de Poesía René Char, el poeta colombiano Giovanni Quessep se refiere a algunos aspectos...
Una vida dedicada a la poesía
En la génesis de su creación poética, en los primeros diez años (actividad literaria que inició en los años ochenta) obtuvo...
El erotismo en la poesía colombiana de la Generación desencantada
José Manuel Arango (1937-2002), Giovanny Quessep (1939), Harold Alvarado Tenorio (1945), María Mercedes Carranza (1945-2003), Ju...
Confesiones de una Estrella
Qué lindo verte así, tus párpados serenos y tus labios inmóviles acompañan la neutralidad de tus gestos. Cuánta calma en un solo ...