Literatura

La alquimia del terror

Diego Niño

08/03/2021 - 05:05

 

La alquimia del terror

 

En el segundo semestre del 2019, compré Virus[i] y me fui a cuidar el parcial de Cálculo I. Entregué las preguntas, cambié dos alumnos de puesto, me senté en el escritorio con cara de revólver, abrí la novela y la cerré inmediatamente, mirando a todos lados como si los hubiera descubierto con la copia en la mano. Apreté los ojos y moví la cabeza de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Abrí la novela y me dejé llevar por la historia. Al rato escuché un golpe en la puerta. No hice caso. Le siguió un silencio que fue roto por tres golpes que subieron en intensidad.

—Disculpe; tenemos parcial —dijo un profesor con un sobre de manila en la mano derecha.

Iba a decirle que estaba equivocado porque el parcial de Calculo I del quinto grupo estaba programado a esa hora y en ese salón. Pero el salón estaba desocupado, los exámenes sobre el escritorio y los pupitres desordenados. Miré el reloj: las 5:20. Habían pasado más de dos horas sin que me hubiera dado cuenta. Observé Virus con una mezcla de temor y respeto. Tomé los exámenes, los embutí en la maleta, apreté el libro contra el pecho y me fui masticando una disculpa. Caminé con la historia rogándome que continuara leyendo. Fui a una cafetería para entregarme a la lectura de la que me sacó una muchacha. La examiné como si viniera de otro planeta.

—Disculpe: debemos arreglar el local antes de irnos —dijo con las manos en el cabo de la escoba y cara de cansancio.

En la mesa reposaba el tinto que no había tocado. Metí el libro en la maleta y me fui a la casa para terminar la novela.

La lectura de Virus es adictiva porque hay acción en todos y cada uno de sus rincones. Pero no es una acción repetitiva, cansona ni hueca. Suena sencillo pero es difícil sostener la tensión a lo largo de las 368 páginas que conforman la novela. Alvaro (sin tilde) hizo una apuesta ganadora: ubicó focos narrativos en los personajes para que el interés del lector se sostenga por cuerdas que se tensan a medida que avanza la acción.

Para dar un ejemplo, veamos cómo viven en inicio del brote una pareja de esposos. En el caso de Iván, se vivió así:

Paulatinamente, los ocupantes de todos los automóviles empezaron a salir. Miraban con curiosidad, pero mantenían la calma. Unos cuantos parecían tan asustados como Iván. ¿Por qué no siguen dentro de sus carros?, se preguntó. Su desconcierto fue mayor cuando se escucharon varias detonaciones, muy probablemente disparos. Segundos después, un policía, claramente huyendo de alguien o de algo, pasó corriendo junto a su carro y, durante un segundo, sus miradas se cruzaron.

—¿Qué pasa? —preguntó Iván, pero el uniformado no pronunció palabra ni se detuvo.

En tanto que Ximena vivió el brote de la siguiente manera:

—¿Qué está haciendo, vieja loca? —gritó Ximena. Así como podía ser la más amable de las mujeres, se enfurecía con una facilidad desconcertante.

La Vieja Loca no contestó. La volvió a mirar durante unos instantes, como midiendo su próximo movimiento, y sin mediar palabra volvió a atacar. Ximena la volvió a esquivar y le propinó un derechazo directo a la nariz; luego, sorprendida por su propia reacción, se miró el puño. Un poco de sangre manchaba la punta de la argolla en su dedo anular ¿Cómo era posible que la mujer ni siquiera se hubiera quejado?

A Iván y Ximena se les une Camilo y Martina en el rol de protagonistas. Por lo tanto, el lente narrativo se distribuye en cuatro riachuelos que correrán hacia el final mientras van construyendo el derrumbe, la hecatombe, la ciudad, el pánico, la angustia y el final de finales.

La segunda apuesta para sostener al lector se apoya en los personajes. En este punto Alvaro demuestra que tiene un músculo narrativo extraordinario: los personajes se construyen a partir de sus actos y entorno. Son contradictorios y volubles, como cualquier humano. Y, lo que me parece más asombroso: continúan creciendo a pesar de que desapareció su entorno.

Me encantan las escenas de acción de la primera parte y los personajes de la segunda, sin que quiera decir que no hay acción en la segunda parte o que no asombran los personajes de la primera. La novela es una pieza maciza en la que fluye desde la primera hasta la última palabra. No hay grietas en las que cojeen los personajes ni hondonadas en las que flaquee la trama. Virus es de esos sortilegios que suelta al lector despeinado, con los ojos rojos y una sonrisa de satisfacción. No exagero: al siguiente día entré al salón con la misma ropa, los mismos exámenes arrugados en la maleta, los ojos rojos y sin tener la menor idea de lo que diría en clase.

 

Diego Niño

@Diego_ninho

 

[i] Novela “Virus” de Alvaro Vanegas. Calixta editores, 2017.

Sobre el autor

Diego Niño

Diego Niño

Palabras que piden orillas

Bogotá, 1979. Lector entusiasta y autor del blog Tejiendo Naufragios de El Espectador.

@diego_ninho

1 Comentarios


Emma Claus 24-03-2021 12:14 PM

Maravillosa reseña. Muy personal y atrapante. No leo terror, pero Alvaro Vanegas es un escritor que me esta tentando a acercarme a este tipo de literatura. Gracias por compartir tu experiencia lectora.

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