Literatura
Para otro ojo conservo esta luz, de Juan Vicente Medina
La poesía colombiana ha entrado en una inmovilidad tediosa, todos cantando la misma tonada, la misma sinfonía desgastada del poema como decoro, el poema estático, como informe de lectura, es decir, en una literalidad morbosa, la misma pose anticuada, legitimando así el lenguaje del poder, y un círculo cerrado que han establecido los poetas del centro, en ese juego de elogios y aplausos recíprocos del panorama literario, de la juerga mediática, del contrabandeo de dádivas.
Es interesante ver cómo los poetas del Caribe colombiano que actualmente han publicado sus primeros y segundos libros, han leído sus tradiciones y han establecido disímiles voces fundacionales con otros lenguajes, otras propuestas, otras poéticas. Cantos plurales. Han decidido salir del corral donde han tratado de encerrar a la poesía. Han enfrentado el margen como estética. La periferia alumbra. La poesía es elogio de la diferencia, la libertad libre, la radical ensoñación. Y es esto lo que venimos a confirmar en Para otro ojo conservo esta luz (Colección Claros del bosque, Terrear Ediciones, 2018), de Juan Vicente Medina.
Paul Eluard bellamente afirma, que el objeto del poema es dar a ver, mostrar al mundo, mostrar lo que nos niegan o negamos ver, lo oculto y lo prohibido, lo aparente y lo profundo. Es lo que Juan Vicente Medina nos invita en este nuevo libro, la posibilidad de fundar otro mirar el mundo, otro asombro por lo acontecido. Dar a ver, si una inédita realidad (palabra que como diría Nabokov siempre debe ir entre comillas) pero es esta propuesta poética un ver llevado al crear, es decir, no solamente dar a ver, sino dar al crear.
Las suyas son palabras que sangran. Vienen de un sitio remoto que el poeta intenta recobrar. Un despojamiento de la memoria. Un retorno a la infancia. A Juan Vicente, no le interesa una comunicación, sino una comunión con lo orgánico del poema. En un combate de intimidad a intimidad, en compartir la imagen vivida, la experiencia radical del asombro, los temblores del patio, el horror de lo que somos, los retratos inmóviles de la muerte, los odios inconclusos. “Recordar es poetizar” ha dicho Heidegger. Memoria interior. Memoria póstuma.
Juan Vicente Medina que entre mirar y salvarse como lo pidiera Roberto Juarroz, ha elegido la condena del mirar desde el otro para el otro. Llevar el poema al extremo de la imposibilidad, en una ebullición ulterior, a un ojo insurrecto que devela la desnudez de los seres y las cosas, ofrendándonos esta luz para iluminar la opaca senda de nuestra historia.
William Jiménez
0 Comentarios
Le puede interesar
Quirófano
Ahora que estoy atado a la silla de mi escritorio, amordazado y con la venda semi-caída sobre mis ojos, es cuando me doy cuenta qu...
Un templo del saber para Manuel
Con un justo y merecidísimo reconocimiento, este año de 2020 fue elegido por el Ministerio de Cultura como fecha dedicada a uno d...
Siguen diciendo que soy culpable
Ustedes siempre prefirieron a Lucho sobre mí. Por eso no se disgustaban cuando él despertaba a medianoche a cagarse al lado de sus ca...
Viejos poemas de mi juventud
Por allá en el pasado remoto, cuando recién descubría la poesía y balbuceaba titubeante ese intrincado vocabulario de los poeta...
Lo sagrado y lo profano en el espacio macondino (II)
En Cien años de soledad la recitación está representada en el nombre mismo del patriarca: José Arcadio Buendía. La Arcadia era u...