Literatura

Las últimas palabras de escritores famosos: ¿mito o realidad?

José Luis Hernández

01/08/2012 - 10:35

 

Ernest Hemingway Me encantan las redes sociales porque, de repente, se ha puesto de moda citar a todos los escritores, famosos, doctores, científicos e iluminados que nos pasan por la cabeza.

Han pensado alguna vez: ¿Cómo era la vida antes de poder citar a diestro y siniestro las palabras de personas que a veces ni conocemos y que no hubiéramos conocido si no fuera por buscar algo que decir en Internet y evitar el silencio en las redes sociales.

De silencio justamente quiero hablarles esta vez, o mejor dicho, de las últimas palabras que pronunciaron los famosos escritores antes de morir y caer en un silencio definitivo. No les estoy contando un chiste: también se encuentran en Internet las últimas palabras que pronunciaron, sea en la cama, en el baño o en el hospital, como si un paparazzi hubiese estado cerca de ellos grabando los últimos instantes en lugar de ayudarlos a permanecer en vida.

No existe la privacidad en ningún sitio, me dirán ustedes, y les doy la razón. ¿Cómo es posible que sepamos lo que dijeron los escritores del siglo XIX antes de morir, cuando todavía no existía la grabadora de voz o la filmadora?

En realidad nadie tiene la respuesta y lo más probable es que alguien se haya inventado todo esto para evitar, una vez más, el silencio en las redes sociales y contribuir así a crear mitos y leyendas.

Pero también debemos reconocer que las últimas palabras de una persona despiertan un especial interés en la sociedad. Son las palabras que dan el significado a toda una vida y permiten sacar una conclusión.

A continuación, les voy a enumerar algunas de las frases insólitas que pueblan esta nube tan densa que forma internet y verán cómo nos permiten entender la psicología de cada escritor.

El premio nobel norteamericano, Ernest Hemingway, sufría de fuertes depresiones e intentó suicidarse en dos ocasiones en el año 1961. Según su esposa, sus últimas palabras fueron: “Buenas noches mi gatita” y ese fin denota amor y desesperación.

El autor del famoso cuento, “El maravilloso mago de Oz”, Frank Baum, estaba muy cansado en los últimos años de su vida (fruto de una intensa actividad). Sus últimas palabras antes de caer en un sueño profundo fueron tan fantasiosas como sus cuentos: “Ahora puedo atravesar las arenas movedizas”.

Por su lado, el famoso cuentista estadounidense, Edgar Allan Poe, autor de “El escarabajo de oro”, murió en plena crisis mental y sus últimas palabras mostraron un acercamiento con Dios: “Señor, ayuda a mi propia alma”.

El autor de “Las aventuras de Tom Sawyer”, Mark Twain, estaba muy interesado por la parapsicología, y era conocido por sus premoniciones. Sus últimas palabras fueron para su hija Clara a quien dijo: “Adiós. Si nos encontramos”.

El caso del escritor ruso, Antón Chejov, también es interesante. Conocido por sus relatos cortos y su humor irónico, Antón padecía en sus últimos días una grave tuberculosis y, al médico que le dio champaña para aliviar su dolor, le dijo: “No he bebido champaña desde hace mucho tiempo”. El silencio que sucedió fue inmediato y eterno.

El escritor ruso León Tolstoi, preocupado por conocer el secreto de la sencillez y desapegarse de todas sus pertenencias, decidió a los 82 años olvidarse de todo viajando. La muerte le sobrecogió en una estación de tren y sus últimas palabras fueron: “¿Pero los campesinos… ¿Cómo mueres los campesinos?”. Evidentemente, el hombre no había alcanzado la sencillez campesina.

Estos son algunos de los casos más conocidos. Ahora sí, pueden conectarse a sus redes sociales y contribuir a que los mitos se conviertan en realidad.

Sobre el autor

José Luis Hernández

José Luis Hernández

La Lupa literaria

José Luis Hernández, Barranquilla (1966). Abogado, docente y amante de la literatura. Ofrece en su columna “La Lupa Literaria” una perspectiva crítica sobre el mundo literario y editorial. Artículos que contemplan y discuten lo que aparece en la prensa especializada, pero aplicándole una buena dosis de reflexión y contextualización.

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