Literatura
Vida callada y otros 3 poemas de Luis Alberto Murgas
Nacido en 1965 en San Diego (Cesar, Colombia), el poeta Luis Alberto Murgas ha dedicado su vida a las letras. En el departamento del Cesar, su nombre se asocia naturalmente al taller de literatura Relata que dirige desde hace poco más de diez años, pero también con el Café literario Vargas Vila (de San Diego) del cual es miembro fundador.
Graduado en Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás de Bogotá, es también profesor de Literatura en la Universidad Popular del Cesar y coordinador del taller ‘Libertad bajo palabra’ en Valledupar; un programa de creación literaria realizado por el Ministerio de Cultura en todas las penitenciarías de Colombia.
Ha publicado cinco libros: ‘Errancia del agua’, ‘Hoja de Hayo’ (traducido al iku o lengua arhuaca), ‘Epifanía de la luz’, ‘Vincent Van Gogh o carta al rojo blanco de cuchillo’, y “El oscuro sendero del ombligo”.
En este espacio divulgamos cuatro poemas de su creación, cuatro poemas que recrean una dulce fuente de sensaciones e invitan a la contemplación.
Vida callada
El reloj de arena
Vierte entre sus dos abismos
La soledad del desierto
En el vacío de esos dos espacios
Relativamente cortos
Es menos vida lenta
Y, mientras
El tiempo surca un doble silencio
Vida callada
Silencio que habla
La memoria del pájaro se oculta
En el Silencio de la piedra apagada.
El pájaro no vuela
Su trino se vuelve hueso duro.
Misterio de un vuelo detenido
En las lejanas lindes del abismo.
Caligrafía en la costra de los siglos:
Silencio que habla.
El pájaro guarda su nombre
En el grito espeso de la piedra.
Pterodáctilo: “dedo alado” que vuela por la recta larga
Y torcida del tiempo.
Piedra reposada
La cáscara desolada del silencio
Sombra de un jaguar
Cubierto de relámpagos
Que detiene el vuelo en la pupila
Alas cerradas, voz cenicienta
Selatropo apagado o flor oscura
Quietud de piedra reposada.
Grito apagado
El río de la piedra fluye
Y nos abandona con su vuelo
Traza una curva de silencio
Fiel a la desnudez de la tierra.
Después de haber sido quetzal
que fulgura
Cae como ángel abandonado de cielo
Solo deja una marca de grito apagado.
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